Y llegó la séptima del abono albacetense, y con ella, don Antonio Ferrera, para anunciarse junto a su «paisano» (y lo digo entre comillas, pues el primero es ibicenco de nacimiciento y bellotero de adopción) Miguel Ángel Perera y Ginés Marín, también adoptado en esa bendita tierra pacense, para lidiar una más que interesante corrida de Don Santiago Domecq. La vacada gaditana, que conjuga las sangres de Jandilla y Torrestrella, echó un conjunto de siete toros, pues uno se devolvió a las mazmorras de Florito, de impecable presentación y encastada condición, exigente, en consecuencia.

Derribó el primero de la tarde, también del lote de Ferrera, evidentemente, en su único encuentro. Metiendo los riñones, empujando, eso sí, con un solo pitón. Protestada fue la decisión del matador de no poner banderillas, ante la tarda arrancada y cortada trayectoria del burel. Aseado estuvo Ferrera ante las rebrincadas y cortas embestidas por el pitón derecho del toro, algo mejores por el izquierdo. Ovación con saludos. Importante labor del bellotero ante el cuarto de la tarde, toro sin humillación y muy escaso recorrido. Banderilleo con más vistosidad que pureza. Sensacional resultó su faena de muleta: calibrando las alturas, distancias y velocidad. Metido ya entre los pitones, logró extraer naturales de bella factura, hondos y abrochándolos al final de la cadera. Sin embargo, llegó la tragedia, profiriéndole el murlaco una fea cornada en el muslo izquierdo. En un gesto de vergüenza torera y de macho, no consitio irse para dentro.

Se devolvió a corrales por flojo el segundo de la tarde, corriéndose turno y saltando al ruedo el quinto de la tarde. Toro que, desde los primeros compases, demostró su humilladora condición y profunda embestida. Sin embargo, asquerosa fue la condición que en el jaco demostró. Lucido tercio de garapullos a cargo de esa gran cuadrilla: Javier Ambel, Curro Javier y Guillermo Barbero. Formó un lío Miguel Ángel en el tercio de muerte, a su manera. De esa misma que a mí no me gusta: cite con la muleta oblicua, de perfil, descargando la suerte y al hilo del pitón. Sin embargo, enloquecieron los tendidos. Pese a la estocada defectuosa, cortó las dos orejas. Vuelta al ruedo al toro, «Merecido», al que se pidió el indulto: manso en varas, con humillación y recorrido, llegando al final de faena con menor profundidad. Excesivo premio. También tuvo su interés el sobrero, jugado como quinto, animal de embestidas orientadas, sin excesos de bravura y casta, pues acabó rajándose. Cuando se sentía podido, se revolvía con peligro. Valiente Perera, en su línea.

Se presentó en Albacete Ginés Marín, la revolución de la temporada. Su primer toro, un animal que le costó desplazarse y siempre defendiéndose echando la cara arriba, hasta que se encontró a la muleta de Ginés Marín, que supo recetarle el temple suficiente y la distancia requerida. Perdiéndole el paso en ocasiones, tirando siempre de su embestida. El animal fue más como manifestación de su encastada condición, siempre por el izquierdo. Como exigía ser podido y toreado, protestó todo aquello que se excedía del toreo fundamental. Clásico Marín que ejecuto una bella estocada, sirviéndole para cortar una oreja. Otra cortó del que cerraba la corrida. Animal que también tuvo mejor condición por el pitón izquierdo, noble y con buen recorrido. A veces lineal y descargando la suerte Ginés Marín. Estocada, oreja y puerta grande.

 

Por Borja Dominguez

Fotografia Arjona