Se cerró la cuarta semana de San Isidro con otra corrida que defraudó las expectativas. Esta vez, llevaba el hierro de Baltasar Ibán, ganadería predilecta de la afición madrileña. A excepción del gran segundo, la corrida resultó correosa, orientada y con mucha tendencia a derrotar. La actuación de la tarde fue de Román, que sustituía a Emilio de Justo. Se llevó una espeluznante cornada. La sangre de un torero siempre dignifica la Fiesta. Cumplió Curro Díaz en su papel, y una vez más, Pepe Moral puso en evidencia el pésimo momento que atraviesa.

 

Nuestro gozo, en un pozo; y el primero de Baltasar Ibán, dada su manifiesta invalidez, se ganó el moquero verde en el quite por chicuelinas de Pepe Moral. Salió, en su lugar, un sobrero de Montealto, al que Curro Díaz paró, andándole hacia detrás. El toro embestía con todo, sobre todo con las manos, derrumbándose en dos ocasiones. Puyazos traseros y tapándole la salida. El segundo tercio fue manifiestamente mejorable. El toro llegó al último tercio con más genio que casta, y tendiendo a derrotar al final de cada lance. Cada vez que topaba los trastos, se violentaba más. En los primeros compases, solo arrolló muleta. Luego, Curro Díaz anduvo fuera de cacho y logrando templar las embestidas. Algo más erecto que en otras ocasiones. Bajonazo y estocada.

 

En segundo lugar salió “Camarito”, un precioso y de ilustre reata toro de Baltasar Ibán. Puso difícil las cosas a Pepe Moral en el recibo capotero, pues apretaba mucho hacia los terrenos de dentro. Cuando el sevillano le cogió el aire (perdiendo pases y toreando para el toro), el animal humilló y embistió con recorrido. Magnífico comportamiento en el primer puyazo, hasta el momento el toro que más y mejor ha empujado en el caballo. Juan Antonio Carbonell le dio como si no hubiera un mañana. Empujó magníficamente en el segundo encuentro, y cobró muy trasero. En el tercio de banderillas, se le dio una cantidad ingente de capotazos. Tanto una cosa (el excesivo castigo) como la otra (el exceso de capotazos) acusó el toro a la faena de muleta. Embistió con humillación y transmisión en las dos primeras tandas, en las que Moral le perdía pasos por el derecho. Lo único positivo. Fue cambiar al izquierdo y venirse el toro abajo. El de los Palacios estuvo horrible. Una verdadera pena.

 

El tercer toro de la tarde tuvo gran fiereza y peligro desde que salió hasta que lo arrastraron las mulas. En el capote de Román, derrotó por ambos pitones, cuando no se cruzó. En el caballo, derribó empujando con el pitón izquierdo, en el primero puyazo, y empujó bien, en el segundo. La gente se quedó con ganas de ver un tercer encuentro, y así descifrar la verdadera condición del que luego se demostraría manso. Esta vez no solo era placer, sino una necesidad: la fiereza del toro necesitaba de mayor castigo. El toro dificultó mucho el segundo tercio, hacía hilo al lidiador y derrotaba a la salida del capotazo. En cada par, recortaba, media y echaba la cara arriba. Las pasadas en falso y el poco atino de los banderilleros se sucedían. Se mascó la tragedia en el último par del Sirio. Las condiciones del toro fueron agravándose en la muleta: derrotes, miradas… Ahí estuvo Román, con la muleta puesta y firme. Ganándole siempre el paso al toro. Poco a poco fue pudiéndole, primero con tandas cortas y de mayor duración las ulteriores. El toro lo prendió al entrar a matar dejando una muy fea cornada. Escalofriante.

 

El cuarto toro estuvo mermado de fuerzas. Sin embargo, embistió humillado y con clase, sobre todo, por el pitón izquierdo. Su lidia y muerte correspondió a Curro Díaz. Lo colocó el jienense largo en los dos puyazos, había que despertar al personal tras la grave cornada de Román. Lució el animal. Otro segundo tercio para el olvido. Emotivo brindis en la puerta de la enfermería, con un solo gesto. En la muleta el toro mantuvo su buena condición, pese a la flojera de remos. El toro embestía templado y largo por el pitón derecho. Curro lo templó sobre la mano diestra, fuera de cacho y, cuándo no, en el pescuezo del animal. La eficaz estocada y la sensibilidad del compungido público de Madrid le dio la oreja.

 

Pepe Moral estuvo horroroso ante el quinto toro. Bochornoso uso de los aceros, mereció ser castigado con los tres avisos. Mal toda la tarde, dejándose perder el toro de la corrida. Algo ocurre a todos los que apodera Guerra.

 

El sexto toro no desentonó respecto el conjunto de la tarde: otro animal complicado y duro. Dificultó el lucimiento de Curro Díaz con el capote y sufrió una verdadera masacre bajo el peto. Planteó muchísimas dificultades en el segundo tercio, que se agravaron por no buscar la cuadrilla la eficiencia, en vez del lucimiento. En la muleta, el toro iba con la cara con las nubes y se volvía sabiendo lo que se dejaba detrás. Curro Díaz estuvo muy firme, echando la muleta templada e intentando ligar los muletazos. El toro guardaba un gran peligro. Cumplió y se lo quitó de en medio.

 

Por Francisco Díaz.