La corrida de don Luís Uranga nos decepcionó por completo puesto que, cuando todos anhelábamos ver la casta y fiereza de los Pedrazas, por momentos los toros salmantinos nos recordaron a Juan Pedro por la actitud que tuvieron en la muleta. Corrida bien presentada pero de un juego decepcionante para lo que nos tiene acostumbrados esta ganadería puesto que, con ver el cartel ya sabíamos a qué atenernos al respecto de juego de los toros, al menos el que esperábamos.  Es cierto que la corrida tenía un peligro sordo, que se lo digan a Juan Leal, pero en líneas generales resultó cansina en su embestida y sin alma que es lo peor que le puede pasar a una ganadería como la citada. Todos creíamos que íbamos a sentir el peligro latente y de puro manifiesto que suelen sacar estos toros pero, ya bondad constatada nos dejó fríos a todos.

Si digo que ayer Octavio Chacón tuvo su mejor tarde en Madrid, cualquier podría pensar que he dicho un pecado mortal o que estoy loco; pero es la pura verdad. Octavio toreó a sus oponentes con más gusto que nunca, hasta sacó muletazos en sus tres enemigos de mucha categoría pero, amigos, no hubo conexión alguna y por poco, en el último que mató por Juan Leal, casi que le abroncan. Nada que objetarle a Chacón que puso voluntad, por momentos torería, pero no era el torero que todos esperábamos. De las tardes que toreó el pasado año en Madrid, sus triunfos o reconocimiento le vino dado por la vibración que tenían sus toros, algo que calaba en el tendido porque se palpaba el peligro, algo que ayer no sucedió. ¿No había peligro? Sin duda porque en el último de la tarde Octavio tuvo que sacar recursos de torero puesto que el bicorne tiraba tornillazos al final del muletazo. Muy triste ayer con los Pedrazas que tenían fachada y medias arrancadas cansinas.

Como quiera que la corrida fue casi toda pareja en todos los sentidos, ahí naufragó más que nadie Javier Cortés que, como es notorio, es un hombre valiente pero que necesita de un enemigo de muchísima trasmisión para que pongan sus enemigos lo que él no tiene. El hombre lo intentó de todos modos aunque, en ocasiones disculpado por el viento, lo cierto y verdad es que no encontró la medida para el éxito. Se le ha ido la feria pero lo queda el consuelo de Francia que, anunciado con auténticas corridas fieras y muy serias, deseamos que allí tenga mejor suerte que, por supuesto, si la tiene que buscar con el toro adormilado y sin fiereza, mejor que no lo intente.

La sorpresa de la tarde resultó ser Juan Leal que, con un valor espartano recibió a su primero en una serie de derechazos rodilla en tierra que cautivaron a los aficionados. Es cierto que su enemigo tenía más trasmisión y, eso prendió muy pronto en los tendidos. Leal, animoso y torero no dejó nada por hacer y vino a confirmar que sus triunfos en Francia no son producto de la casualidad. Yo diría que, la definición de su faena sería la vibración del toro y, sin duda, la que él puso para que aquello tuviera mayor eco que sus compañeros. Que nadie se confunda que el toro no era de vuelta al ruedo, ni por asomo; tuvo más opciones que sus compañeros de camada pero, allí había mucho que torear, la prueba es que a la salida de un pase de pecho el toro le prendió de mala manera para inferirle una cornada grave en el ano. Juan Leal volvió a la cara del toro y, maltrecho y dolorido como estaba le enjaretó un par de series más al toro para matarlo de una gran estocada, la que provocó la gran petición de oreja que el presidente concedió con toda justicia. Y digo con justicia puesto que el presidente sacó el pañuelo en el último segundo cuando, hace pocos días, se le regalaban orejas a Perera y Ureña.

Dignísima la actuación del torero de Arlés que debe de volver en cuanto se reponga de la cornada. Llegará en su profesión hasta donde el destino le lleve, pero que pone ardor por lograr su objetivo es una verdad incuestionable.

Pla Ventura