Dice Joaquín Sabina en una canción que “Ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena”. Ante este verso del poeta Sabina, nos encoje la emoción ante una verdad tan abrumadora.

Javier Sánchez Vara da buena cuenta de ella, de esa verdad en forma de asonante poesía que Joaquín canta a ritmo de guitarra acústica. Es un torero que jamás le ha valido la pena ser cobarde, luchando siempre titánicas batallas, llena de valentía, sin llegar a ser poesía, que en ocasiones le ha costado caro. No por las cornados que puedan sobresalir de su curtida piel, sino porque el sistema ya cada vez admite menos, a toreros dispuestos a morir en el ruedo.

Le falta irregularidad para ser uno más,  le falta el caos de la vida permanente en la que viven otros en una corrida dura, o incluso sólo en un toro, pero él tiene seguridad, cada día un poco más. Primando la gallardía, con valor seco, y una regularidad solo al alcance de los que trabajan semanalmente el encaste minoritario, lo más duro, lo más bravo, y lo que según algunos “No embiste”.

Compañero de todos, y amigos de algunos, nunca ha sido hombre de retos fáciles. Tal vez su década hubiera sido los 60 y 70, donde las alimañas abundaban, y la bravura daba sentido a las faenas. Una vida lleno de retos, y de mucha ingratitud. Defensor a ultranza de la variedad de encastes, son estos quien le han permitido expresarse.

Desde hace unas temporadas viaja a Perú, para ganar premios, y recoger ovaciones. Donde le hacen sentirse torero, le valoran y premian su esfuerzo. Muchos viajes a la tierra del majestuoso Machupichu y su extensa cordillera Los Andes, cerca de 60 en estos 3 últimos años, y un total de 100 en su carrera. Un flotador que se le presento en forma de país, para en ocasiones salvar su carrera. Una plaza Madrid que ha marcado su vida, y forjado su carácter con lo más duro, y que pocos querían. Tal vez el templo de la tauromaquia algún día le jure amor eterno, y le rinda honores.

Una carrera marcada de triunfos y fracasos, donde en todos ha aprendido a ser mejor personas, y mejor torero. Con la humildad por bandera, y el entrenamiento diario como testigo, ya son pocos los toros que le sorprenden. En sus 20 años de matador, pocos pueden presumir de tener una carrera tan dura, y tan larga a la vez.

Muchas corridas hubieran retirado a unos cuantos, otros se hubieran negado a matarlas, pero Javier es consciente de que su profesionalidad va por delante de todo, incluso en ocasiones de su vida, sueldo, y carrera.

Todavía creo que la mejor versión de Sánchez Vara está por llegar, y tarde o temprano todo llega. La madurez, y sus ideas priman en una tauromaquia en ocasiones antigua, con la verdad y pureza por delante, llevando al toro como mandan los cánones, tal vez no de la belleza pero si de la honradez torera.

Por Juanje Herrero