En la corrida de ayer, por lo que pudimos ver, Juan Pedro Domecq les había inyectado a sus toros de Parladé la misma bondad que lucen los originales puesto que no se puede entender de otro modo. Recordemos que, por ejemplo, hace pocos años, los toros de Parladé tenían casta, fiereza, bravura intacta y, claro, los  mataban los segundones del toreo puesto que, entre otros, Iván Fandiño hizo varias faenas memorables en Madrid a dichos toros encastadísimos. A este paso, los toros de Parladé se los quitarán de las manos a Juan Pedro puesto que, más que en los toros, en su lidia, parece que estemos en misa recibiendo la sagrada comunión.

Algunos de los animalitos de Parladé del día de ayer, eran santos hasta el límite de los altares, que se lo digan a El Cid, como a López Simón que, en sus manos tuvieron unos animalitos para lograr el triunfo total y, como en el caso de López Simón que molió a su primero a muletazos insulsos, dada la bondad del toro cortó una oreja que nadie recordará jamás puesto que, el toro era de rabo. Tras lo visto, Madrid está de rebajas. No entiende nadie esa bondad para darle una oreja a López Simón tras aquella faena voluntariosa que, sin duda, lo mejor fue el espadazo. En su segundo se le paró y quiso aburrir a todo el mundo con una insistencia cansina con la que logró que todo el mundo se llenara de hastío.

El Cid se despidió de Madrid con dos toros tontos, pero de una bondad infinita que, sin duda, empalagaron al torero de Salteras que, acostumbrado a la gloria de la bravura y fiereza de tantos toros que ha lidiado en Madrid de semejante condición, aquellos bombones se le atragantaron. Era la sombra de El Cid la que ayer pasó por Madrid que se le despidió con total respeto puesto que nadie ha olvidado sus epopeyas en dicha plaza puesto que, amén de haber salido en hombros en dos ocasiones, por ocho veces tuvo la puerta grande abierta, algo que no logró por culpa de la espada pero, sus gestas las recordará Madrid eternamente. Recuerda uno, respecto a El Cid, aquella gloriosa faena al toro “capitán” de Hernández Pla y, se emociona cualquiera al recordar aquella gesta que, en definitiva no era otra cosa que el presagio de todo lo que vendría después por parte de tan magno torero. Se ha marchado para disfrutar de todo lo que ha ganado, algo que nos alegramos todos puesto que nadie le regaló nada.

El cartel era Roca Rey, ello ante todo. Él puso el no hay billetes porque con sus compañeros, de haber actuado en mano a mano, ni media plaza hubieran congregado, pero el peruano está en permanente estado de gracia y su poder de convocatoria es inmenso. Salió su primero de Parladé que era un santo que había bajado de los altares; un bombón de Estepa con una dulzura angelical. La única pega es que el animalito no tenía fuerza alguna y lo devolvieron. Salió un sobrero del Conde de Mayalde que, sin mala idea, pero con cierta chispa en su acometida y, en la faena de capote se encontró en su camino a Roca Rey que le arrolló de forma dramática; como dije, Dios estaba en la barrera puesto que nadie entiende de forma lógica, cómo el chaval salió ileso de dicho trance; luego supimos que llevaba una cornadita que no le impidió matar al toro y, por supuesto, al que hizo sexto en la tarde.

Dolorido como estaba trató de convencer con dicho enemigo pero no lo logró; puso todo de su parte pero el de Mayalde tenía cierta aspereza que no le permitió hacer la faena clásica de su repertorio. Mató de un bajonazo y se marchó para la enfermería. Salió el sexto y, cuando todos creíamos que dada su mansedumbre en el caballo no había faena, Roca Rey nos demostró lo contrario y, claro que la hubo y de aquella manera. La entrega, disposición, voluntad, pasión y ganas fueron los argumentos para que Roca Rey cuajara una faena de la suyas con un toro que tuvo vibración al más alto nivel; cuidado que, el animalito no quería coger a nadie porque de haber querido, Roca Rey, por los terrenos que pisó podía haber volado por los aires varias veces; pero no, el toro era bravo, pero de una nobleza sublime, la que entendió el peruano para cuajarle una faena más heroica que artística, la que terminó con una espadazo sublime.

Madrid, una vez más se entregó al peruano como sucede en todas las plazas del mundo. Roca Rey ha venido a demostrar que para llegar a lo más alto no hace falta ser un dechado de virtudes, con tener personalidad y gusto propio, eso tiene mucho calado. Ahora mismo sigue siendo el rey, cosa lógica cuando llena todas las plazas del mundo que, en definitiva, es lo que necesita la maltrecha fiesta de los toros. No es roca Rey torero de faenas para el recuerdo puesto que, su toreo estandarizado y sincero, no llega más allá del momento pero, señores, qué momentos protagoniza este hombre.

Pla Ventura