Siempre que uno traspasaba la vía férrea que daba entrada a “La Ruiza” de la ganadería de Prieto de La Cal, un cosquilleo te recorría la espina dorsal, hoy ya no se traspasan los pilares con el nombre de la finca y de la ganadería, hoy se entra por un camino 200 metros más adelante, da igual estás en el territorio del toro auténtico, del toro intocable, del rigor de una familia que vive por y para sus toros.

En esta casa los viejos cercados de palos le dan sabor, ese sabor que se perdió poniendo guardarraíles de las carreteras, porque no se oxidan dicen, porque no tienen apenas mantenimiento, ya se perdió en esas casas que no en esta el repasar los cercados como toda la vida de Dios por si durante la noche algún animal, bien en peleas, bien en intentos de escapadas nocturnas como las que hacía El cachorro de Triana cuando a la luz de la luna cruzaba el puente de barcas para sus correrías amorosas.

Aquí no, aquí se repasan los cercados, los ganados los caballos que ya no sirven de viejos, pero que morirán dignamente en la casa dónde prestaron sus servicios, se les mima en un rincón de la finca frente a la casa Señorial, un cercado poblado de Eucaliptos para abrigo en invierno y verano.

Nos emplaza Tomás Prieto de la Cal para después de comer, y allí nos presentamos, aquí el trabajo no falta y mientras el mayoral Rafael, el vaquero y el ganadero sacan un toro del cercado del “destete” Pepe Doblado da cuerda a un potro nuevo en el picadero; menuda reata trae Pepito Doblado, su abuelo fue santo y seña en esta casa mientras Tomás era casi un niño cuando tomó las riendas de la ganadería a la muerte de su padre y bajo la supervisión estricta de su madre Dª Mercedes Picón, Condesa de Seoane, hoy con los achaques propios de la edad, (si es que alguien la sabe).

Tres corridas de Toros y 4 o cinco novilladas para este año, en lo que Tomás termina, Pepito Doblado me enseña los toros apartados según su tamaño hasta la hora de hacer los lotes y los novillos para la temporada que viene, toros que en diciembre lucen un trapío propio de esta casa, aún les queda, pero se les ve venir, todo amabilidad para retratar los ganaos pero con la precaución necesaria con esta “gente” que a la mínima se te vienen como trenes o se lían a cornás; ya llega Tomás y en el viejo Land Rover vamos a ver los toros más fuertes a otro cercado, se queja también de la falta de agua por la siembra, porque la zona de marisma y las charcas que deberían estar llenas, están secas, un toro negro metido en lo que debería ser la charca y solo hay juncos que también se están comiendo por falta de pasto; da pena, la verdad,

Iremos a los sitios donde triunfamos el año pasado y una corrida de rejones que nos ha pedido Diego Ventura, pero en las plazas de primera ni nos cogen ni el teléfono se queja el ganadero, tanto como se les llena la boca con respetar la morfología de cada encaste, pero ni hablar del peluquín que decimos en mi tierra, vemos la camada del año que viene, muy seria, mucho, de ahí saldrán las corridas y novilladas, pero ni un lamento, se admite, se pelea y punto, como toda la vida, como le enseñó su madre, a luchar, no queda otra, ellos se lo pierden le digo yo; regresamos al cortijo, agradecidos por el trato recibido siempre, la sinceridad y el respeto por gentes, animales y finca son el santo y seña de esta casa. Los que podemos seguir viendo la lidia de este encaste único y puro tenemos ese privilegio, no saben lo que se pierden, saludamos y nos despedimos de Rafael, Doblado y emprendemos vuelta a Sevilla; antes de perder la vista La casa del cortijo, no podemos evitar volver la cara atrás y mirar los cercados de palos casi caídos con tanto sabor, los jaboneros al pié del camino que nos miran desafiantes, Gracias por respetar todo esto Tomás, pero gracias sobre todo por el respeto que nos tienes a los aficionados, a los que pagamos. Gracias.

Por Javier Fernández Cisneros