Alguien podrá pensar que he enloquecido al poner el título de la crónica, pero les aseguro que estoy en mi sano juicio; el problema es que lo que digo nadie lo ha detectado y es una verdad que aplasta. El triunfo de Urdiales ayer en Madrid, día del santo patrón, no fue otro que poner el no hay billetes en dicha corrida. Las Ventas tiene memoria y, al recuerdo del triunfo apoteósico de Diego Urdiales en Madrid en la pasada feria de otoño, él fue el reclamo absoluto para llenar la plaza puesto que, tanto Finito como Perera, juntos, no hubieran congregado media plaza que ya es mucho decir.

Y tiene mérito, muchísimo, que un torero que apenas toreó el pasado año tuviera ese poder de convocatoria, algo que solo tienen los elegidos del arte; que tres figuras llenen la plaza puede ser hasta normal, pero que lo haga un artista que apenas toreó en la pasada temporada, su triunfo es de clamor, que se lo pregunten a Simón Casas que jamás hubiera pensado que dicho día se agotaría el papel.

Luego, el devenir de la corrida resultó catastrófico puesto que los toros de Fuente Ymbro no quisieron colaborar con los toreros, salvo el que hizo tercero que, más que un toro era una hermanita de la caridad que salvó la corrida y, por ende, a Ricardo Gallardo que, el ganadero, en la temporada actual ha conseguido varios triunfos memorables, de forma apoteósica en Sevilla puesto que, tres de los toros lidiados fueron de vuelta al ruedo. Me gustó que Gallardo dijera que la corrida fue un puro fracaso, más sinceridad es imposible por parte del gran protagonista de la tarde.

La gran verdad es que poco se podía hacer con aquellos toros que no permitieron que sus lidiadores llevaran a cabo el toreo que sienten puesto que, por ejemplo Finito, que dejó sensaciones maravillosas en Valencia y Castellón, en esta ocasión no pudo reeditar hazañas. Tres verónicas de ensueño y algún que otro muletazo suelto en el haber de Finito pero, repito, allí no había mucho que sacar puesto que, los toros, sin ser criminales, no permitieron que se creara arte junto a ellos.

La suerte suele ser caprichosa y, cuando todos rezábamos para que si saliera un toro con posibilidades le tocara a Diego Urdiales para encumbrarle de una vez para siempre, el toro de la tarde y seguramente de muchas tardes, le tocó a Perera, justamente al que menos falta le hacía puesto que el hombre tiene su vida resuelta y le da igual ocho que ochenta; es más, hace tiempo que perdió su estatus de figura y dice ya muy poco; por decir, debería de decir adiós.

Diego Urdiales lo intentó por todos los medios; nada dejó por hacer, quiso sacar pases donde era imposible, se jugó la vida, atisbó su toreo carísimo, el que lleva en sus entrañas pero, el nulo juego de sus oponentes le dejó sin ilusiones y, lo que es peor, así nos quedamos todos que, repito otra vez, de haberle tocado el toro de Perera, a estas horas todavía estaríamos todos toreando, como nos sucedió en otoño. Como dije, la suerte es caprichosa y dejó al riojano sin posibilidad alguna. Menos mal que le quedan dos tardes más y, con toda seguridad, algún toro le querrá colaborar pero, ¿se imagina alguien si esa tarde de Urdiales hubiera sido la única en la feria?

Y el toro que salvó la corrida le tocó a Perera que, como es fácil de imaginar, como ya hiciera en Sevilla, lo molió a derechazos sin piedad alguna cuando, el toro, como todo el mundo pudo ver era para acariciarlo, para besarlo en la boca si hubiera hecho falta puesto que, más bondad y nobleza es imposible y, lo que es mejor con el trapío de Fuente Ymbro, algo que nadie discute.

Perera lo destrozó a derechazos que, en honor a la verdad le salieron limpios; lo intentó una vez por el izquierdo y ahí quedó todo; no le gustó o quizás no lo entendió por ese pitón. La gente, claro, sumida ya en la más pura desilusión, al ver el juego del toro se emocionó porque el animal era para llevarlo a casa y amamantarlo.

Faena vibrante por la condiciones del toro que Perera finiquitó con una gran estocada que cayó trasera y baja. Hubo una petición mayoritaria que nadie podrá discutir y, el presidente, lógicamente, otorgó la oreja pero, para sorpresa de todos, cuando ya había concedido la oreja y quedaban tres docenas de despistados o claveleros con un pañuelo en la mano, el usía sacó el segundo pañuelo por su cuenta y riesgo. ¿Será pariente de Perera el señor presidente de Madrid? Lo digo muy en serio porque nadie entendió aquel regalo absurdo.

Lógicamente, Perera salió en hombros por sexta vez si mal no recuerdo pero, al igual que en otras ocasiones, salió en hombros sin saber los motivos. Es decir, en la tarde de ayer las estadísticas dirán que sumo otra puerta grande, pero nadie recordará los motivos. Esa es la diferencia entre trabajar o crear arte; lo dije y lo vuelvo a repetir, Urdiales llenó las Ventas porque la gente recordaba su gesta artística del pasado otoño, pero nadie recordará esta salida de Perera que tuvo lugar entre broncas y abucheos. En su segundo, sin demasiadas opciones, tampoco arriesgó nada y ahí murió la tarde.

Pla Ventura