Por Alexa Castillo Fotos Cortesía de República Toro

Desde hace muchos años, tanto en Colombia como en Ecuador se llevan a cabo este tipo de festejos que en definitiva causan expectación y es que cuando algo hace la diferencia, causa este morbo y atractivo que hace que la gente se vuelque.
La noche del 14 de agosto, el Pueblo Mágico de Huamantla, Tlaxcala celebra a su patrona, la Vírgen de la Caridad, y ésto se torna en un espectáculo de luz, arte, tradición, que envuelven de una mágica manera una festividad que desde hace algunos años se ha convertido en patrimonio de la humanidad.
Y es que la fiesta está en un momento en el que necesitamos algo que nos devuelva la fé, necesitamos cambios que sin deteriorar nuestro amado espectáculo, vuelvan a acercan a la afición a los tendidos.
«La noche que nadie duerme» se ha denominado a esta fecha tan tradicional en la bella ciudad de Humantla y es que para quien no ha tenido la oportunidad de acudir a esta celebración, las calles se visten de gala, con alfombras florales hechas con arena de colores y motivos decorativos que servirán para que la procesión que lleva a la Patrona, pueda recorrer los caminos.  Son una auténtica obra de arte.
Elaboradas por las familias oriundas del lugar quienes no escatiman en gastos para que sus calles sirvan de moqueta a la Virgen de la Caridad.
A las 8 de la noche una procesión que lleva a la Virgen, llega hasta la plaza de toros que sin luz artificial, encabezada por el Obispo del lugar y las autoridades eclesiásticas, y proseguida de los matadores acartelados y sus cuadrillas.  Artistas destacados interpretan el Ave María y la ceremonia es alumbrada únicamente por velas, que todos los que se encuentran presentes, portan en sus manos. Las bendiciones recorren pasmo a pasmo todo el lugar y un ambiente místico, entre aromas de copal y cirios hacen que se enchine la piel del mas escéptico. Muchas remembranzas nos vienen a la mente con este espiritual y contemplativo evento.
Una ceremonia que invita a despertar las emociones de todos los que se encuentran presentes en la centenaria plaza, coros vocales y toda una producción digna de ovacionar.
Antes de que los diestros partieran plaza, se entregó una placa por motivo de los primeros 100 años del recinto. Y se dice fácil, pero 100 años de una plaza que ha visto pasar a cientos de toreros, en estos tiempos es un diamante que brota a la luz, y hay que cuidar de la más delicada manera.
Anoche estuvieron presentes en el Aniversario de la plaza de toros «La Taurina» el rejoneador Santiago Zandejas, junto con los Forcados Mazatlecos, y a pie Joselito Adame, Octavio García «El Payo» y Angelino de Arriaga, quienes lidiaron un bien presentado encierro de la divisa de Xajay que fue muy disparejo en juego.
Santiago tuvo en suerte un toro que aunque con buen son, tuvo muchos bemoles. La bravura no fue una de sus principales cualidades y al joven centauro le costó un poco de trabajo poder fijarlo. Hubo emotivos momentos en los medios de la plaza con un cambio espectacular casi en cámara lenta. Las  facultades de las cabalgaduras y del diestro jinete llegaron a resonar en las alturas de la plaza  que registró un lleno en sus tendidos. Pero hubo de ser René Tirado, Cabo de los forcados Mazatlecos quien diera el do de pecho al encarar a su enemigo, pese a un encuentro del que parecía saldría trompicado y que sin embargo gracias a su talento pudo corregir asumiendo las embestidas violentas para ser apoyado por sus ayudas y lograr parar al burel sin ningún contratiempo. Zendejas mató ágilmente y dio la vuelta acompañado por Tirado a quien la gente ovacionó con mucha fuerza.
