Cuando uno tiene que escribir una columna semanal, siempre está muy atento a todo los temas de actualidad que van trascurriendo durante la semana, y la verdad esta semana he tenido que cambiar de tercio, es decir dejar a un lado la que tenía prevista escribir para dedicar esta columna a una gran persona, un gran profesional y sobre todo un gran taurino.

Pero no os voy a dejar con esa integra esta semana mi mente rondaba el dedicar esta opinión la mía, a un tonto muy tonto, como habéis podido saber estoy hablando del fracasado actor Willy Toledo, pero tal chusma humana no se merece ni un segundo de atención que le den por el… que yo voy a dedicar tiempo a quien se lo merece.

Esta semana ha partido de viaje hacia la gloria eterna el Ángel guardián de los toreros, pero no se ha ido como el resto de los humanos a descansar en paz, conociéndolo estará mas Ángel que nunca y mas guardián que nunca de todos aquellos que se enfunda el traje de luces para crear su arte por las plazas de mundo, si antes solo actuaba en la Maestranza ahora desde la gloria eterna lo hará en el mundo entero.

El doctor Ramón Vila entro en la enfermería de la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla cuando corría el año de  1965 en el equipo médico que capitaneaba su padre, el recordado cirujano Ramón Vila Arenas hasta ser sucedido por su propio hijo en 1978.

Ese mismo año  un toro de José Luis Osborne le dio una  gravísima cornada a Francisco Rivera ‘Paquirri’, y ahí de fraguo  una estrecha amistad que el torero de Bárbate invocó en su agonía de Pozoblanco en una frase que forma parte del imaginario popular de los 80: “¡Qué llamen al doctor Vila!”

En más de tres décadas al frente de la enfermería de la maestranza el doctor Vila  ha salvado la vida a muchos toreros por recordar a algunas como Pepe Luis Vargas en 1987, la espectacular cornada en la cara de Franco Cardeño en 1996 o las tremendas cornadas, mucho más recientes y casi mortales, del novillero Curro Sierra y los banderilleros Luis Mariscal y Jesús Márquez, que llegaron a la enfermería con severos destrozos vasculares.

En tres décadas pasa de todo y Sevilla tuvo su gran año en 1992 con la Expo pero no fue el año de Ramón Vila que tuvo que pasar las penas que aun sabiendo el que era imposible y que llegaron cadáver a la enfermería y que solo pudo certificar la muerte de Manolo Montoliú, cogido el primero de mayo por un toro de Atanasio Fernández, y Ramón Soto Vargas, corneado el 13 de septiembre por un novillo del Conde de la Maza. Ambos toreros cayeron fulminados de sendas cornadas en el corazón y en el quirófano no se pudo hacer nada.

El Ángel guardián del toro sevillano se marcho en silencio con discreción en un segundo plano como le gustaba ser a el  que descanse en paz, pero mientras habla con su Paquirri del Alma o con Montoliú o con tantos toreros que están en esa Gloria eterna no se olvide de echar un vistazo y seguir guardando a los toreros allá donde estén