Por Andres de Miguel, Fotografia Andrew Moore

La belleza de lo bien hecho, de lo estéticamente arrebatador en la faena de Diego Urdiales y de la emoción del riesgo en la faena de Octavio Chacón.

Urdiales firmó una faena de gran pureza en un sitio poco habitual debido al viento que hizo la tarde incómoda. En el tercio del tendido 5 hizo entrar al toro en una gran serie por la derecha que fue el aviso de lo mejor, una gran serie de naturales y otra más en la que sobresalió el segundo natural, verdadero monumento al arte de torear. Quieta la figura, firmes los pies, levemente colocado en la línea del pitón donde llegaba el medio pecho del torero y rematando largo y detrás de la cadera gracias al prodigioso movimiento de la muñeca que alargaba el pase del torero y el paso del toro.

La culminación en el segundo natural de la segunda serie fue el remate abajo que produjo el momento donde contemplar la pureza llega a hacer saltar las lágrimas. La velocidad medida, disminuyendo a lo largo de las series desde un primer pase donde se atemperaba la velocidad del toro que embestía codicioso a los siguientes, donde el tiempo se alargaba mientras el toro perseguía la muleta completó la faena que se remató con unos naturales a pies juntos que parecían y eran un adorno y acabó con la entrega del torero en la estocada que acabó con el toro.

Gran corrida con tres toros nobles, dos de ellos codiciosos y uno de ellos bravo, que le correspondió a David Mora quien no tuvo su tarde. Los caprichos del sorteo, tan presentes en esta feria, le depararon a Octavio Chacón dos toros mansos, complicados y peligrosos, especialmente el primero de su lote, con el que Chacón compuso la faena de torero macho más importante de los últimos años.

El toro siempre buscó el cuerpo del torero al que llegó en varias ocasiones, por abajo buscaba las zapatillas y por arriba el cuerpo del torero. Sin descomponerse, nunca le perdió la cara al toro y siempre le ofreció su muleta en un intento vano porque el toro embistiera por derecho. Sólo le busco los costados para prepararle a matar en una demostración de valor y pundonor, de una faena sin concesiones ni demagogias, que acabó con una estocada caída pero entrando con todo al bicho que nunca dejó sus intenciones de ir a por el torero.

Una gran faena de valor seco y consciente la de Chacón y una fascinante de Urdiales a una corrida de toros encastados que recorrieron la nobleza, la mansedumbre, la fiereza, la codicia y la bravura. Ética, épica y estética se unieron en una corrida para recordar la belleza que el toreo puede atesorar y mostrar en sus diferentes facetas.