Corrida interesantísima en el día de ayer de Montalvo que, de salir todas como la citada, la feria de Madrid sería un éxito sin precedentes. Que en una corrida salgan cinco toros para el triunfo eso no es nada habitual y, no sabemos cómo sería el que hace sexto puesto que lo cambiaron para que saliera “el tío Algarra”, es decir, el toro más grande que he visto en mi vida que, para mayor susto, lucía dos pitones, dos perchas que se podían colgar tres docenas de sombreros en cada una de ellas.

El citado barrabás le salió al único torero artista que había en el cartel que se jugó la vida sin trampa ni cartón; y tiene mucho mérito porque dicho toro merecía una lidia por la cara y nada más, pero Pablo Aguado lo intentó por todos los medios hasta sufrir una espeluznante cogida que, El Cristo del Gran Poder evitó que saliera herido puesto que, lo tuvo a merced durante un buen rato.

Parecía que se nos desvanecían todas las esperanzas al respecto de Pablo Aguado puesto que, tras aquella voltereta, todos sospechábamos que podía llevar, si no cornada, una lesión en la rodilla. Salió de la enfermería para enfrentarse al sexto que, como sus hermanos, era un toro en toda regla; no tan ofensivo como el de Algarra pero, un toro de verdad. Pablo luchó contra el viento pero, pese a todo, las veinte arrancadas que le ofreció, el de Sevilla las bordó; quizás le faltó al toro una chispa de trasmisión o, posiblemente, la dulzura en el toreo de Aguado lo dejó obnubilado para que embistiera de la forma que lo hizo. Previamente, Aguado había interpretado un par de verónicas de las que se hablará durante mucho tiempo.

No se puede torear más bello como lo hizo Aguado que, si en Sevilla bordó el toreo ante dos “jandillitas” al uso, ayer en Madrid lo hizo frente a un toro auténtico, es decir, dudas al respecto de este diestro ni una. Como digo, veinte muletazos de cartel llenos de sentimiento, torería, arrebato, embrujo; magia al más alto nivel en las manos y sentidos de Pablo Aguado. Madrid se estremeció y, cuando las orejas del toro parecían estar en las manos del torero, éste dio un mitin con la espada. No pasa nada. Lo explico. Convengamos que matar es una técnica que se puede aprender y, como se sabe, Aguado lo hizo perfecto en Sevilla. No pudo ser en Madrid que más falta le hacía. Repito que, la técnica se aprende, lo que no enseñan en ninguna parte del mundo es a ser artista puesto que, esa condición, se tiene o eres uno más y Pablo Aguado la tiene como una bendición que le ha dado Dios. Aguado no toreaba, daba la sensación de que con su muleta secaba las lágrimas de felicidad que el toro sentía al comprobar que tenía delante un amigo que le protegía. Lo dicho, alguien toreará en la feria igual, cosa que dudo, pero superar a Pablo Aguado se nos torna una quimera imposible.

Ginés Marín, por su cara, da la sensación de ser un guardia civil deteniendo a un delincuente. Vaya hombre más soso y triste. El muchacho tuvo dos toros para encumbrarse y, de alguna manera aprovechó a su primero al que le cortó una oreja que no supo a nada; son esas orejas sin calor que nadie recuerda. ¡Dios mío cómo era el toro! Pero Marín se conformó con un par de series muy correctas y gracias a la estocada cortó aquella oreja sin alma. En su segundo que tenía idénticas posibilidades no pasó de la corrección. Como fuere, no pasa nada porque si el sistema lo ha elegido, muy torpe será si no se hace rico en un rato.

Luís David Adame estuvo sensacional en su primero que le ofrecía comprarse un rancho en México, pero todo quedó en una faena correcta que toreó muy bien, nada es más cierto. Pero son esas faenas que uno se queda de plástico; lo hizo todo perfecto, mató de una gran estocada y nadie dijo esta boca es mía. En su segundo devolvió todo lo que había logrado en el anterior. Y eso que es el mejor de los Adame, nada que ver con su hermano. Pero tampoco le podemos comparar con David Silveti ni con Armillita. Es otro mexicano ilusionado que, en su país logra triunfos grandes, los que le deseamos en España.

Repito lo dicho, una corrida sensacional donde las haya que, en el acto, las firmábamos así todas. Y con la mitad también nos conformaríamos. Muy feliz debe de estar el ganadero que, como en otras ocasiones, ha acertado de lleno en los toros que trajo a Madrid. Un lujo el suyo que celebramos todos los aficionados; no sé si lo toreros, pero los que nos motiva la verdad del espectáculo, ayer estábamos todos felices y contentos.

Pla Ventura

Foto Andrew Moore