Hay ciertas entrevistas que te reconcilian con la parte más pura de la tauromaquia, con sus ideales, con sus valores, y es que hay toreros que llevan esa forma de vida en la sangre, y Miguel Maestro es uno de ellos, “Yo parto de la base que uno nace torero, tienes la suerte de estar tocado con la barita, ha sido muy vocacional, aunque mi tío Julián ha influido también”, probablemente que el torero nazca, pero… que lleve los valores de la tauromaquia y los haga parte de su vida, pocos, muy pocos.

La humildad, unido a un amor desmedido por el toro, hace que Miguel sea consciente en cada momento de quien es y donde quiere llegar “La intención es confirmar en Madrid, creo que tengo el derecho de confirmar en la que para mí siento como mi plaza, luego quiero seguir creciendo como torero, y dar lo máximo de lo que llevo dentro en cada corrida”, su actitud encomiable, su trabajo infatigable, sus sensaciones en torero, sus sueños se los guarda para su corazón, pero nos confiesa uno que tiene desde que a los 8 años una vaca de Venancio Martín –Hermano de Victorino y Adolfo-  le pegara una paliza y quisiera más que nunca ser torero, “Quiero torear en Pamplona la corrida de Miura, es uno de los sueños que tengo desde pequeño, y espero que algún día lo pueda hacer realidad”, se puede decir más alto, pero no más claro, esas palabras dichas con sentimiento y sin vacilar, dicen mucho del torero que es, y quiere llegar a ser Miguel Maestro.

Fue a la edad de 8 años cuando Miguel quiso dedicarse al bonito y duro mundo taurino. El momento clave, varios revolcones de unas vacas, dos añojitas de encaste Albaserrada para ser exactos, le hicieron querer aprender el arte de la tauromaquia “Yo estaba orgulloso de los moratones en las piernas, le contaba a mi madre que quería ser torero, y mi madre disgustada porque no desistía en mi empeño, pero yo era el niño más contento del mundo” y prosigue afirmando que “tuve una inyección de afición y de adición al toro, es lo que sentí ese día”.  Se inscribió en la escuela de Galapagar hasta que a los 12 años –la edad mínima- pudo dar el salto a la escuela de Madrid, para compartir clase con otros 200 alumnos, “El nivel en Madrid era muy alto, eso eran palabras mayores”, pero su valía, su persistencia, su arrojo y su calidad le llevaron a ir subiendo rápidamente en los grupos de la escuela, “El maestro Gregorio Sánchez se fijó en mí, me puso a torear las primeras vaquillas en la escuela taurina, rápido me ascendieron de grupo, luego llegaron las primeras becerradas, hasta llegar a una  final de la escuela  de Madrid” la cual ganó, y se enfrentó en una final entre escuelas Españolas, portuguesas y francesas en Jerez de la frontera  “Obtuve el primer premio entre todas las escuelas, fue en el año 2000”, su afirmación se entremezcla con nostalgia y un tanto de emoción pero la humildad no le deja presumir de ser uno de los novilleros con más futuro de principio de siglo.

Su retirada de los ruedos por seis años dejo desprovisto a Madrid de uno de sus pupilos más aventajados, pero a veces, en ocasiones, el ser humano necesita alejarse de todo cuanto le rodea para aclarar su espíritu y serenar su alma. La mente y la ilusión son parte fundamental de cualquier persona, y mucho más si cabe cuando hablamos de un torero, pero el todo tiene un camino, un tiempo y un ¿por qué? en la vida “En un arrebato después de cortar 4 orejas y un rabo en un pueblo, no le encontraba sentido torear, perdí la ilusión y me fui a vivir a la playa, a Gandía exactamente, tal vez la muerte de mi madre propicio todo, pero no encontraba sentido a las cosas”. Ese tiempo no fue en vano, la madurez y responsabilidad fueron creciendo en sus hombros, y formaron poco a poco al hombre, al torero que hoy conocemos.  Tal vez cuando la calma le volvió a llegar en su interior, que las cosas empezaron a cobrar sentido otra vez, incluso un mayor sentido. Todo pasa por algo, y no fue el azar quien le llevo a encontrar con un toro embolado en un pueblo cerca de Gandía, sino la afición desmedida a la tauromaquia, quien hizo que el niño soñador se rencontrarse con el joven, y volviese a renacer en su interior la ilusión que este torero que lleva dentro,  “Me entero que hay suelta de toros embolados en un pueblo cercano y dije, voy a probar a ver qué pasa, -después de 5 años- me puse a torear delante de ese pedazo de toro, le di dos buenas tandas, y la gente lo reconoció, cuando llegue a casa volví a ser ese niño que soñaba con ser figura del toreo”.

El toro le volvió a llamar, el fuego interno de su alma volvió arder con más fuerza que nunca, un torero volvía, cual ave fénix,  con aires renovado, con la madurez de los años y los golpes de la vida, para aprovechar esa segunda oportunidad que le proveyó un toro cualquiera en un pueblo cualquier. La ilusión la recuperó, y el tacto en las muñecas lo tenía indemne, “Reaparecí  en un mano a mano con Gómez del Pilar en Casarubios del Monte corte 2 orejas a un toro de nombre Asturiano que todavía me acuerdo de sus embestidas”, el camino no ha sido fácil para este torero humilde, sin grandes padrinos, sin dinero, honesto con su profesión y sus compañeros, íntegro y puro ante el toro, ante cualquier encaste, porque sus formas no las cambia, las lleva implicitas en su adn, salga lo que salga por chiqueros, como aquella oreja de peso que cortó al de Arauz de Robles en Madrid hace unas temporadas, o aquellas 3 orejas que le cortó a una novillada de Adolfo Martin antes de su paréntesis -entre otras muchas-. “Me encanta la variedad de encastes, la variedad de capas, de morfología, de caracteres, de embestidas, pero siempre respetando el tipo de toro con el encaste que el corresponde, creo que de esta manera los toros embestirían más, no todos los encastes admiten los mismo kilos, y sacar el toro de tipo no beneficia realmente a nadie. Soy un defensor de la variedad de encastes en todas las ferias, como he toreado de todo en mi carrera, pero es lo que se debe de hacer, en ocasiones tenemos que aprender de Francia”.

La alternativa la tomó esta temporada cumpliendo un sueño, y delante de los de Baltasar Iban en San Martin de Valdeiglesias, si bien los aceros le privaron de un triunfo mayor, el talante como torero inundó los tendidos. Aquí nace un torero, muere un novillero y lo bautizan los de Baltasar Iban. El comienzo de una nueva etapa, que será dura, para la que lleva toda una vida preparándose… nuevos retos, nuevas metas.

Todo llega, cuando hay esperanza, lucha, entrega, humildad, integridad y sacrificio, al final, tarde o temprano, el toro y el aficionado lo valoran. A este torero todavía le queda un largo camino por andar, por recorrer, por torear, pero estoy seguro de que si sigue en la misma línea y ensalzando los valores que promueve la tauromaquia, la oportunidad llegará. De justicia es que Madrid le confirme la próxima temporada, teniendo en cuenta lo que ha luchado y paseado en su plaza.

Por Juanje Herrero