La realidad demuestra que no es tan difícil ilusionar a los aficionados. Son pocos, ciertamente, pero están necesitados de buenas noticias que los vacunen contra el contagio de la destaurinización galopante.

Dos carteles, solo dos, han bastado para constatar que es posible presentar una cara diferente de la fiesta de los toros. Dos carteles, las dos primeras corridas de Madrid, con dos ganaderías de renombre y seis toreros que se han ganado un puesto en Las Ventas, pero que no gozan del estatus de figura, constituyen por sí solos dos alegrías que debieran repetirse otras muchas tardes.

Dos carteles de los considerados ‘modestos’ por la tremebunda corrección política y cargados del máximo interés. Lo que son las cosas. Quién lo iba a decir… Seguramente, ni el Domingo de Ramos ni el de Resurrección se llenará la plaza de Madrid, pero los que acudan, que no serán pocos, lo harán con la fundada esperanza de que la emoción verdadera surja en cualquier momento. Y en el caso de que los toros no ayudaran, está claro que los seis toreros darán de sí lo inimaginable porque tienen hambre y sed de triunfos y porque son -eso sí- héroes de probada condición.

Robleño, Octavio Chacón y Pepe Moral lidiarán la corrida de Victorino Martín. Un cartelazo. El hierro ganadero ha dado sobrados motivos para que le acompañe la expectación. Los tres hombres han emocionado a su manera: el primero, con su constante gallardía; el segundo, con su conocimiento, y el último, con una clásica concepción del mejor toreo al natural.

David Galván, Juan Ortega y Pablo Aguado se enfrentarán a los toros de El Torero, que triunfaron el año pasado. Galván ha sufrido percances que le han impedido corroborar las muchas y buenas cualidades que le acompañan; Ortega es la prueba de que la fe, el esfuerzo y la calidad merecen un premio, y Aguado es otro artista que ha dado, como sus compañeros, variados motivos para ocupar un puesto en esa terna de lujo.

Premio, pues, para el caballero empresario, Simón Casas, que tantos palos merecidos recibe, a quien hoy debe reconocérsele el mérito de haber confeccionado dos carteles muy meritorios.

Otro asunto es que sea casualidad. O no, quién sabe. Pero el comienzo no puede ser más esperanzador.

La ilusión que se abre en Madrid se cierra en las ferias de Castellón y Valencia. En ambas hay nombres nuevos e interesantes, pero en las dos sobran, y de qué manera, otros toreros maduros, mayores, vistos, amortizados… Qué cansancio, por Dios, ver a los mismos de hace quince años, otra vez, en los carteles con las mismas sardinas birriosas de tantas temporadas. Los tiempos cambian, pero muchos toreros son los mismos y parecen -que es lo peor- los mismos de siempre. Qué pereza pagar una entrada y sentarse en una dura piedra para ver a toreros que ya lo han dicho todo, o, al menos, que no tienen nada que decir.

Será casualidad. O no, quién sabe…

Una ilusión y un hastío. No está nada mal para una nueva temporada que se sabe como comienza, pero nadie sabe cómo acabará.

 

Por Antonio Lorca.