Hoy en día la tauromaquia es el primer espectáculo de masas en el Perú superando largamente al fútbol; con más de 600 festejos al año, es el deleite y atracción principal de muchos pueblos, que no pueden concebir sus fiestas sin toros, no obstante el cuestionamiento de la que es objeto, principalmente por su origen.

El reciente 28 de julio celebramos un año más de nuestra Independencia, el día en que nacimos como Nación libre y soberana, fecha especial en la que aprovechamos para hinchar aún más el pecho y sentirnos orgullosos de nuestras costumbres, tradiciones, vivencias, periplos, héroes, gastronomía y muchas cosas más, que estas cortas líneas no alcanzarían para describirlas. Sin embargo, surge el eterno debate, pues muchos se cuestionan por qué en “algunos pueblos” del país, principalmente en estas fechas de gran significado, se dan espectáculos taurinos, puesto que estamos celebrando nuestra liberación del yugo español, de donde proviene esta tradición; muchos de nuestros compatriotas no aceptan por qué seguimos disfrutando de un espectáculo “importado” que nada tiene que ver con nuestras costumbres y el verdadero significado del Perú. A través de estas líneas trataremos de esclarecer el panorama.

Desde hace 196 años el país se llama Perú, hace casi medio milenio el Tahuantinsuyo o Imperio de los Incas y otras civilizaciones prehispánicas llegaron a su fin; lo que hoy vivimos es producto del mestizaje, de la confluencia de varias civilizaciones provenientes de varios puntos del planeta que han dado origen a una de las culturas más ricas de todo el orbe. Estamos orgullosos de nuestras culturas milenarias y desde siempre venimos fomentando su conocimiento y difusión, pero de esa misma forma somos objetivos y decimos las cosas como son, pues esta no es la única que nos ha sido legada. En el peruano de hoy en día corre tanto esa sangre indómita y aguerrida del poblador autóctono, así como la sangre europea venida principalmente de España, la sangre africana que nos da alegría, de lejano oriente con sus curiosidades y sabiduría; todo ello confluye en ese sincretismo cultural que da vida a todas las manifestaciones que gozamos y disfrutamos en el presente. En lo que al tema taurino respecta, la tradición es mucho más antigua que el Perú mismo, si hacemos referencia a su evolución dentro del territorio nacional y a su influjo desde que se instaura como República independiente. Su origen se remonta a la llegada de los conquistadores españoles a América en el siglo XVI trayendo consigo gran diversidad de especies vegetales y animales, dentro de ellas al toro de lidia, animal que de inmediato cautivó al poblador andino, por su estampa, su brío y su bravura; viendo en este toda la magia y misterio de una criatura esplendida, lo adoptó de inmediato en su mitología, adorándolo al igual que otrora lo hicieran con el cóndor, el puma o el jaguar; muestra de ello son los diversos motivos decorativos en varios pueblos, principalmente en la Sierra. Conforme se fue dando la etapa colonial, la tauromaquia fue transformándose paralelamente en Europa y en América, incorporando en cada continente valores propios; rápidamente dejó de ser un privilegio de los nobles para ser adoptada por el pueblo, de donde saldrían los primeros toreros indígenas y esclavos, que fueron resaltados en diversas reseñas y crónicas de la época, uno de los más recordados es sin duda Mariano “El Indio” Cevallos, que viajó a España y se hizo famoso por lidiar a caballo y montado sobre otro toro, hazañas inmortalizadas en los grabados de Francisco de Goya. En el siglo XVIII, a raíz de un reclamo de los picadores de la época (que se quejaban del inmenso tamaño de los toros del país, que prácticamente hacía mortal la suerte de varas) nace la SUERTE NACIONAL, practicada por diestros jinetes montados en ágiles caballos, ejecutaban suertes de capote al burel, haciéndolo correr por todo el terreno para cansarlo y facilitar así la suerte suprema, cabe aclarar que en aquella época no se practicaba el toreo a pie, y toda la lidia era ecuestre. En el año 1776 se edificó una de nuestras joyas más valiosas durante el gobierno del Virrey Manuel de Amat y Juniet, la Plaza de toros de Acho, con 251 años en la actualidad es la más antigua de América y la tercera más antigua del mundo, orgullosamente peruana. El capeo a caballo empezó a ganar protagonismo en Acho en