Por Francisco Diaz, Fotografia Andrew Moore

La entrada, el ambiente y la actitud del público mostraba las ganas de toros con la que se inauguró la Feria de Otoño, la primera con sorteo. Sin embargo, una escalera indecorosa de inválidos de Victoriano Del Río mandó al traste todas las expectativas de la afición. Tampoco fue la tarde de un lineal, despegado y mal colocado Talavante, que recibió el cariño y el respeto de Madrid al romper el paseíllo, y de un anodino Fortes, que volvió a nacer. La tarde la levantó Pablo Aguado que con disposición, firmeza y ambición confirmó dignamente la alternativa, cortando un apéndice.

Alejandro Talavante al natural, Fotografia de Andrew Moore

Confirmó la alternativa Pablo Aguado con “Bolero”, impresentable y rozando la invalidez. Embistió con humillación y recorrido en el templado y poderoso capote del sevillano, que le ganó terreno y remató con dos medias, una por cada pitón, de categoría. El toro humilló en el primer puyazo y cabeceó en el segundo. Quitó por chicuelinas. Quite también de Talavante por gaoneras, muy arrolladas. Respondió Aguado por muy templados mandiles. Rápido tercio de banderillas. En la muleta el animalillo solo pudo defenderse, rebrincándose y soltando la cara. Mejor cuando le dio sitio, aunque se quedaba al hilo del pitón. Estocada trasera y tendida, alargando la mano y tapando la cara.

El primero de Talavante fue una raspa indigna de Madrid, sin poder y que se renqueaba y escurría de los cuartos traseros. El primer tercio pasó desapercibido, pues fue un mero trámite. Con independencia de la fuerza de cada animal, hay que picar, y si el bicho no sirve, pañuelo verde. En banderillas empezó a embestir con más tranco y transmisión, puso en apuros a Trujillo en el tercer par. Abrió la faena con el cartucho de pescado. Sobre la izquierda cimentó su faena, en la que buscó el pitón contrario en el primer pase para quedarse fuera de cacho en los siguiente. En la mayoría de momentos no hubo el suficiente mando. Arrimón. Pinchazo y estocada desprendida.

Otro toro mal presentado el primero de Fortes, tampoco sobrado de poder y siempre humillador. Aparte de la endeblez, su principal condición fue la poca fijeza y la mansedumbre. Trámite en varas, de cuyos puyazos salió suelto. La falta de fijeza deslució el segundo tercio. No obstante, tuvo muchas posibilidades en la muleta, por su humillación y transmisión. Fortes no lo entendió. Empezó la faena por estatuarios, cuando lo más sensato parecería haberlo sobado y fijado en la muleta. Salió huyendo hacia chiqueros y el malagueño se lo llevó al centro del ruedo, y el toro respondió. Sin embargos, Jiménez Fortes no le dio el sitio que el animal requería y le faltó temple y mando. A veces fue excesivamente periférico. Estocada delantera, caída y perpendicular. Un despropósito.

El cuarto capítulo no merece mención alguna. Un choto tetraplégico sostenido por el presidente.

Fortes al merced del toro de Conde de Mayalde, Fotografia Andrew Moore

El quinto de la tarde volvió a corrales, dada su asquerosa invalidez, como debería haber ocurrido con el anterior. Era, sin embargo, el mejor presentado del hierro titular. Salió un manso, descastado y sin fuerza sobrero del Conde de Mayalde, cuya única virtud fue la humillación. Mal picado y lidiado con magisterio por José Antonio Carretero. En la muleta el toro no permitió nada, que aminoraba cada vez más el recorrido. Fortes no tuvo la tarde, despegado y citando con el pico, con el muletazo siempre para fuera. Vulgar. Tras varios pinchazos, se quedó en la cara del toro.

Segundos de angustia con derrotes muy feos. Se lo llevaron las cuadrillas a la enfermería.

Un toro grandón y con el trapío suficiente fue el sexto, cuya lidia y muerte correspondió a Pablo Aguado. Toro que adoleció de falta de fuerzas, como todo el encierro. El sevillano lo recibió arrebatado a la verónica con la trampa, en algunas ocasiones, de atrasar la pierna de entrada. Se picó en el caballo que guardaba la puerta y en la segunda entrada no se le partió la piel. En banderillas el animal se limitó a defenderse y a rodar por el suelo. No obstante, el sevillano fue capaz de tenerlo em pie y sacar agua de un pozo seco. Arrojo, valor y disposición, junto a algunos muletazos de circular trayectoria. Enganchones motivados por las defensivas embestidas del burel y las solo cinco corridas en su segundo año de alternativa. Estocada tendida y oreja.