No en pocas ocasiones, cuando ya he sido capaz, con menos tino del deseado, de hilvanar algunas líneas, dudo en cómo “bautizarlas”. Sin embargo, esta vez lo he tenido claro. Quizá no sea la faceta más determinante de este gran tercero. No es menos cierto que lo hace distinto y particular. Manolo de los Reyes, en la veintena de edad, dejó las espinilleras para coger los palos; colgó las botas con tacos para calzarse las manoletinas. Desde entonces, reivindica tarde tras tarde la plata (en algunas ocasiones, oro) de su chispeante. Colocación precisa durante la lidia y comprometidos pares entre los pitones. Cachetazos certeros. Así defino a este gran tercero, en la soledad del ruedo, y en la calidez de la conversación. Y sirvan también estas líneas para reivindicar al tercero de la cuadrilla, algunas veces olvidado, siempre indispensable. Torero igualmente.

 

Manolo de los Reyes nació en el Reino de Navarra, una de las cunas de la Hispanidad, en la década de los setenta. Privilegiado por echar los dientes y aprender a andar en su capital, Pamplona: ciudad recogida y capillita que se transforma al calor del 7 de julio. De los Reyes es incapaz de hablar de su tierra sin brotarle la emoción de quien le apasiona. Especialmente, cuando destaca su faceta de doblador en los encierros -un honor, según él mismo-, junto a Sergio Sánchez, “El Piti” y Francisco Marco. Todos de la tierra de Sancho III, el Grande, por voluntad de la Casa de la Misericordia.

 

Este banderillero recuerda su niñez entre toros y toreros. Hijo del matador de toros de homónimo nombre y apellido. Director de la Escuela Taurina de Navarra, sita en el Cortijo de la Rada, propiedad de la familia. Encomiable labor dados los tiempos que corren: difíciles para nuestra bella afición en el conjunto de la Nación, y no menos, para Navarra. Sin embargo, los toros no fueron el primer interés del hoy tercero, sino el fútbol. Quizá la cercanía con el que después se convirtió en su mundo hizo que sus designios transcurrieran por otros derroteros. O quizá no. Lo desconozco. Lo cierto es que a los dieciocho años jugaba en División de Honor con el Oberena, filial del Osasuna.

 

Mención aparte merece su señora madre, Pepi. Si ya es difícil ser madre o esposa de torero, ella es ambas cosas. Sin embargo, tiene la virtud de compartir la afición. Y no en vano fue Pepi quien encorajó a Manolo a tomar los palos, contradiciendo todo tópico. Antes también tuvo algún contacto con el toro, como recortador en las capeas que organizaba su padre. Y así, acompañando a los románticos, soñadores, que emprendían su camino en la descabellada empresa de ser figura del toreo en la Escuela de Navarra, se inició como tercero. Tras una rápida trayectoria sin caballos, debutó en las novilladas picadas. Por aquel entonces, Manolo militaba en las filas de Alberto Martín, y fue en El Álamo, ante una seria novillada de El Sierro. Ya en el 2001, colocado con su paisano y hoy compañero en las funciones del encierro, Francisco Marco, debutó en su Plaza, en pleno San Fermín. Se torearon las corridas de Millares y de El Capea. Tras ello, no sumaba más de media decena de festejos mayores.

 

En 2005, pasó a la cuadrilla de Julien Lescarret. Desde entonces, jamás se ha desvinculado del país galo. Habla de Francia casi con la misma admiración, respeto y emoción que de su patria chica. Afición la francesa culta y exigente, con una sola bandera: la del toro íntegro y serio. Ni mejor ni mayor defensa que esa. Trampolín para el reconocimiento de los grandes profesionales por los aficionados. Y el caso que nos ocupa es uno de ellos. En estas últimas temporadas, respeta a Juan Leal, de quien augura grandes éxitos y mejores condiciones, si los toros y las circunstancias se lo permiten. Que así sea.

 

Sincera es la concepción que sobre la tauromaquia tiene De los Reyes. Sin ser interpelado para ello directamente, ensalza la personalidad como virtud preponderante que todo torero ha de tener. Con esa misma personalidad que se planta en el centro del ruedo para llamar al toro. Cuando este desafiante se arranca galopando, inicia su firme marcha este torero. En rectitud y sentido al toro, aunque la lógica y lo humano -razón por la que se refiere a la figura de los toreros como seres contra-natura- aconsejaría huir. Llegado al embroque trata de colocarse entre los pitones para reunir y clavar enfrontilado con el testuz. Ahí es cuando el torero se magnifica y su arte deviene intemporal. Apoyado en los palos sale para atrás, rezumando todo ello torería.

 

Interpelado sobre encastes y demás cuitas, dice que el difícil de banderillear no es fulano ni mengano. El realmente complicado es el que se arranca y arrea. El que “te sigue y persigue” porque se acuerda del motivo de su existencia: coger. En algunas casas ganaderas sale más ese toro, y en otra menos. Vicisitudes como emplazarse o medir no plantean tantas dificultades como las reseñadas. Será, a lo mejor, por el instituto de supervivencia antes referido.

 

Sin embargo, no todo es saber banderillear, y así lo sostiene el propio tercero. Hay que saber coger el capote y llevar la embestida. No cortar ni recortar al toro, sino torearlo. Y eso requiere de mucho campo. Tampoco hay que olvidarse del principal cometido del puntillero: precisamente, apuntillar. Atrás quedaron los tiempos de mataderos, fuente de muchos toreros. Pese a ello se aprende a dar el pecho y a ser regular, como lo es Manolo. Sobre apuntillar por detrás, solo cuando no hay más remedio. A los toros siempre hay que darle el pecho.

 

El reconocimiento y la grandeza de este torero no es solo por mi parte, sino los hechos lo revelan. Único tercero, hasta el momento, en haber ganado el premio al mejor par de banderillas en la Feria del Zapato de Oro. Y van cuarenta y seis ediciones. Podrán ganarlos otros, pero ya no serán los primeros. Manolo de los Reyes, junto a otros más, reivindica la dignidad del tercero. No solo hay que pasar para clavar los garapullos. Todo lo que en la cara del toro se haga debe tener transcendencia.

 

Desde torosdelidia.es, deseamos la mayor de las fortunas a este torero, en las próximas temporadas. Que siga recorriendo los cosos dignificando la labor del tercero, llevando en su corazón las cadenas de los desposados del palenque. Que la abstinencia forzada de toros pase rápido, y pueda estrenar y lucir esos dos ternos que esperan el comienzo de la temporada.

 

Por Francisco Díaz.