Dios nos libre de un toro bravo era la aseveración que en su día dijo Juan Belmonte cuando se refería a un toro de verdad porque, como solía suceder, ese toro mandaba a su casa al lidiador de turno. Y eso mismo pasó ayer en Madrid puesto que, para desdicha de sus lidiadores, el Conde de Mayalde trajo a Las Ventas una novillada de auténtico lujo puesto que, si se me apura, los seis ejemplares eran de triunfo auténtico.

Como quiera que fueran novilleros sería excesivo decir que traían en sus pitones un cortijo cada novillo pero, la gran verdad es que sí llevaban treinta contratos para cada novillero que, desdichadamente no podrán firmar. Recordemos que, muchos novilleros se han tapado en Madrid porque salían novillos casi ilidiables, en ocasiones, auténticos toros para que fracasaran los neófitos pero, vuelvo a insistir, dudo que salga otra novillada tan buena en Madrid como ayer sucediera.

Los novilleros de ayer opositaban a toreros en la primera plaza del mundo y, como si fueran tres vulgares estudiantes, entre otras preguntas les hicieron las que siguen para que aprobaran, sí o sí. ¿Cómo se llama la capital de Colombia? ¿Quién es el presidente de Estados Unidos? ¿Cuál es el pico más alto del mundo? ¿Qué rio pasa por Londres? Preguntas para que un niño chico respondiera con total acierto. Pues no, los novilleros de ayer no acertaron ni una, por tanto, fueron suspendidos por la cátedra.

No lo digo yo, lo dijo el veredicto de Madrid que, ante una novillada tan excesivamente buena, los tres alternantes, además de estar animosos, no supieron qué hacer. Por ejemplo, Rafael González con más ánimo que nadie en el mundo le tocaron dos ejemplares de lujo y, salvo la ilusión de la que era portador, nada concretó; eso sí, la oreja que le dieron en su segundo enemigo por la que será la mejor estocada de la feria, al final no le valdrá para nada puesto que en el transcurso de sus faenas no conquistó a nadie. Y digo todo esto con una pena infinita porque el escalafón necesita de una renovación que, por supuesto, los chicos de ayer no renovarán nada.

Marcos que en su día toreó una novillada por aquello de comprobar si era capaz de hacerlo, la mató y se retiró. Luego volvió pero, he aquí la pregunta porque nadie sabe por qué lo hizo. El chico tiene una hermosa familia con la que no pasará nunca necesidad de ningún tipo puesto que, por parte de madre está emparentado un afamado ganadero y, por parte de padre, nada más y nada menos que con el admirable Maximino Pérez, un empresario de lujo que sabe cómo ganarse la vida con honradez  y altura de miras.

Ayer en Madrid, Marcos, demostró con su tristeza infinita que ya ha logrado todo lo que siempre soñó, vestirse de torero. Pero le salieron dos enemigos para poder llegar a la alternativa con todo lujo y, ahí murió la cosa. Que se mire en el espejo de Alfonso Cadaval y pronto tendrá la respuesta. Vuelvo a insistir, que te salgan dos novillos de triunfo y que no pase nada, el drama no puede ser peor.

Fernando Plaza tiene buen aire de torero, es más, parece que imita a Talavante pero, ya se sabe, de mis imitadores serán mis defectos y, como sus compañeros, su ánimo tampoco caló en los graderíos que, lógicamente, tras ver el juego de los novillos esperaban mucho más de lo que pudieron ver.

Ninguno de los tres actuantes sabía que, con apenas quince muletazos, interpretados de forma bella y enemigos los tenían para ello, hubiera sido más que suficiente para que los tres hubieran salido por la puerta grande. Pero no lo supieron hacer puesto que, todo lo basaron en su voluntad, en sus ilusiones, en sus deseos por dar mil muletazos cuando, salvo los quince mencionados, los demás sobaban todos.

Pla Ventura