Por Andres Oyola

Lo han sido con la calificación oficial de Fiesta Tradicional Taurina de Interés Turístico Regional, honor que comparte con Coria (Cáceres) y con la limítrofe Bodonal de la Sierra (Badajoz). Se celebran en honor del Santo Cristo de la Reja, así llamado por tener su altar alzado sobre la reja de la capilla mayor en la iglesia conventual del antiguo monasterio de San Benito. La imagen se trajo de Sevilla hacia 1510 y es obra del escultor sevillano Pedro Millán.

Las capeas de Segura de León se celebran durante seis días, más el del pregón,  en torno al 14 de septiembre y disfruta un conjunto de características que las hacen peculiares. A saber, el ganado es cedido gratuitamente por los ganaderos locales y por alguno de poblaciones vecinas, amantes de esta forma de diversión. Cada día se lidian entre 25 y 30 reses. En la actualidad solo se lidian reses hembras, sin muerte para ninguna de ellas. Costa documentalmente que hasta entrado el s. XIX se lidiaban toros de muerte. Aparte de las seis capeas, hay una matinal dedicada a los niños y otra también matinal con añojas o eralas para las mujeres.

A las tres de la tarde es el primer encierro o llegada de las reses desde el campo, donde pastan, hasta el corazón de la población que es su plaza mayor. Unos ganaderos prefieren su traída con caballos, pero la mayoría lo hace en camiones, desembarcándose en la calle Pérez Jiménez, que se convierte en un largo trágala, por donde corren hasta encontrarse con los mozos en la esquina de la botica. El ganado descansa en la plaza hasta la primera campanada de las seis en punto, cuando se procede al segundo encierro en la corralá o coso dispuesto en un tramo de la calle Castillo, desde donde se irán soltando una tras otra a gusto del ganadero de turno. La lidia de cada res dura unos siete o diez minutos, según el juego o bravura de cada una. Se hace un descanso de una media hora y se termina la capea en torno a las 9 de la noche.

Para su celebración se dispone toda una arquitectura efímera de tablaos y troneras o burladeros que rodean toda la plaza, que sabemos de origen medieval. Tiene categoría de plaza de toros, cuyo presidente nat es el alcalde de turno. Se levantan 24 tablaos y algunas gradas más sobre el paseo aledaño. Según fotos de comienzos del s. XX se destejaban los techos de algunas delas casas que dan a la plaza para presenciar el festejo. Cada tablao y tronera pertenece a una peña familiar y/o de amigos que además aporta una cantidad estipulada para ayudar a los gastos de las fiestas.

Consta el respeto al ganado y la prohibición de infligirle daño alguno desde las ordenanzas de 1874 al menos. La razón es muy sencilla: después de su lidia vuelven a sus predios de pasto a seguir su ciclo de explotación ganadera.

Tradicionalmente se lidiaba ganado no encastado, aunque desde mediados del s. XX se han incorporado reses de casta (procedencia Antonio Muñoz, Prieto de la Cal, Domeq, Torregrande, Conde de la Corte, etc.) para facilitar la diversión de los toreros o recortadores. No se permite el uso de capote o muleta. Solo puede usarse un trapo con alargadera de cuerda o de madera.

Los llamados festejos de toros populares han llegado a nuestros días tras una larga y porfiada lucha, en la que también han experimentado una profunda evolución, forzados igualmente por el imperio de los sucesivos reglamentos taurinos, pero también por factores económicos o no, tales como la incorporación de nuevas razas vacunas a la explotación de la dehesa y la cría de una  raza vacuna específica para el toreo.

Igualmente se ha experimentado un cambio tan profundo en la mentalidad o percepción de la corrida y enfrentamiento con los cornúpetas, que, al tiempo que se mantiene esta forma tradicional de diversión o reguçijo tradicional, una nueva forma de sensibilidad preside la relación de éstos con todo lo que rodea la corrida,  lidia y muerte de los toros. Tal mentalidad se refiere al comportamiento de los humanos con las reses, a la vivencia y sentimientos ante las bajas de hombres y animales protagonistas del festejos, de forma muy distinta y distante a cómo se sentían y vivían en otros tiempos.

De la popularidad de la diversión con toros da cuenta un hecho palmario: no hay pueblo o aldea, por pequeño que sea o haya sido, al menos en el área de nuestra investigación, que no haya contado con festejos de toros al modo tradicional, de forma que, antes que tener que demostrar que en su historia local ha contado con festejos taurinos, tendría que demostrarse exactamente lo contrario, es decir, que no los ha tenido. Y es que, a la vista de los resultados de nuestra labor de búsqueda, podemos hablar de unas tierras naturalmente ganaderas  y, por lo mismo, taurinas.