«¡Oreja, oreja!» se escucha tarde tras tarde en los tendido de cualquier plaza de toros… Una denostada palabra en el orbe taurino por su poco valor actualmente. Y es que qué baratas están las orejas, en plazas de primera y no digamos ya de segunda y tercera categoría, más que baratas están de liquidación (esperemos que no sea por cierre).
Hoy, siendo consecuentes, sale por chiqueros uno de los toros más bravos de la historia (si se sabe a qué chiquero mirar, claro está) y, sin embargo, noventa de cada cien toros lidiados se van sin torear y sin recibir, por parte de injustos presidentes y empresarios, el reconocimiento que merecen. Llegan tiempos de hambruna taurina, en la que a quienes valen no se les deja deslumbrar al público general, quedando sólo para los aficionados, y a quienes no valen se les da tanto bombo que podrían llenar todos los carteles de la temporada sólo por inercia mal ganada.
Venimos de ver a Chenel (el más extraordinario torero de la historia para un servidor), a Paco Camino, al Viti, al Niño de la Capea, a Luis Francisco Esplá, a los Dominguín, a los Bienvenida, a Ordóñez… Cuajando toros, unos más y otros menos, jugándosela: echando la «pata pa’lante», cargando la suerte, citando dando el pecho al toro, de frente, invitándole a pelear. Y vemos ahora a todos éstos señores de clase alta taurina, que clase tienen poca, descargando la suerte y ejercitando el toreo más heterodoxo de la historia, en el que no se guardan ni los mínimos, y nos lo venden como el sumun del toreo, del arte y hasta de la fe (que parece que es lo que tiene que tener hoy en día el aficionado para ver torear bien). Un engañabobos, ni más ni menos, por parte de esos señores y de sus secuaces que vienen a robarnos la afición, la seriedad, el arte puro y torero, el toro y hasta la cartera.
¡Se acabó! como sigamos así ya nos podemos ir dando de baja los verdaderos enamorados de éste mundo.
Rivalizando con éstos tipos tenemos a los toreros de medio cartel (no hablando de calidad del toreo sino de reconocimiento), de los cuales muchos valen un Potosí. Ahí tenemos a Emilio de Justo, el torero más completo actualmente, que allá donde va revienta la plaza con cualquier toro y pidiendo corridas duras, toreando como mandan los cánones. En la opinión de quién ésto escribe, el mejor torero actual.
También están por ahí Juan Ortega, que le da sopas con honda al compadre de Morante: Pablo Aguado; Rafaelillo que lucha tarde a tarde con las fieras para sacar, cuando las inclemencias de los animales se lo permiten, unos naturales excepcionales; Sánchez Vara que, matando lo más selecto del campo bravo y también alguna alimaña, lo único que no le acompañan son los aceros o Sergio Serrano, torero revolución de ésta temporada que, en sólo dos tardes, puso en pie a Albacete y volvió Madrid un manicomio. Aún queda esperanza en el escalafón superior.
Y qué decir de los novilleros, no de los acomodados sino de los que verdaderamente quieren ser toreros, los que llegan a un sitio y se comen la plaza. Francisco Montero ha pasado de las capeas a reventar aquella plaza que pisa con uno de los toreos más puros que se degustan en la división B, recordemos que lleva cortadas 19 orejas y dos rabos en 8 tardes, que no es moco de pavo. O Alberto Pozo, que está llamado a ser el nuevo hacedor de toros como le ocurrió con el novillo que indultó en Pedrajas de San Esteban, del Raso de Portillo. Incluso, si de le da el sitio que merece, podremos ver a Jorge Isiegas con su corte clásico y la torería que desprende volver a cuajar toros tras éste parón. Hay futuro.
Pero, en conclusión, hay que dar un giro completo al rumbo que está tomando el toreo, volver a las raíces. No puede ser que se premie lo malo y se obvie lo bueno… Pero claro, cómo vamos a pedir justicia cuando el público no va a aprender sino a ver, pasar la tarde y tomarse cuatro gin-tonics para volver bien cuajados a casa, por lo que así vemos los regalos, la falta de seriedad y el cachondeo del «¡Viva España!» o el «¡Música!» en los tendidos hasta derivar en lo dicho al principio: ¡Oreja, oreja…! Y «vuelta la burra al trigo»…
Por Quesillo