Un toro bravo es fácil de definir como tal por la mayoría de los aficionados que, con un mínimo de conocimientos presencien su lidia. Pero a la hora de matizar, surgirán muchas discrepancias. Unos preferirán un tipo de «bravura» con mucha fiereza y mucha fuerza en las embestidas. A estos aficionados les gusta un toro que embista a gran velocidad aunque lo haga con violencia. Que se arranque al caballo como una exhalación y quiera derribar con verdadera furia. Que sea muy pronto y no deje colocarse a los banderilleros y que en la muleta embista con rabia aunque humille poco, sin recorrido por revolverse con presteza; esto no será agradable para los toreros, pero sí para el mayoritario de los públicos. Un toro así emociona, trasmite sensación de peligro y valoriza lo que el torero haga con él. Todos lo admirarán como un animal fiero y codicioso.
Pero es esta el tipo de bravura de todos los aficionados; en principio no lo será de la mayor parte de quienes se ponen delante de él. Por otro lado si hiciéramos una encuesta entre un grupo de buenos aficionados, seguro que encontraríamos opiniones diversas. Varios, con seguridad, contestarían, «si» se trata de un animal encastado y agresivo, pero prefiero una bravura más templada, más atemperada. Varios dirían que les gusta el que tiene buen «tranco» clase y ritmo en la embestida. Que se arranca pronto, de largo, con las cuatro patas a la vez, galopando, se acompañe de embestidas bravas y humilladas, en el caballo no debe cabecear y no sonará el estribo, no deberá salir al encuentro espontáneamente, si no al quite de algún torero. Su embestida deberá ser humillada «haciendo el avión», así durante todas las suertes, con codicia necesaria para transmitir el deseo de coger el engaño, con celo pero sin rabia, y mostrar un recorrido que sobrepase el que le ordena su lidiador con capote o muleta. Ese es el toro ideal para la mayoría de los toreros y el que gustaría a muchos aficionados exigentes.
Supongamos que los dos tipos de toros son de una misma ganadería, cuál sería la variedad de bravura más deseable tener, al margen del gusto personal del ganadero. Los dos toros muy diferentes con dos tipos de bravura, los vemos en las Plazas y complacen uno a una parte del público y el otro al aficionado exigente.  Es ahí donde reside la estrategia de selección de un ganadero, que tipo de bravura tiene que buscar entre sus animales, la que gusta a los públicos, la masa, la del aficionado exigente, la del torero… Ese es el dilema, cría para su gusto, en fin que es muy difícil complacer a todos y es por tanto el ganadero el que tiene que emitir su juicio una veces más favorable que otras. Pero el aficionado exigente no puede renunciar a la variedad de encastes, como los tenía y no hace tantos años.
Por Mariano Cifuentes