los últimos años del virreinato, donde surgen los primeros nombres notables, dentro de estos el que más resaltó fue el de Casimiro Cajapaico, de quien escribiría mucho tiempo después Don Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas, obra en la que además rescata anécdotas de esta época, narrando acontecimientos que tenían como protagonistas a personajes históricos y del medio local de pintoresca personalidad como Juana Breña “Marimacho”, ciudadana limeña que con garbo capeaba toros a caballo, quien fuera también perennizada en las acuarelas de Pancho Fierro, reconocido pintor nacional que plasmó en sus obras diversas estampas costumbristas de la Lima antigua en donde no podía faltar la fiesta de los toros. Producida la Independencia del Perú, la cual curiosamente obtuvo parte de su financiamiento con algunos festejos taurinos, y durante los primeros años de la República se vivieron tiempos inestables en nuestro país, sobre todo por el control del poder, no por ello se dejaron de lado los eventos de esta índole, claro que ahora los toreros españoles estaban vetados y se optó por la presencia solo de diestros nacionales, dejándose de lado la suerte de varas y las banderillas; de esto, y buscando una forma de mermar la fuerza del animal y cansarlo al inicio de la lidia, vuelve a cobrar importancia la SUERTE NACIONAL, sobresaliendo durante los primeros años la figura de Esteban Arredondo, considerado por muchos el más destacado de todos los tiempos. Con el paso de los años volverían los toreros españoles y las suertes olvidadas. En los andes la pugna entre la cultura indígena y la española se plasmó con el YAWAR FIESTA (Fiesta de la sangre) que cambió su significado inicial durante el virreinato, remplazando al buitre por el cóndor, ave sagrada que representa a los comuneros vengando los sufrimientos que les propinaba el gamonal, representado en el toro, que termina muriendo durante la ceremonia. Consecuentemente en diversos puntos del país fue adquiriendo matices propios, convirtiéndose en el principal atractivo de muchos pueblos que la catapultaron como el motivo central de las Fiestas Patronales que al día de hoy no conciben su celebración sin las corridas de toros – o al menos una corrida bufa – pues es bien dicho aquí “sin toros la fiesta estuvo mala”; esto convierte a la tauromaquia en el principal espectáculo de masas en el Perú. En el transcurso de la era contemporánea se vivieron diferentes vicisitudes que pudieron acabar con la fiesta (como la Guerra del Pacífico o, en tiempo más reciente, la Reforma Agraria), que la afición peruana afrontó con valentía y coraje, por el contrario, ganó más adeptos, logrando su máximo apogeo durante todo el siglo XX. La llegada de las máximas figuras del toreo a la capital y el apoyo de diversas autoridades provinciales dio impulso a la revolución taurina, quedando en el pasado los festejos en Plazas públicas o en palcos improvisados de madera, cediendo la posta a modernas y monumentales edificaciones de material noble y con capacidad para miles de espectadores, aun cuando en algunos lugares se mantiene intacta la tradición y cada año llenan los tendidos en pos de disfrutar de su espectáculo favorito.

Hay tanto de que hablar, pero queda claro que debemos sentirnos orgullosos de nuestro país y de su diversidad cultural, eso que nos hace tan ricos y que hay que empezar a disfrutar y difundir; cierto es que a mucha gente no le gusta los toros, y está bien, vivimos en un país donde cada quien es libre de escoger lo que le gusta o parece bien, podrán catalogar la fiesta con un sinfín de cosas peyorativas, pero jamás como algo no peruano, y si tienen duda de ello deberían plantearse conocer el Perú profundo, en donde todas las tradiciones se ponen de manifiesto, donde se conserva lo más arraigado de nuestra cultura ancestral en armonía con la tauromaquia y otras tradiciones que son, por todo lo que ha pasado a través de los siglos, parte fundamental de nuestro bagaje cultural; hay mucho que mejorar y corregir en el ámbito taurino nacional, es verdad, actualmente en el Perú asisten en promedio más de 3 millones de personas (superando con creces al fútbol) en los más de 600 festejos anuales los cuales vienen aumentando, convirtiéndola, al igual que en España, en la FIESTA NACIONAL.

 

Por   Gerson Rolando Valdivia Cardozo

Director Asociación Cultural Taurina TauroChot