Un año más ‘Llaomojao’ se convierte en el escenario perfecto para crear magia. Magia pura convertida en arte. El arte del toreo de jóvenes promesas y de toreros que han dejado huella en la historia de la tauromaquia.

Una tradición que perdura en el tiempo. Llega el último sábado del año y Alamillo se viste de corto, en concreto ‘Llanomojao’. Lugar mágico donde la magia fluye, el tiempo se para y en las pupilas se graba esa faena con la que se sueña y que pocas veces se puede observar. Si conjugas todos esos elementos con un tiempo estupendo, hace que ese día se vuelva especial.

El futuro de la fiesta tiene un panorama prometedor en los jóvenes toreros que se forjan día a día. Ellos viven con una emoción inconmensurable lo que es el devenir de la fiesta. Es su pasión y sueñan con ser figuras del toreo. Pero como en todos los sueños el despertar suele ser duro, y en el toreo lo duro es forjar un camino. Camino que no es de rosa, sino de espinas. Tienen que tener la mente muy fuerte para batallar con todos esos inconvenientes que se le van a presentar a lo largo de su carrera.

Ahora están empezando, son novilleros y sueñan con debutar con caballos, aunque antes tienen que hacer su camino como novilleros sin los del castoñero. Adrián Reinosa tiene más festejos a sus espaldas, ha debutado sin caballos y se ha enfrentado a la mirada escrutadora y crítica de la afición. Sin embargo, Manu Román está empezando, era la primera vez que toreaba delante de tanta gente. La templanza fue su aval de presentación para conquistar al público alamillero.

Dos becerras salieron de la placita de tientas de ´Llanomojao´. Antes se había realizado el sorteo con el típico cara o cruz. El primero en saludar a la becerra castaña fue Adrián Reinosa que se abrió de capa y remato con una media muy bonita. Los primeros pases de muleta los daría Emilio Bresó, novillero con caballos que es fijo en este cartel, demostró su poso y buen toreo. Continúo con la becerra Adrián Reinosa, de la escuela taurina de Alcázar de San Juan, que con la barbilla en el pecho toreó a placer.

La sorpresa llegó cuando cogió la muleta Manu Román, desde Córdoba se desplazó, acompañado del banderillero Rafael Figuerola, para deleitar a los presentes. Todos se sorprendieron del temple que demostró este joven torero con las dos becerras, puesto que ambos salieron en las dos. Si con la muleta gustó lo que hizo, con el capote también hubo cosas buenas.

Pase de pecho de Manu Román

Se puede hablar mucho del concepto y la clase que tiene los toreros, pero eso está claro o se nace o no se nace con ese don divino que te otorga la categoría de llegar al alma de la afición. Manu Román tiene ese poder, ahora hace falta que siga por ese camino y sus pasos sean guiados siempre por el camino recto.

El anfitrión no podía faltar en esta fiesta campera, que no es otro que Félix Jesús Rodríguez, desde sus comienzos su peña taurina es la encargada de organizar el evento, y todos los años él torea y deja constancia de su elegancia y poso. Es un deleite verlo torear, quien tuvo retuvo y el arte no se pierde con el paso de los años, sino que se va atesorando y va adquiriendo más valor.

Otro que también sorprendió para bien fue Joaquín Alonso, hijo del banderillero Quino que con la muleta dejó unos pases de muy buen sabor. Aunque no haya toreado vestido de luces, es torero, porque torero es quien lo siente y lo expresa en el albero.

Fin de año muy taurino para los aficionados que tuvieron el placer de disfrutar de ese día de campo y degustar el buen toreo en la soledad del campo, donde los toreros se expresan mejor, puesto que no está la presión de cortar trofeos.

Texto y foto de nuestra compañera Raquel Montero