Una floja entrada en lo que fue la corrida navideña de la Plaza de Toros México en tarde que se guardó un minuto de silencio a la memoria del recién acaecido Juan Silveti. Se lidió un bien presentado encierro de la ganadería tlaxcalteca de Rancho Seco que dejó mucho que desear en cuanto al juego, la bravura y emotividad, siendo el único que sirvió, el lidiado en quinto lugar.
Fabián Barba ha dado la tarde. Siempre ha demostrado un valor a toda costa, una decisión mas allá de los límites, una calidad en su que hacer y unas ganas de ser torero que no le caben en el cuerpo, pero hoy, para el que no lo tuviera claro, lo dejó grabado con letras de oro.
Cuando te anuncian una corrida como ésta, en una fecha complicada y con matadores que no reciben la cantidad de oportunidades y tardes que merecieran, definitivo  el sabor y el panorama cambian drásticamente. Y ha sido Barba víctima de sus propias capacidades. Y es que esa madurez, esas facultades, ese estoicismo, esa tranquilidad con la que asume compromisos como los de hoy, hablan de un torero que mereciera estar colgado al lado de las máximas figuras, en carteles mucho más redondos, sin menospreciar el que hoy tuvimos la suerte de ver.
Barba es como un mago, que en el sombrero tiene tantas suertes, que maneja la baraja como el mejor croupier y que sabe de antemano cuál es la carta que debe utilizar para crear una faena, está lleno de recursos y los aprovecha ecuánimemente ya que su primer enemigo, soso, distraído, con la cabeza suelta y tirando derrotes, no le permitía el lucimiento, así que fue el joven hidrocálido el que decidió ir a por todas y le extrajo muletazos de gran valía, mostrando esa capacidad tan grande que los años y la experiencia así como la intuición le han otorgado. Lamentablemente falló con la espada y eso le robó un triunfo que definitivamente el público reconocía.
Su segundo fue igual de soso, sin oportunidad de prestarse al lucimiento, lo cual no impidió a Fabián lograr su objetivo. Hubo de mover una montaña, de escalar el hielo cuando está por derretirse, de cavar un pozo en un desierto, de tropezarse con la pared y aún así derribarla para llegar a su meta. La habilidad, el talento, la destreza con la que realizó su trasteo fue impecable, es que no había manera de escribir en el pentagrama sin tinta en el tintero. Fue nuevamente aprovechar cada segundo como un condenado, como si se quedara sin aliento. No había toro pero había torero! Acariciando con la pierna los pitones del soso y manso nos mostró su validez, su eficacia y disposición.
Se escuchó un aviso pues la faena había sido larga. Poco criterio del juez de plaza.
No había más por hacer que irse por el acero. Y se fue Fabián con todo, se entregó como aquel que no tiene ya mas nada que perder, se volcó encima de su enemigo que lo cogió de muy fea manera para en el piso hacer por él y prendiéndolo del vientre hacerlo volar por los aires. Una de las más dramáticas estocadas que hemos visto en mucho tiempo y que le valió la entrega total, sí total de cada uno de los espectadores que se encontraban en la plaza. El toro rodó espectacularmente y después de mucha insistencia del público que exigía como debe ser, la oreja, ésta fue otorgada. Una de las orejas de mas valor de la presente temporada, que pudo haber sido acompañada de la segunda sin problema, aunque ese poco criterio de la autoridad que fue tan evidente hoy, lo impidió. El desempeño de Fabián fue impecable y pocas tardes se ha escuchado el grito de torero! torero! con tanta fuerza y convicción por parte de la concurrencia.
Antonio Romero no consiguió el triunfo.
Su primero, un toro con el mismo tenor que los hermanos, no le permitió el lucimiento. Hizo un esfuerzo grande y se vio la voluntad por encima de todo, pero las condiciones definitivamente no ayudaban mucho. Romero que reaparecía en la México después de una cornada gravísima y de la que los pronósticos eran verdaderamente desalentadores, ha podido volver a vestirse de luces y ese mérito, sólo lo tiene quien quiere ser. Brindó su actuación al cuerpo médico de la plaza, dirigido por el doctor Rafael Vázquez Bayod. Tuvo momentos destacados que le agradeció el cónclave.
Su segundo toro, fue el mas destacado de la tarde. Con la mano izquierda le instrumentó una templada tanda, mostrando el recorrido templado que tenía el de Rancho Seco, pero de ahí ya no pudimos ver más. El toro por encima del torero. Y es que han sido contadas las tardes que Romero ha podido volver a portar el terno. Hablamos de una cornada de la difícilmente se iba a reponer. Ahí es donde ha faltado apoyo, oportunidades de las diferentes empresas. Y si bien no es un pretexto para no haber salido con el triunfo, sí es una justificación. No podemos medir a todos con la misma vara.
Gerardo Adame hoy salió convencido de mostrar quién es. Desde que se abrió de capa, y en un quite sumamente ceñido por tapatías cambiando el viaje del toro y emocionando al público para brindar también a los médicos que lo atendieron hace unos meses ante la impresionante cornada que recibió en este mismo coso. Con la muleta logró extraer valiosos muletazos ante un manso bobo que no tenía la menor emotividad. Una actuación de mucho mérito y gran calidad. En la que la hondura y el sentimiento del torero llenaron ese espacio que corresponde al toro bravo. No dejó ir un solo muletazo, quebrando la muñeca y acompañando las embestidas enseñó grandes cualidades que lo pueden llevar a carteles mas redondos. Mató eficazmente para recibir la oreja, muy merecida.
Su segundo no bajaba la cara de ninguna forma. Toro sin la mas mínima transmisión y con el que estuvo por encima, intentando, pero es que sin materia prima, no se puede edificar. Y sin embargo el pundonor que posee y las ganas de ser lo tuvieron intentando a toda costa dar la nota. Lamentablemente todo quedó en ese intento y en el reconocimiento de un público que hoy valoró en mucho hasta los mas pequeños detalles.
La semana que viene recibimos el año con una corrida de rejones. Emiliano Gamero, Luis Pimentel y Sebastián Torre lidiarán un encierro de la ganadería de San Marcos, acompañados por los forcados de Mazatlán y los portugueses de Alcochete.
Por Alexa Castillo