Joselito Adame venía a poner orden y dejar en claro el extraordinario momento por el que atraviesa. Y es que cada día está más asentado. Ayer Joselito ya dejó el aroma de las notas originales de un buen vino. Maderas, regaliz y retama.  Ya dejó ese sabor a roble nuevo que por momentos lo hacía caer en apresuradas faenas con cierta forma pero sin fondo. Ya empezó a tener esa complejidad de algunos tintos de crianza con toques especiados y el gusto que le dan los matorrales de los montes bajos del mediterráneo, y es que después de esta temporada en el Viejo Continente, los matices se han dejado de contrastar y han dado cuerpo a un sabor que empieza a ser único.
Momentos virtuosos en su primero con detalles finos y gentiles que tuvieron un enorme eco en los espectadores que le celebraron gustosos el firme desenvolvimiento que le llevó al corte de una merecida oreja tras una culminación maestra al recibir al cornúpeta. Su segundo no tan emotivo nos brindó la oportunidad de ver ese fondo del que hablábamos, en que  ya la madurez le permite dejarnos el grato sabor de boca pleno y de paso ligeramente astringente, vivo de acidez, con matices  de cacao y madera que en combustión se refuerzan dando un prolongado final que nos asemejaría a la de un buen puro. Un auténtico Ramón Bilbao Reserva Magnum del 2011. Ese sabor de Joselito quedó en el paladar de quienes tuvimos la suerte de asistir al festejo.
Octavio García «El Payo está en uno de sus mejores momentos. No podría decir que en el mejor pues siempre esperamos más de los toreros con cualidades y es que creó una obra de arte, una danza que al contarla nos rememora a los grandes artistas. Con ese peso de Antonio Canales, sin embargo la excelsitud del arte de Mario Maya, la transmisión y frenesí de Antonio de Gades y el romanticismo del Junco. Los momentos se hacen eternos, los jaleos parecieran a mínimas revoluciones y con una prolongada nota que resuena en el ambiente. La lentitud de los movimientos y esa muleta llevando por los aires para no molestar al animal y con las muñecas quebradas sin duda emocionaron al cónclave, que agradeció su labor.
Pero se superaría en el segundo en donde toda esa esencia de la que hablábamos, ese juego, fue envolviendo al toro en una poética escena en la que cada muletazo era una patada por bulería, marcando el compás a la perfección y alargando los tercios, cómo si fuera Rancapino quien le estuviera acompañando y la tersura de Lucía que da la posibilidad de la creación y de la extensión del movimiento, la pasión y la perfección estética. Así al término de su labor no se dejó esperar la petición del auricular con el que recorrió el anillo.
Angelito de Arriaga, el torero de la tierra es sin duda poseedor de una gran calidad y hoy plasmó en un lienzo su firma sin dejar duda de quién es y lo que tiene por entregar. Colorida su primera faena, como las hermosas alfombras, con mucha variedad en los trazos y en las líneas, sin dejar por ningún momento la armonía visual que impactó a las alturas. Espectacular al cubrir los tres tercios y con una gran intuición fue mezclando los tintes que crearon un cuadro ambicioso, un óleo que atrajo a cada uno de los presentes, pues su alegría y pundonor no podían faltar en esta fecha tan especial y en un cartel tan importante. Igual que sus compañeros, recibió un apéndice. Cabe destacar que éste fue el primer reserva, ya que el que correspondió en turno fue regresado a los corrales.
En su segundo, hubo mas turbulencia, y quedó plasmada en en la tela rasgada tras un achuchón muy aparatoso. Sin embargo con la capa había hecho recordar las antiguas suertes del maestro Pepe Ortiz, y sin duda todo apuntaba a un cuadro renacentista. Pero hay batallas internas que también se plasman en un lienzo, o en el toreo y esa era la de conseguir el triunfo pese a las adversas circunstancias. Más profundidad en el paisaje pero un final que no concluyó con el sello deseado.
Le gente saló hablando de toros y feliz de haber podido presenciar un espectáculo que se ha vuelto único en su género.