La corrida del Puerto ha dejado mucho que desear; yo diría que todo. Vaya bueyada infame que, salvo el tercer toro de la tarde, imagino que será muy difícil igualar un festejo tan aburrido y triste por culpa de los toros y, sin duda, por los toreros. ¿De qué sirven esos armario roperos que son dichos toros si dentro no tienen ni calcetines? Ese es el toro que quieren traer para Madrid que, como se comprueba, solo lleva al fracaso.

Tras este tipo de festejo con esos toros infames y asquerosos, uno no tiene más opción que tirar de recuerdos para acordase de las trilogía de los ganaderías de Albaserrada que, además de toros, sentimos la emoción y la dicha de ver cómo algunos toreros triunfaban con toda ley, sencillamente porque tenían enfrente a toros auténticos capaces de proporcionar lo que hoy no han tenido estos animales, emoción. Sin emoción, de la que fuere, la fiesta es pura parodia.

Me quedo con el tercero que, para suerte del ganadero sí tenia un cierta dosis de bravura o, en el peor de los casos, sin ser nada apasionante, tenía bondad para que su lidiador hubiera realizado una faena brillante pero, el animal cayó en las manos de López Simón que, para su desdicha, lo molió a derechazos sin alma ni fundamento. Una faena que pudo haber sido puesto que, de haber matado bien al toro, la oreja la tenía en la mano. Es cierto que, gran parte de esa posible oreja a la que aludo pudo haber venido por la sensibilidad del público cuando vio la tremenda cogida que tuvo López Simón y de la que salió  milagrosamente ileso. Ya puede López Simón considerarse figura del toreo porque, como sabemos, a los que ostentan dicho galardón los toros no les hieren. Ahí tenemos el caso contrario de Manolo Escribano que, cuando resulta cogido, se marcha con el pitón dentro de sus muslos. En su segundo enemigo de peor condición, López Simón estuvo tesonero hasta el más vulgar aburrimiento que, lo que es peor, todavía le queda otra tarde en Madrid.

No pudo reeditar el éxito anterior Antonio Ferrera que, lleno de voluntad y pechando contras las nulas condiciones de sus enemigos y del propio viento, lo suyo quedó en nada. Voluntad, tesón, ganas, pero aquello era como decía en el titular, en funeral de tercera. Muchos fueron los condicionantes para que una tarde como la que hemos vivido nos haya sumido en el sopor más absoluto. ¿Habrá un espectáculo más triste y aburrido que una corrida de toros anodina?

Miguel Ángel Perera repetía en Madrid para ver si le regalaban otra puerta grande pero, no ha sonado la flauta. Sus enemigos no han tenido mucho, pero él ha tenido menos. Esbozos de voluntad, tirar líneas de aquí para allá pero sin el menor logro. Pese a que el otro día tuvo un buen toro, aquella segunda oreja fue un regalo por cuenta del presidente. Para cortar do orejas en Madrid, como mandan los cánones, se necesitan dosis de torería que Perera no tiene. Siendo un trabajador por cuenta ajena del toreo se ha hecho rico, algo que me alegro muchísimo. No es para menos.

Poca historia que contar de un espectáculo lamentable que no ha convencido a nadie; ni el tercer toro que tenía atisbos de bravura no ha podido dar la satisfacción de haber visto una buena faena. No era el día, ni la hora, por supuesto. Otra vez será, hermano.

Pla Ventura