Fijémonos cómo está el toreo que, los toros de El Pilar, hace apenas “cinco minutos” los mataban las principales figuras del toreo pero, vaya usted a saber, un día, a Nicolás Fraile se le ocurrió echarle unas gotitas de casta a sus toros y, desde aquel instante los pilares del escalafón huyeron despavoridos ante lo que el señor Fraile había hecho que, en realidad, no era otra cosa que darle tinte de toros auténticos a los animales de su dehesa.

Por dicha razón la corrida de ayer la mataron tres segundones del toreo que, los pobres bastante hicieron con salir ilesos, caso de Juan del Álamo y José Garrido que, en sus volteretas no resultaron heridos puesto que, Del Álamo, de forma concreta sufrió una brutal cogida que, en el peor de los casos, dolorido y maltrecho, no llevó cornada tras el envite. No pudo decir lo mismo Gonzalo Caballero que sí se llevó la cornada al entrar a matar.

Por supuesto que no hubo triunfalismo en el día de ayer, pero sí toros con casta, con movilidad, con bravura algunos, con todos los signos aparentes que debe de lucir un toro de lidia y, el que sea capaz, ahí los tiene. Como pudimos ver, la casta tiene muchos enemigos, especialmente los toreros del escalafón que, ante la casta nadie se siente cómodo porque todos quieren hacer el mismo toreo ventajista que adorna a los que matan el burro adormilado. Y no es eso. Los de Nicolás Fraile pedían el carnet de torero, la acreditación con más ahínco que te lo pida en cualquier aeropuerto. Tenían que acreditarse y la cosa se complicó.

No tuvo Juan del Álamo su mejor tarde y el chico lo intentó pero, como digo, estos toros desdibujan a cualquiera. Y mucho más si has estado a merced de las astas de tus enemigos puesto que, como digo, la paliza sufrida por el diestro salmantino resultó de época; no quisiera estar en su piel. El hombre hizo todo lo que pudo porque allí había mucho que torear; es decir, acertar con la tecla adecuada para que sonara la sinfonía que nunca pudimos escuchar. La gran realidad es que, si los que torean todos los días no quieren ver a estos toros ni en pintura, ¿qué les podemos exigir a estos chicos que torean poco? Difícil la respuesta. Al final uno siempre se pregunta lo mismo. ¿Vale de algo triunfar si los demás no lo bendicen? Lo digo porque Juan del Álamo ha cortado muchas orejas en Madrid, ha salido por la puerta grande y………

José Garrido sigue siendo el torero animoso que todos conocemos pero que no tiene nunca suerte en Madrid. Con el lote que le tocó ayer no podía encumbrase, esa es la pura verdad. No es menos cierto que, a medida que pasa el tiempo nos da la sensación de que es uno más de los tres mil que hay en el escalafón de toreros y, mala cosa es esa cuando no hay progresos. Garrido quiso, negarle su voluntad sería un dislate, pero todo quedó en esa declaración de intenciones que no conduce a ningún sitio.

Volvía Gonzalo Caballero a Madrid tras su polémica del año pasado contra la empresa de Madrid que no le acarteló en la feria y, de forma inevitable tenía que demostrar su condición de torero que, para su fortuna, le toco el toro más notable de la corrida que le permitía estar en torero y cuajar una gran faena. Muchos fueron sus pases pero sin logro alguno. La corrida fue complicada en su conjunto pero, repito, el toro de Gonzalo era apto para triunfo, cosa que no pudo lograr el muchacho. Al entrar a matar sufrió la voltereta con la consiguiente cornada pero, previamente no había conquistado a nadie. Muchas veces hemos visto caer herido a un torero en el trance de matar y tras acabar con el enemigo el compañero correspondiente, los aficionados han pedido la oreja para el torero herido recordando la labor del mismo. Pero no fue el caso. Mató el toro Juan del Álamo y el silencio fue sepulcral.

Por las razones apuntadas pudimos comprobar que los toros de El Pilar, con mucha casta en sus entrañas, con sus pitones, con su genio y movilidad son los que producen emoción en los tendidos y, sin duda, cornadas. Hacer el toreo bonito ya es otra cosa.

Pla Ventura