Al final de cada temporada se producen decenas de rupturas entre toreros y apoderados puesto que, la desunión viene dada porque la cosas no han salido como ambas partes deseaban. Cierto es que, como muchas veces dije, no hay culpables; hay fracasos pero que no tienen nombre y apellidos puesto que, discernir entre el triunfo y el fracaso en el mundo del toro es algo complicadísimo.

Rafaelillo optó por dejar a Lionel, uno de los hombres de Simón Casas porque como se demostró, para esa multinacional de los toros, Rafaelillo les importaba un pimiento. ¿Solución? La que tomó el bueno de Rafael, romper la relación que, por otro lado no les condujo a nada y, vuelvo a repetir, si escuchamos a ambas partes seguro que los dos tienen razón.

Ahora, desde ayer, ha sido Marcos Sánchez Mejías el que se ha ilusionado junto a Rafaelillo para ver si, entre el valor de Rafael Rubio y la sagacidad de Sánchez Mejías, de cara al año próximo puedan hacer una temporada digna para el diestro de Murcia que, entre otras cosas, merece lo mejor.

Confiemos que les sonría el éxito y que ese torrente de valor de Rafaelillo, acostumbrado a la dura guerra de las corridas más encastadas, pueda cuajar en una relación estable como si fuera un matrimonio amoroso, vamos de los que dicen que son para toda la vida y, al final, como dice el refrán, el amor eterno se jura para toda la vida y dura tres meses.

Suerte para ambos hombres que, cada cual a su manera, sabe de la dureza de esta profesión que, muchas veces, hasta tenemos la impresión que se ha diseñado para unos pocos, digamos los más pudientes del toreo.

En la foto, el diestro Rafael Rubio Rafaelillo toreando con el capote.