Siempre he sido amante de la variedad, de lo diferente, de lo único. Los encastes minoritarios siempre me han interesado sobremanera. Si nos fijamos en la historia taurina, la variedad de encastes siempre ha estado ligado a las ferias, hasta hace relativamente poco, que al final, el monoencaste y sus ganaderías comerciales han acabado de arrinconar en un forzoso destierro a los que en sus tiempos fueron ganaderías importantes del circuito de las ferias.

De un tiempo a esta parte el encaste minoritario se ha visto marginado, ninguneado y maltratado en las ferias. Muchas son las ganaderías que han desaparecido por culpa de un sistema injusto y repetitivo, esparciendo la monotonía por las ferias. Emblemas del campo bravo como las ganaderías de Guardiola, Atanasio Fernández, Carlos Nuñez, Benítez Cubero, Antonio Pérez, Sepúlveda, Conde de la Corte, Pereira Palha, entre otras muchas, han estado a punto de desaparecer. En muchos casos, los ganaderos renuncian a su encaste tradicional, y ceden reconvirtiendo su ganadería con reses del encaste Domecq.

Aunque bien es cierto, que no todas las ganaderías con encaste domecq lidian en las ferias, esto solo este privilegio está reservado para unos pocos ganaderos, que en vez de ganaderías parecen tener macrogranjas, con camadas de 400 toros, y abarcando tanto los festejos populares, como los festejos mayores y menores. Dejando muy poca salida a otros ganaderos.

El poco compromiso de las figuras con los encastes, hacen que muchas ganaderías estén condenadas a la extinción. Muchas ferias repetitivas, basan sus ferias en 4 o 5 ganaderías, repitiendo corridos, carteles… con idéntico resultado. La improvisación se deja a la imaginación. Una lidia simple, basada en faenas largas, repetitivas y aburridas, superando los 60 muletazos hace que las corridas de toros se vuelvan insulsas. El ingrediente principal, la emoción, ha partido hace tiempo de las plazas de toros, salvo excepciones.

Tarde tras tarde, es una sucesión de repeticiones, carente de personalidad. Los festejos se alargan, el tercio de varas se ridiculiza, y el ambiente se vuelve pesado, hasta para el mayor aficionado.

Muchos ganaderos de estos tesoros genéticos mantienen la ilusión pero están resignados ante un futuro incierto. La fidelidad a un encaste, a unos principios, a unos valores, y a la bravura en ocasiones no es suficiente para entrar en este injusto mundo taurino. Los aficionados deben jugar un papel fundamental, alzando la voz, pidiendo variedad, pidiendo bravura, exigiendo algo que era normal en décadas pasadas.

Los encastes minoritarios nos necesitan, ahora más que nunca. La unión hace la fuerza. Es el momento de acabar con el monopolio, con este lobby creado por toreros, empresarios y ganaderos. Si hoy no hacemos nada, mañana será tarde. La vida de fantásticos y únicos toros es en parte responsabilidad nuestra. Ya que los toreros, empresarios y apoderados no están dispuestos a variar su comportamiento, es el momento que los aficionados actúen dando la espalda a la monotonía, a la redundancia y al tedio que azotan las ferias desde hace años.

Solo hace falta ver como han cambiado las ferias echando un vistazo a la hemeroteca, y consultando carteles antiguos. Necesitamos una regeneración, una actualización y mirar un poco a los tiempos gloriosos de la tauromaquia.

Por Juanje Herrero