Como todos sabemos, la fiesta de los toros se mantiene viva gracias al misterio que la misma encierra pero, el día que fenezca el referido misterio, los toros durarán menos que un caramelo a la puerta de una escuela y, para eso faltan apenas “cinco minutos”

¿En qué consiste en misterio? Sencillamente, como su propio nombre indica, en no saber qué puede ocurrir antes de que salga el toro por los chiqueros que, por mal que salga, todos esperamos la segunda oportunidad porque entendemos que la fiesta es imprevisible o, al menos, así lo parece.

Claro que, el misterio se va diluyendo cual terrón de azúcar para el desdichado devenir de la fiesta de los toros. Pongamos ejemplos para que comprendamos que, el citado misterio, el que sostiene la fiesta, apenas existe. Todos los años, por San Isidro, Alcurrucén lidia dos corridas de toros en su feria y, paradojas del destino, la que lidian las figuras casi todos los toros embisten y, la que se enfrentan los desgraciados, no sirven ni un solo toro. Ante este hecho, ¿cabe la acepción del misterio al que abogamos?

Tras lo dicho, tiene uno la sensación de que tal misterio no existe puesto que, todo está planificado para que ocurra de la forma que los demás quieran. ¿Qué paso ayer en Albacete? Los toros eran de Alcurrucén y, como se comprobó, salvo un toro que tuvo más o menos unas embestidas aceptables, la corrida salió dura, correosa, encastada, difícil. Por el contrario, el pasado sábado, en Villena, Alcurrucén lidió una corrida en la que estaba Manzanares en el cartel y, ¿qué pasó? Que los tres diestros salieron por la puerta grande. ¿Nos seguimos aferrando al misterio?

Creyendo en el misterio y en que los milagros existen, hemos comprobado esta temporada que, los dos enfrentamientos que se han dado entre Morante y Aguado han sido de pura broma. Es decir, dos bandarras en el cartel que, no ya por ellos –que en realidad tienen toda la culpa- pero si por culpa de los burros fofos que eligieron, tanto en Ronda hace unas fechas como ayer en Valladolid, el fracaso artístico no pudo ser mayor.

Morante y Aguado llenaron Ronda porque como ya expliqué, aquello no tiene nada que ver con ninguna feria del mundo puesto que, ayer en Valladolid, apenas congregaron trescientas personas más allá de la media plaza. Se os acaba el misterio y la gente ya no traga con el puto cuento de los becerrotes a modo que, para desdicha de las figuras, a estas alturas de la temporada ya no tienen ánimos para embestir.

Claro que, mientras que la gente honesta criticamos o dejamos de criticar, Morante, en su temporada más nefasta se los lleva calentitos y, Aguado está saboreando las mieles del  éxito, si a triunfo se le puede llamar que mate esas vergonzantes corridas de toros. Como fuere, Aguado ya se ha subido al carro, ahora, el que quiera que le baje.

Son los taurinos los que se han cargado la fiesta porque los aficionados, retrasados mentales como somos, nos aferrábamos al llamado misterio de la incertidumbre al no saber qué juego podría dar un toro. Y, como se ha comprobado, es todo mentira. No existe tal misterio si no nos aferramos a las ganaderías auténticas en que, por ejemplo en la sangre Santa Coloma, Albaserrada, Miura y poco más, ahí sí que quedan muchas cosas por decir y, por supuesto, el misterio sigue jugando su baza, hasta el punto de que como sabemos esta año se indultó un toro de Miura, algo inédito que no había sucedido jamás. Claro que, las figuras jamás sabrán de dicho misterio puesto que las ganaderías que he citado no las ven ni en fotografías.

Lo dicho, al paso que vamos, las figuras, con apenas media plaza cubierta, ya me dirán qué emolumentos podrán exigir; y no digo ya en el caso de Aguado que, siendo tan novel y tan auténtico, con esas entradas que congregan, apenas le darán para cubrir gastos si es que la generosidad llega hasta tal punto.

Es dantesco que las figuras apenas llenen plaza alguna, cosa que nadie podríamos sospechar puesto que, hace pocos años, un cartel de tronío era consecuencia de un no hay billetes sin remisión; ahora sobran billetes en todas las taquillas, lo que falta son billetes de curso legal para poder amortizar al espectáculo que se ha montado.

Pero de dicho maleficio no somos nosotros los culpables; nuestra culpabilidad no es otra que seguir manteniendo a esta pandilla de golfos y sinvergüenzas mientras pasamos por la taquilla para comprar una entrada a precio de oro cuando, como se sabe de antemano, nos darán basura por ello. A las pruebas me remito con esa clase de toros que los toreros se traen en las furgonetas para ser lidiados por la tarde.

Las cuentas las tienen claras y, por lo visto, con media plaza cubren los gastos pero, al paso que vamos, para el año que viene, al margen de Sevilla y Madrid, congregar media plaza en cualquier feria será una tarea complicadísima. Ellos, los que mandan en el espectáculo se lo han ganado, ahora que sufran las consecuencias.

Pla Ventura

En la imagen, el toro que suele lidiar todas las tardes un tal Morante.