Primera novillada de la Feria de San Isidro, se anunció un encierro del Conde Mayalde para que la mataran Rafael González, Marcos y Fernando Plaza. Una novillada con muchas opciones de triunfo, para colocarse entre los primeros del escalafón de los novilleros. Todos la desaprovecharon. Sobre todo, faltó ganas y ambición, actitud de novillero. Y hubo material de sobras para triunfar, pero lo que “no puede ser, no puede ser; y además, es imposible”.

 

Abrió la tarde un serio, y bonito novillo, del Conde de Mayalde cuya lidia y muerte correspondió a Rafael González. Lo recibió muy variado con el capote, predominando la quietud en cada uno de los lances. El novillo demostró, desde un principio, sus buenas condiciones: humillación, recorrido y transmisión. A veces vino cruzado, sin duda, por no perder pasos el novillero entre lance y lance. Se picó poco y mal, tercio de varas muy condicionado por la mansedumbre del utrero. Derribó en la tercera entrada, por coger al caballo por los pechos. Poco afortunados fueron los quites de Marcos y Plaza. En la muleta, el novillo fue un dechado de virtudes. Exigía mando y poder. ¿Qué encontró? Pegapasismo vulgar y ventajista. Cuando más adelante se le enganchaba y más se le bajaba la mano, mayor era la profundidad de las embestidas. Por el izquierdo tendió a salir con la cara alta, mano que menos poder impuso el madrileño. Pese a los sucesivos mantazos fuera de cacho y con el pico, la calidad del novillo fue a más. Un animal para ponerse en figura de los novilleros y ganar ambiente. Sainete con la espada.

 

No fue mal novillo el que hizo, pese a no llegar al nivel del primero. Lo recibió por verónicas sin mucho eco Marcos, cuando el utrero embestía con humillación y mucha clase. No se picó, uno más. Nuevo quite, con una cordobina muy templada, de Plaza. En el segundo tercio, ya demostró la poca casta que el novillo tenía en su depósito. Marcos se fue al platillo para orquestar tres cambiados por la espalda. Sin levantar ningún tipo de emoción. Cansan. Y, además, hay toros y toros (en este caso, novillos). El animal embestía con temple y ello no emociona tanto como una embestida explosiva para este inicio. Marcos le cortó mucho las distancias, desde un principio. Y si a eso, se le suma la poquita… se cargó el novillo. Un utrero que tenía veinte muletazos para dejar buen sabor de boca. Acabó aburriendo a todos. Mató con habilidad.

 

Peor condición que los anteriores tuvo el tercero, que cayó en la bolita de Fernando Plaza. Un novillo de embestida muy humillada, pero que no iba más allá de la esclavina. El padre del novillero, Fernando Plaza, intentó abrirle los caminos y alargar la embestida. Todos esperábamos a que el caballo solucionara la papeleta. Empujó con fuerza en el primer puyazo y estampó al piquero contra las tablas, tras cabecear y mantener la cara a su altura. Tras el castigo salió del caballo como alma que llevaba el diablo. Comportamiento muy similar, aunque humilló más, en el segundo encuentro, del que salió como una bala. Tardeó en banderillas y acortaba el recorrido en el capote. Fernando Plaza apuntó un buen concepto: quietud y postura hierática. No se pudo hacer más.

 

Cuando se arrastró el cuarto novillo, nadie dudaba que Rafael González había desaprovechado el lote de la tarde. Otro novillo con hechuras bonitas y comportamiento proclive para el triunfo. Pronto y con humillación, pero sobre todo pronto. Colocó muy bien en suerte al utrero para el primer puyazo. A medida que transcurría la faena, la buena condición del novillo era cada vez más manifiesta. Inició, de forma equivocada, de rodillas, un toro que exigía un inicio que le alargara las embestidas. Mantuvo la prontitud y tuvo más recorrido por el pitón izquierdo. Sin embargo, González deambuló con sus mantazos fuera de cacho y acelerados, sin darle el sitio que el utrero exigía. Acortó excesivamente los terrenos y remató con bernardinas. Otro novillo que se le fue. No obstante, la eficaz estocada contribuyó a que cortara la primera oreja de la tarde.

 

Otro encastado novillo fue el quinto de la tarde, de pelo castaño. Marcos se fue a recibirlo, rodilla en tierra, a la puerta de chiqueros. Siguió con faroles, también de hinojos. El novillo marcaba su intención de humillar, aunque salía suelto. El novillero poco hizo por sujetarlo, limitándose a pegar recortes y chicuelinas. A los toros (novillos) hay que poderles y “enseñarlos a embestir”. Cumplió sin más en el caballo. Sí lucieron Miguel Martín y Fernando Sánchez con los garapullos, ante el galope del novillo. En la muleta exigía poderle y dar con las teclas, como todo animal encastado. Mejor por el derecho, ya que humilló más. Necesitaba sitio y llevarlo muy empapado en la muleta. Se quedó en el sitio, el toro protestaba y punteaba los engaños. Fue deambulando, si más mayor con la mano izquierda. El novillo seguía embistiendo de forma encastada. Ganó la pelea. Mal con la espada.

 

Y salió el sexto, que fue también un dechado de clase y nobleza, en definitiva, opto para el triunfo. Pasó sin pena ni gloria durante los primeros tercios. En la muleta, Fernando Plaza dio una primera tanda de mucho juste. Demostró su buen concepto. Sin embargo, hubo momentos en los que el pico y el desacople caracterizaron su labor. Ante la recriminación del público, decidió ajustarse más al burel. Extrajo algún muletazo con sabor, aunque la labor no llegó a los tendidos. Esta vez mató de estocada y saludó una ovación.

 

Por Francisco Díaz.