La corrida de Zalduendo propiedad de Alberto Bailleres en la actualidad, no fue lo que todos esperábamos salvo ese primer toro que era de bandera. Corrida sin grandes problemas, muy bien presentada pero de juego muy desigual. Sorprendió el primero como explico, e incluso el cuarto a mitad de la faena rompió a favor del diestro que, milagrosamente le cortó las dos orejas, me refiero a Antonio Ferrera que ni él mismo se lo creía.

El primer toro era de escándalo y, en honor a la verdad Ferrera lo supo aprovechar. Se gustó Antonio con su tauromaquia sui generis, o lo que es lo mismo, de su invención y todo le salió muy bien porque en realidad, tanto con  la mano diestra como con la siniestra, en Ferrera fue todo natural; es decir, sin ayuda de la espada. Logró momentos muy bellos, pases cadenciosos, llenos de ritmo y por ende, mucho sabor. Nada dejó por hacer el extremeño que aprovechó muy bien las dulces embestidas del toro. Un estocada de gran ejecución  y de exposición al más alto nivel puesto que citó al toro muy de lejos y, en el encuentro se llevó la muerte y le valió una oreja de peso, hasta el punto de que le pidieron la segunda que posiblemente merecía ante aquel tratado tauròmaco que nos ofreció y que tanto nos emocionó.

En su segundo por el que nada hubiéramos apostado, a mitad de la faena se olvidó del gazapeo y rompió a embestir como mucho ritmo, algo que aprovechó Ferrera para hacer una segunda parte de la faena muy emocionante. Estuvo inspirado el diestro que, sin duda, ha tenido su mejor tarde en Madrid. Tras una gran estocada le pidieron la oreja que, comparada la faena con la anterior, la oreja hubiera sido generosa pero, el presidente le concedió las dos porque le dio la gana, eso se llama seriedad, si señor Ferrera se marchò en olor de multitud pero la segunda oreja no hacia falta alguna, es más, aquello ridiculizó la gran tarde de Ferrera.

Fue curioso que la plaza de Madrid le sacara a saludar tras el pasillo por aquello de la caída que dicen que tuvo en el ría Guadiana pero que, no hemos visto nadie una imagen de dicho accidente que, tras ver al diestro tan pletórico de salud todo nos hace sospechar que cayó al río desde una altura de cincuenta centímetros. ¿Verdad? Igual era todo propaganda, qué sabe nadie. ¿Cierto? Pero no entremos en matices absurdos y quedémonos en su inspiradísima tarde en Madrid.

La suerte no quiere aliarse con Curro Díaz en Madrid puesto que, en las tres últimas temporadas no le ha salido un toro de triunfo puesto que, los que antaño le habían tocado, con ellos triunfó por la grande. Venía a Madrid precedido por dos triunfos grandes frente a toros de Victorino Martín pero, lo necesitaba en Madrid y los toros le negaron toda posibilidad de éxito. Su primero era un tonto del capirote como dirían por Andalucía; había que arrancarle los pases con un sacacorchos,  por tanto, la posibilidad de triunfo no cabía. Pese a todo, los esbozos y retazos de Curro Díaz fueron una constante durante toda la tarde porque, pese a que algún memo haya querido dejarle en entredicho, la torería de Curro Díaz puede con todo. Su segundo era la antítesis del primero porque tenía buena condición pero, el muy cabrón del toro, en cada pase huía despavorido. Curro batalló hasta el extremo de la desesperación propia pero, la entrega tenía que ser absoluta, lo que todo el mundo le agradeció. Como explico, sin tener enemigos de triunfo, el arte de Curro Diaz, por momentos, atisbó de forma maravillosa en esos pasajes inolvidables que el diestro sabe ejecutar. Uno, humildemente, siempre apostó por Curro Díaz como es natural y lógico porque me siento aficionado auténtico y, de haberle tocado el primer toro de la tarde, a estas horas todo el mundo me hubiera dado la razón al afirmar que Curro es uno de los grandes artistas de la actualidad. Pese a todo, lo sigue siendo.

La voluntad de Luis David es su arma más honrada frente a sus enemigos. Nada que objetarle al muchacho que siempre tiene una disposición admirable. No tenían mal talante sus enemigos pero tampoco le permitieron muchas florituras. Sin ser malos, no tenían el suficiente atisbo de bravura como para repetir veinte veces seguidas, por tanto, Adame les robó los muletazos a sus enemigos con una pasión arrebatadora porque, repito, a este chico no se le puede negar su voluntad sin límites. En su segundo sufrió una escalofriante voltereta que nos asustó a todos. Parecía no estar herido pero la paliza que llevaba el chico era impresionante. Regresó mientras iba a la enfermería y, lleno de coraje y valentía acabó con su enemigo, toda una proeza de su parte.

Pla Ventura