Ante una corrida sin alma como la de ayer, tratar de decir algo parece un dislate puesto que, aquello era infumable. Los toros de El Pilar lograron que se nos desvaneciera el edificio de nuestras ilusiones puesto que, el pilar se nos vino abajo.

Nada que ver y mucho menos que decir. Los toros sin casta, sin bravura, si ningún aliciente de cara al aficionado que, entre bostezos y móviles en la mano discurrió la función. Acertaron sin duda los que no acudieron, el peor síntoma que se le pueda achacar a una corrida. Más que bravura, los toros tenían fiereza de la mala, un genio desmesurado que, poco permitieron que se lucieran sus lidiadores.

Si me tengo que quedar con un toro lo haré con el que hizo cuarto en la tarde que, tenía más boyantía puesto que, en el caballo y tras las arrebatadas verónicas que le endilgó Pepe Moral, se vino de largo y nos esperanzó a todos; al primero a Pepe Moral que, ilusionado como estaba creía ver en dicho toro su tabla de salvación. El animal era una auténtica fiera embistiendo y, para desdicha del torero, le desbordó por completo. Y mira que Pepe Moral le puso ganas pero, como se sabe, ganó el toro.

Cierto y verdad que dicho toro no era bobalicón, todo lo contrario; pero era en ese día y en ese momento cuando Moral tenía que haber tirado de moral, como indica su apellido y dar el do de pecho; pero no, la sinfonía le salió inconclusa. La faena tuvo momentos de mucha vibración pero, no caló en el sentir de los aficionados. Como sería todo que, tras una gran estocada, allí no se pronunció ni Dios. Confiemos que Moral tenga más suerte con la de Miura que, como se sabe, es un auténtico especialista.

Ante una corrida tan desdibujada desde su interior, Álvaro Lorenzo y Ginés Marín, juntos, dieron una tarde trabajadora al más alto nivel. Nada dejaron por hacer pero, aquello no tenía calado. Y dugo que lo tengan alguna vez porque los chicos parecía que les estaba deteniendo la guardia civil por aquello del semblante que reflejaban sus caras. No se puede estar más triste en una plaza de toros. Si de tristezas hablamos, ya teníamos bastante con la que irradiaban los toros que, entre falta de fuerzas, cero bravura y genio mal dado, con ello íbamos más que sobrados. Pero no, los alternantes, como digo, quisieron sumarse a la tristeza para que, la plaza, al unísono, comiera pipas de lo lindo.

No sé si estando alegres hubieran logrado mucho más; pero amigos toreros, la mercancía hay que venderla; es decir, además de torear hay que aparentar que se hace. Ha quedado claro que, llenos de tristeza no podemos convencer a nadie, justamente lo que les pasó ayer a los toreros en dicho festejo.

En realidad, todos esperábamos mucho más de Pepe Moral que, ante todo, era el “amo” de la corrida; es decir, del que más se esperaba y, el diestro palaciego se nos difuminó como un azucarillo.  Como dije, el cuarto, sin ser un toro de bandera, en otro momento Moral le hubiera cortado las dos orejas. Pero el toro le desbordó y todo quedó en la nada.

Pla Ventura