El otoño 2017 empieza exactamente hoy día 22 de septiembre a las 22 horas y 2 minutos.
La nueva estación durará 89 días y 20 horas y terminará el 21 de diciembre momento en que daremos la bienvenida al invierno.
La dehesa es la evolución del bosque mediterráneo de los encinares y alcornoques, resultado de la intervención del hombre y su ganado sobre ese ecosistema natural de tradición milenaria.
La existencia de ganado bravo, en un porcentaje importante de nuestras dehesas, aporta seguridad y garantia al espacio para las especies más amenazadas de nuestra fauna.
El termino dehesa procede del castellano «defensa» que hace referencia al terreno acotado al libre pastoreo de las ganados trashumantes mesteños que recorrían el sur-oeste español, y que data de épocas remotas.
Extremadura cuenta con cerca de un millón de hectáreas de dehesa que constituyen un paraíso de diversidad ecológica.
En Andalucia y Extremadura las crías de bravo comienzan a nacer, las más prematuras en la primera decena de septiembre, nacimientos que suelen terminar a últimos de abril los más tardíos.
Tras nueve meses de gestación de la vaca llega el momento del parto. Como el celo en la vaca va a reaparecer entre el segundo y tercer mes después del parto, todos los años nacen los becerros casi por la misma época.
Todavía se conservan en las dehesas las fechas tradicionales, y la razón principal reside en procurar que en la época de cría esté el campo en condiciones de alimentar a la madre, para criar bien, con holgura suficiente y pastos abundantes de ser buena la otoñada.
En Salamanca y en el Centro nacen unos meses más tarde.
La vaca brava es de costumbres fijas a la hora de parir, hasta tal punto, y eso lo saben bien los mayorales, que tienden a utilizar siempre la misma localización dentro de la finca para hacerlo. Unas eligen algún matorral de la dehesa, otras lo harán junto algún arroyo al resguarde de algún arbol, incluso habrá alguna que prefiera algún intricado y escarpado lugar ; pero lo que si es común a todas ellas es que buscan la intimidad.
Curiosamente, al igual que en muchas otras especies, la vaca brava tiende a parir de noche o al amanecer.
Se trata de buscar que los becerros nazcan en los meses de menos frío, pues las bajas temperaturas pueden ocasionar la muerte a los recien nacidos. De todas formas, siempre hay un tanto por ciento de becerros que mueren al nacer o en los primeros días de su vida.
Llegado el momento, la vaca dejará de comer y se muestra inquieta. El abultado vientre del que gozaba en los días previos descenderá y se descolgará, produciéndose el derribamiento de los cuartos traseros. Abrirá la boca con evidentes signos de sed, y, separando las patas traseras, hundirá los ijares, orinando repetidamente. Comenzará a echarse al suelo y a levantarse varias veces, con movimientos extraños y como convulsivos, arqueando el dorso. Qué duda cabe de que el parto esta próximo, y que estas reacciones son debidas ni más ni menos que a los propios dolores producidos por las continuas contracciones.
Durante esta fase inicial del parto, que dura alredeor de cuatro horas, la vulva se vuelve tumefacta, abultada, con los labios ensanchados, en los que van apareciendo pliegues transversales ; las mamas se tornan calientes y globosas y el ano se encoge e invagina. El tapón gomoso que sella el cuerpo del útero se deshace, apareciendo una mucosidad amarillenta por la vagina. Debido a la secreción de elastina, hormona que se libera en este momento, se produce la relajación de los ligamentos de la pelvis.
A continuación se da la fase de dilatación. Comienza cuando se inicia la apertura del cuello interino por la presión de los líquidos placentarios una vez regularizadas las contracciones uterinas.
Al principio se produce una cada quince o veinte minutos, con una duración de unos veinte segundos, para más tarde, y a medida que avanza el parto, repetirse cada tres o cuatro minutos. El cuello uterino se va dilatando hasta alcanzar un diámetro de unos ocho o diez centímetros. Lo primero que aparece son las pezuñas y las patas delanteras, entre las que se acomoda la cabeza de la cría. En este momento la vaca puede adoptar dos posturas, bien permanecer de pie, sobre todo si sospecha que hay algún peligro en los alrededores ya que esta posición favorece la alerta y la defensa, o bien tumbarse sobre uno de sus costados en los momentos de más relajación.
Si lo hace de pie la vaca encorva los lomos y junta las patas para ayudarse en el esfuerzo. Lo primero que se produce es la salida y ruptura de la bolsa de aguas, con la inminente aparición de la cabeza del becerro. Una vez la cabeza está fuera la vaca hace su máximo esfuerzo para empujar los hombros y el pecho del ternero a través de la abertura pélvica. Los músculos abdominales del ternero se relajan y sus caderas y patas traseras se comprimen para permitir una fácil expulsión del resto del cuerpo. El becerro nace libre de membranas fetales ya que estas permanecen fijas en el útero por los cotiledones o » botones «. Una vez que el cordón umbilical pasa a través de la pelvis y vulva, este se rompe y los pulmones del becerro comienzan a funcionar.
Es impresionante el cuidado con que deja caer el becerro sobre los corvejones antes de llegar al suelo.
La otra posibilidad es que el parto se produzca con la vaca tumbada. Si es así la rotura del cordón umbilical se suele producir una vez que la madre se levanta ; si por el contrario, permanece unido después de que la vaca se incorpore, lo cortará con los dientes.
En ambos casos, una vez que se ha repuesto tras un breve descanso, que dependerá de las dificultades encontradas en el mismo, la vaca lamerá las envolturas fetales que permanecen adheridas al becerro, sobre todo las que queden taponando la boca y los ollares para que el becerro pueda comenzar a respirar, dejándolo limpio y reluciente, consiguiendo además, tres importantes finalidades :
1. Secar al recién nacido.
2. Mantenerlo a una temperatura uniforme para que no pierda calor y se enfrié por la evaporación de los líquidos que lo envuelven.
3. Estimular la circulación periférica del becerro por el masaje continuo que le está proporcionando la vaca al lamer.
El becerro una hora después busca desesperado la teta de la madre y succiona su leche hasta la saciedad, siendo muy importante que ingiera los calostros maternos durante las primeras horas de vida para protegerlo e inmunizarlo frente a posibles enfermedades, el becerro se queda dormido y la vaca se aprestará a esconderlo y protegerlo de posibles e indeseables depredadores.
Los recien nacidos maman por término medio unas ocho o diez veces diarias, con una duración de unos quince o veinte minutos por toma.
Horas después del parto la vaca eliminará la placenta y las envolturas fetales, encargándose de hacerlas desaparecer mediante su ingesta.
Los becerros sienten curiosidad por todo. La hierba del otoño joven y tierna les acaricia haciéndoles cosquillas en el hocico. Conocen el bramido triste quejumbroso de su madre, y a él sólo obedecen. Una llamada única, inconfundible, a la que atienden siempre.
Por Mariano Cifuentes
Administrador de los coquillas de cifuentes