A menudo escuchamos en los corrillos taurinos que la ganadería de Pinto Barreiros es la «madre» de las ganaderías portuguesas. A pesar de que aún queda mucha sangre del legado de Pinto Barreiros, el toro lusitano en la actualidad, procede en su mayoría de vacas y sementales de divisas españolas. Las ganaderías han adaptado sus toros conforme a la evolución de la tauromaquia, y se ha adaptado a los gustos del público y de los rejoneadores. Estos últimos, de gran importancia en Portugal, al igual que los matadores de a pie, desean un toro que embista con nobleza y que repita con recorrido, y el encaste Gamero-Cívico no es el más idóneo para la tauromaquia de hoy. Con un comportamiento mucho mas bronco, con mas genio,  hechuras más voluminosas, y cornamentas descaradas.

El encaste Gamero-Cívico, procedente de la venta directa de la ganadería de Parladé a Don Luis Gamero Cívico. Se identifica como el prototipo más genuino que se conserva del tronco Ibarra-Parladé y pasa por ser el que menos modificaciones morfológicas ha sufrido con respecto a sus orígenes. Sus pintas características son negras y tostadas, dándose también castañas y coloradas. Los accidentales más característicos de este encaste son el listón y el chorreado en morcillo, dándose también el bocidorado, y los más comunes en todas las procedencias ganaderas, el bragado y el meano, así como el ojo de perdiz en los ejemplares de pelaje colorado. Desde el punto de vista veterinario, son reses de mucho trapío, basado fundamentalmente en la amplitud de su compacto tercio anterior y su espectacular cornamenta.

En 1925  José Lacerda y Pinto Barreiros compra la ganadería de la viuda de Antonio Guerra. Elimina casi todo el ganado, y compra de la ganadería Diego Guerrita, de pura estirpe origen Cívico Gamero. Más tarde, agrega cincuenta vacas Félix Suarez, oriundas de Santa Coloma, veinticinco de los herederos de Luís Gamero Cívico, Y los sementales «Gañafote» de Gamero-Cívico, «Treinta y cinco» del Conde de la Corte, «Napolitano» de la vacada de Juan Belmonte. Y más tarde, otro semental de Domingo Ortega. De todos ellos, «Gañafote» y «Napolitano», ligaron especialmente bien, consiguiendo implantar la personalidad y los genes parladeños en su ganadería.

La mezcla de sangre Parladé con Santa Coloma sería un gran éxito, y tras años de trabajo y selección ganadera, consigue crear una ganadería con unas características morfológicas, genotípicas y de comportamiento, diferente a todas las existentes. Había conseguido un nuevo encaste.

El buen lustre y resultado de sus toros motivaría que numerosos ganaderos portugueses, buscaran en la ganadería de Pinto Barreiros, la sangre perfecta para mejorar sus productos.

José Lacerda apenas se tomó el tiempo de ver crecer sus primeros animales para hacer su presentación en Madrid, en 1931. Una salida exitosa que pronto lo lleva a nuevos contratos, así como a las buenas oportunidades comerciales con los colegas lusitanos.

El 6 de julio de 1944, en la Monumental de Las VentasManolete lidiaría el famoso «Sobrero de Pinto Barreiros», un toro negro llamado «Lirón», herrado a fuego con el número 242, con el que Manolete, según algunos críticos, conseguiría la mejor faena de muleta de su carrera. Otros incluso, llegarían a decir que fue la mejor faena del siglo XX .

Pero los toreros de hoy no quieren lidiar con este tipo de toros, y la ganadería sufrió un declive, al ver como paulatinamente, lidiaba menos, quedándose fuera de ferias y carteles importantes. Tras unos años inciertos, de transición, lidiando casi todas las camadas en el país vecino, y muchas corridas destinadas al arte del rejoneo, la vacada está de nuevo repuntando.

Su sangre única, la línea ganadera muy consolidada, y con el tipo de toro armónico y encastado que en su día creo Don José Lacerda, hacen de esta ganadería, una de las joyas del campo bravo. Un patrimonio genético, que está de nuevo en la senda del éxito.

Por Jaime Bravo