por Mario Gómez

Tarde con muchos alicientes la primera de la edición 2017 del Alfarero de Oro. La ganadería, y los toreros hacían presagiar una tarde de éxito, no resultó pero al menos fue entretenida.

Abrió la tarde el sevillano Pablo Aguado, poso y detalles muy toreros, pero quizá pensando en otras cosas que en intentar potabilizar aquel pozo. Lo más granado por el derecho. Silencio. En el cuarto capítulo, llegaron los pasajes de mayor torería de la tarde. Ante al que a la postre fue el mejor, un novillo de El Ventorrillo que remendó al hierro gaditano, brotaron pasajes muy toreros en los que Aguado pudo sentirse a pesar de no ceñirse nunca. Dio una vuelta al ruedo tras petición.

Si Aguado puso la torería, Isiegas puso el arrojo. Muy aguerrido en su primero, trató de hacer las cosas bien desde el principio. Brindó al público y lo cuajó al natural. Muy asentado, hubo margen para un toreo profundo y otra versión que llegó más al tendido al recetar varios muletazos invertidos. La tardanza del toro en doblar, dejó todo en una vuelta al ruedo. En el que cerraba plaza, hubo de hacer un esfuerzo tras pegarle mucho en varas. Demasiado agarrado al piso, fueron de uno en uno, pero profundos. Mal manejo del verduguillo y silencio con palmas de despedida.

Completó la terna el mexicano Leo Valadez. Dos faenas de detalles y algún buen muletazo en las que sin duda destacó el manejo del capote. No tomaron vuelo y  no trascendieron al tendido. Cosechó silencio y ovación con saludos

 

Fotografia Julian