Por la libertad, miles de personas han luchado generación tras generación. La defensa de la ciudadanía, los derechos fundamentales y las libertades públicas ha sido la única razón de ser de muchos proyectos e ideas. Las amenazas, sin embargo, persisten, con distinta forma y diferentes manifestaciones. Se empeñan en revestirlas de prosperidad, evolución y democracia. Olvidan con toda la voluntad más manifiesta los principios fundadores y fundamentales de esta última.

 

El comunismo ha sido siempre una ideología empeñada en el más riguroso control de sus súbditos. Súbditos sin rey, pero tampoco ciudadanos. Mediante esa estabulación, sin el reconocimiento de los más elementales derechos lograba sostenerse en el poder. La ambición por el poder tenía como finalidad el lucro de unos pocos, con el coste de la miseria, la involución y la muerte de muchos otros. Sin embargo, la dictadura del proletariado fracasó en su corriente económica, no en la social y cultural. Por ello, los comunistas trasnochados pretenden asaltar el Palacio de Invierno mediante la colectivización de la sociedad, su homogenización.

 

Jamás libertarios (siempre relativos) han sido tan absolutamente liberticidas. La estrategia inicial consistió en impregnar un pensamiento único en la sociedad. Mediante el control de la educación y de los medios de comunicación, se logró asentar las bases del pensamiento del sistema, obedeciendo así al que dicen que fue el comunista más inteligente, un tal Antonio. Por tanto, se construyó una sola verdad: la suya y, en consecuencia, una libertad de expresión e ideológica. Para alcanzar la subsistencia de tan inquisidor sistema, la censura social se encargaba de rechazar al disidente; de aislarlo, primero, y expulsarlo, segundo.

 

Una vez la base social se ha asumido y no cuestionado el decálogo esencial para ser un buen “ciudadano” -nunca libre, por tanto, nunca ciudadano-, el siguiente paso es su consolidación legal. Sin embargo, el decreto-ley no reviste las formas superficiales adecuadas, por ello, se dota falsamente a tan liberticida discurso con elementos democráticos. No será el decreto, pero sí el referéndum quien prohíba los toros. De este modo, todo seguirá su curso, se arrancará cualquier dosis de individualidad, para ser todos iguales. Perpetuarse en el poder.

 

No todo resultado de una votación, en este caso un plebiscito, debe ser democrático. ¡Qué concepto más simple tienen de la democracia! Este sistema político parte de la premisa de que el ser humano es libre como tal, con derechos y deberes. Ninguna mayoría tiene la suficiente legitimidad para imponer un pensamiento, un gusto o un modo de vida a los demás. La democracia permite la integración del hombre en el conjunto social, bajo las reglas de la convivencia elementales. Tal intervención y violación de la más íntima esfera individual será legítima. Y menos si es para perpetuarse en el poder.

 

La libertad nunca es dada libremente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido. Martin Luther King.

 

Por Francisco Diaz