La corrida de Alcurrucén con los remiendos de todos los toros de la casa ha sido un fiasco tremendo. Toros descastados, sin alma, sin ninguna bondad; vamos, que daba la sensación de que en vez de venir de su dehesa toledada directos a la plaza, tiene uno la sensación de han pasado antes por la sede de Podemos, no puede explicarse de otro modo. Corrida muy desagradable, confusa e inútil para la lidia puesto que, algunos, hasta tenían muy poquita fuerza.

Un fracaso con estrépito de los ganaderos toledanos que, como cosa curiosa debo hacer notar que, todas las veces que han lidiado en Madrid los hermanos Lozano y han tenido la presencia de figuras, en el peor de los casos, tres o cuatro toros siempre han embestido de lujo para dicha de sus lidiadores. Pero hoy había toreros, que nada tiene que ver con las figuras, por eso lo han pagado caro los muchachos.

El primer enemigo de Antonio Ferrera le ha permitido un poco desplegar esa torería que nos muestra a diario, nada destacable porque al final no ha podido redondear nada. En su segundo, el peor toro sin discusión, hasta daba la sensación de que estaba lesionado o, lo que es peor, que estaba loco. Lo saltos bruscos que daba en cada muletazo no eran propios de un toro de lidia. Ferrera estuvo valiente, tampoco podía hacer mucho más. Dos estocadas terminaron la vida de sus inservibles enemigos.

No quiso acompañar en sus ilusiones el primer toro que le cupo en desdicha a Diego Urdiales para que desplegara su torería inenarrable.  El toro, agarrado al piso y sin empujar para nada hacia la muleta del diestro logró que Urdiales se pusiera triste, aunque siempre torero. Su segundo, con un poco más de empuje, con  embestidas cansonas y pegando cabezazos al final de cada muletazo, pese a todo, Diego Urdiales, en un ataque de dignidad y orgullo torero le arrancó a su oponente varias series con sumo brillo porque el toreo de Urdiales es oro puro en su expresión.

Derechazos bellíismos, así como naturales de una expresión artística inenarrable. La pena, el toro que apenas tuvo la trasmisión que se necesitaba para que la faena hubiera llegado a lo más alto. Falló el toro, nada es más cierto, pero a Diego Urdiales le sobró torería para inundar el ruedo de Madrid. Dos certeras estocadas finiquitaron a sus oponentes pero, lo más importante de la tarde lo realizó el diestro de Arnedo que, hasta el momento, la suerte no ha querido sonreirle a modo de que un toro rompiera en su muleta.

Es cierto que, a medida que Diego iba metiendo al toro en su muleta, en los tendidos de Madrid se escuchaba ese run-run que presagia a toda faena importante. El toro se encargó de que la faena no tuviera el calado debido porque el animal tenía muy poquita trasmisión. Fracasaron los Lozano, pero la torería de Urdiales quedó a salvo tras todo lo que brotó de su muleta.

Repetía, por tercera vez, Ginés Marín. Nadie sabe los motivos pero ahí estuvo. Recordemos que en días precedentes le cupo en suerte el mejor toro de la feria al que le cortó una oreja bajo la indiferencia general. Hoy, sin ir más lejos, su primero tenía una bondad desmedida; es decir, este chico es un afortunado en los sorteos. La pena es que el animalito tenía menos fuerza que el erupto de un canario, razón lógica por la que no sirvió de nada para que Ginés se pusiera bonito frente a dicho enemigo. En honor a la verdad, su segundo era un regalito con el que el muchacho apenas intentó nada. Y la gente se lo agradeció.

Aboguemos si es que está en nuestra mano para que Diego Urdiales, en el último compromiso que le queda en la feria tenga suerte en el sorteo no vaya a ser que los toros buenos le toquen a El Juli que no le hace ni puñetera falta triunfar en Madrid. Por cierto, hasta el día de hoy, sin El Juli, el que dicen que venía a Madrid como salvador de la feria, Las Ventas, casi a diario, ha registrado entradas monumentales.

Todos somos precisos, pero nadie es imprescindible.

Por último, me queda la duda de saber cómo sería la negociación para la compra de los toros de Alcurrucén a sabiendas de que esta tarde no había figuras. Lo realmente cierto es que han sido calamitosos los toros mientras que, como dije, cuando hay figuras, parece que los toros lo huelen y empiezan a embestir con todo lujo. Cosas del destino.

Pla Ventura