Las causas populares, ideas o costumbres que se sostienen y crecen en el tiempo tienen un común denominador, y es el respaldo del pueblo a través de las grandes mayorías. En el caso del Perú la fiesta taurina cuenta con ese denominador en común, puesto que son las grandes mayorías a lo largo de los pueblos del Perú las que velan por la realización de festejos taurinos, que con mayor o menor calidad; cuando menos satisfacen la necesidad de su gente de tener festejos taurinos en sus pueblos o ciudades.

Desde hace algunos pocos años, la mejora económica de algunos sectores de la población, sumado al progresivo aumento en la formalidad del sector taurino, ha generado que cada vez sean más las ciudades que presentan ferias de categoría, las mismas que reflejan un gran esfuerzo económico y organizativo por parte de comisiones municipales, mayordomos o padrinos.

Curro Diaz en la feria de Santa Cruz de Cajamarca con un toro de Torrestrella.

Una muestra de ello fue el año taurino 2017 en nuestro país donde las ferias como las de Chota, Santa Cruz, Celendin, Huamachuco, Viraco, entre otras; contaron con la presencia de matadores como Sebastián Castella, El Fandi, Lopez Simón, Curro Díaz, Rafaelillo, Roman, Andres Roca Rey y Joaquin Galdos; e incluso se importaron los toros españoles de Torrestrella.

Casi todas las ferias mencionadas fueron un éxito en lo artístico y en casi todas hubieron grandes entradas de público. Lamentablemente casi todas fueron un desastre económico, puesto generaron perdidas por varios miles de soles. A lo ya mencionado hay que sumar que en muchas de estas ferias los precios de las entradas impidieron el acceso a los cosos del gran público, del pueblo que asiste en familia por tradición a ver los festejos taurinos permitiendo que nuestra fiesta sea perpetua y se trasmita de generación en generación. Esta situación refleja la compleja situación para preparación de las ferias taurinas, puesto que se tiene que buscar el equilibrio entre costos de organización, calidad del espectáculo y precios accesibles al gran público.

Es importante también poder proyectar la fiesta hacia el futuro y darnos cuenta que los crecimientos exponenciales muchas veces son peligros para cualquier actividad económica, incluida la tauromaquia. En este caso no solo porque las cuentas no cuadren y hayan pérdidas para los organizadores, sino que también porque insistimos en ahuyentar al gran público de las plazas. Ese que ha sido incondicional   y que ha estado presente a pesar del cartel, las ganaderías o las condiciones climáticas.

La responsabilidad del futuro de la fiesta está en manos de las muchas personas que dirigen el sector. Esperemos que tengan decisiones acertadas y con visión de futuro.

 

Por William Ballena Silva

Fotografia William Ballena Silva