Fue una de esas tardes que, difícilmente, los aficionados podrán apartar de sus pupilas, en donde la memoria nos hará conservar los detalles de uno de los más grandes que han pisado el ruedo de la México.
Desde el sorteo, había un gran ambiente y se antojaba una gran tarde. Las expectativas eran enormes y a pesar de los importantes eventos que se llevaban acabo en la ciudad, como el partido de la NFL, y de los días de asueto que muchos aficionados tomaron con motivo del puente por la conmemoración de la Revolución Mexicana, hubo tres cuartos de entrada que se registró en los tendidos, no tanto en general que tuvo huecos marcados.
Alrededor de unos 30 mil aficionados acudieron al coso máximo al festejo inaugural de la Temporada Grande.
Se lidió un encierro de la ganadería de Teófilo Gómez muy justo de presentación, algunos con nobleza aunque faltos de bravura e indefinidos.
Se rindió un homenaje al maestro Miguel Espinosa «Armillita chico» acaecido hace unos días, guardándose un minuto de silencio tras el paseíllo.
Julián López «El Juli» tuvo una tarde de ensueño, que lamentablemente no tuvo el colofón que todos hubiésemos querido.
México es una plaza de gran sensibilidad y que se entrega por completo a quien a su vez se entrega a ella y así ha sido la tarde de Julián.
Un baile por soleá, con un temple desmedido, caricias que van generando que los sentidos se aviven, que un cosquilleo se sienta en las manos recorriendo el cuerpo y estremeciendo cada vello de la piel, generando un eco que sale de la garganta, que desgarra por dentro y que se vuelve en un estruendoso olé.
Como el pintor que en un trazo firme deja plasmada toda su esencia, que puede mostrar con un solo color, una gama inmensa. Como una sinfonía que matiza cada una de las notas hasta convertirse en una obra de arte.
Su capacidad torera va mas allá del entendimiento. La maestría en cada muletazo, el sentido que les da, los tonos, los aromas, como si se tratara de un gran reserva que cuando se degusta tiene que ser perfecto y lo es.
Detuvo literalmente el tiempo, en redondo por ambos lados, por dosantinas, jugando como los niños que sueñan ser toreros, volvió a ser ese niño que crea la magia en donde aparentemente no podría suceder, pero ese niño jugando al toro nos emocionó hasta las lágrimas, nos levantó de los asientos y nos enseñó que el toreo es el cuadro plástico mas grandioso que hay, es la cumbre de la montaña, es el momento que le da sentido a la vida.
A veinticuatro cuadros por minuto, en cámara lenta pudimos ver los templados muletazos del Juli, como girasoles volviendo la vista hacia el astro, como el vuelo del águila real en un atardecer, como el paisaje perfecto de una tarde de abril.
Paseó la aurícula en su primero, el mejor presentado del encierro.
Pero lo que le hizo al tercero, fue lo más grande, y que lamentablemente se malogró con la espada, dejándole sin la oportunidad de salir en hombros, y sin embargo le permitió recorrer el redondel con el vuelco de la gente que lo proclamó.
El quinto de la tarde nos apagó la vela. A pesar de su voluntad, la debilidad y falta de casta no permitieron el lucimiento de un torero que nos volvió a conquistar.
Lo que el Juli dejó en el ruedo de la México está sellado con fuego y ha quedado ahí para la historia.
Joselito Adame, sin duda, es un torero honrado y que atraviesa por un gran momento en su carrera. Ha dejado constancia de su voluntad y de sus capacidades, pero ésta no fue su tarde.
Venía enrachado el de Aguascalientes trás triunfos importantes en las plazas mas importantes de México y su intención en definitiva era darle la batalla al madrileño para salir en volandas.
Como ya hemos mencionado, el ganado no fue de gran ayuda, sin embargo el primero del lote del mexicano tuvo un lado derecho emotivo y que permitió momentos extraordinarios. Todo parecía ir en ascenso pero la espada corta hizo de las suyas y acabó con el encanto de una faena que seguramente hubiera sido premiada.
Sostener un mano a mano con uno de los toreros mas importantes a nivel mundial es sin duda muy difícil. Al César lo que es del César.
José va por un buen camino y hay que labrarlo con cuidado, pasos firmes y sin tropiezos, y si los hay, hay que levantarse y volver la vista arriba, porque la cuesta es hacia lo alto.
La gente estaba extasiada con lo que el español había hecho y exigió de igual manera a Joselito, que sin haber fallado, no alcanzó a tocar ese botón que alerta los sentidos y pone los pelos de punta, lo que ocasionó una gris tarde.
Intentó agradar de muchas maneras, banderilleando el sexto creó un bello y blanco abanico en el morrillo del ejemplar. Las ganas estaban ahí, pero el triunfo se quedó guardado en la espuerta.
Hubo una marcada división de opiniones acerca de la actuación del hidrocálido que aún está anunciado en dos carteles más en esta primera parte de la temporada de la Plaza México, en que esperemos reponga ese terreno y pueda dar la nota.
El próximo domingo se lidiarán toros de Jaral de Peñas para Pablo Hermoso de Mendoza, Cayetano Ordoñez, Arturo Saldívar y Leo Valadez
Por Alejandra González Castillo
Foto: Agencia EFE