¿ Cuál es el toro más bravo que ha lidiado usted ?
El toro Chavito, procedente de lo de Saltillo, que mató Machaquito en San Sebastián. Se dislocó una paletilla al rematar en los tableros, y , a pesar de esto, dio una lidia admirable. En el tercio de varas ha sido el toro que más me ha gustado.
¿ Qué ganado le sale mejor, lo puro de Saltillo o lo de Ibarra ?
Pues mire usted; más igual me sale lo de Ibarra; pero los toros más bravos, los que destacan, los de punta, son los otros.
¿ Se emociona usted mucho viendo lidiar sus toros ?
Muchísimo. La emoción más grande que he sentido en mi vida ha sido en el momento de abrirse el chiquero y salir un toro mío. Está explicado.
La plaza es el resumen de toda una labor; en un momento nos jugamos el trabajo de varios años, y como no hay una garantía de que el éxito corone el esfuerzo, la curiosidad es enorme. ¡ Luego, hay tanto amor propio en esto !
¡ Y tanto desengaño ! Nunca me olvidaré en una Feria de Córdoba. Asistía a los toros, acompañado del ganadero que tenía muchas ilusiones puestas en aquella corrida. Salió el primero, que fue bravo, y el ganadero mandó que le reservaran aquella cabeza. Salió el segundo; se arrancó con bravura y poder al caballo, y el ganadero, entusiasmado, sin calma para esperar, pidió también a gritos la cabeza de aquel toro. Como si el toro se hubiera dado cuenta de ello, desde aquel momento decidió no tomar ni un puyazo más, y llevó fuego. Tenía que ver al ganadero: desasosegado, hablándole al toro como si se tratara de convencerle, sudando la gota gorda. Total, que en aquella corrida de sus ilusiones le quemaron dos toros. Por la noche, comiamos en el Club Guerrita. A poco, entraron a tomar café las cuadrillas. Se acercaron los picadores al ganadero.
» Sentimos tanto, los picadores, lo de esta tarde. Nosotros no pudimos hacer más, don Fulano.
¿ Cómo que no ?, rugió el ganadero. Con un toro, conforme; pero al otro lo pudisteis tapar.
» Que no, don Fulano «.
» Que sí «
Y esta discusión que si había sido culpa del toro o de los picadores la cortó uno de éstos diciendo:
» Y sobre to…. ¿ Pa qué son las banderillas de fuego ? Pa usarlas «
A lo que contestó, indignado el ganadero:
» Y para qué son el cura y la Extremaunción ? Pa usarlos también.
Conque a ver si los usáis mañana, que hay miuras «
Y se fueron los toreros tocando hierro y haciendo repetidas veces con la mano el ademán de ¡ lagarto ! ¡ lagarto !
A nosotros, continuó diciendo el conde, nos interesan unos detalles que el público desdeña. Para nosotros un capotazo inútil tiene una importancia excepcional. ¿ Pues qué le diré a usted cuando después de tres o cuatro puyazos, en los que entra hasta el palo, se sale un matador abanicando por las afueras y termina juntándole el hocico con el rabo. A mí me duelen hasta los huesos cuando veo eso, y el público, en cambio, aplaude. Y de las puyas no hablemos. El modelo de hoy no quiero ni discutirlo. Es necesario que adoptemos una resolución radical en armonía con la índole de la suerte, porque esto no es picar, es matar toros. Un día, por curiosidad, pásese usted por el desolladero, y al ver los boquetes que tienen los toros, se quedará usted asombrado de que hayan podido no ya pelear, sino tenerse en pie, después del tercio de varas. Es necesario tomar una determinación.
¿ Cómo tienta usted ?
En campo abierto. Yo veo mejor las querencias en el campo. Además, temo que dos puyazos (a los machos, no siendo para sementales, no les damos más) en un lugar cerrado los toma cualquier becerro, por manso que sea. Doy más importancia al puyazo que toma el becerro en el campo abierto con la querencia libre para poder escapar.
¿ En qué proporción aprueba usted ?
Las becerras, que es donde se apura, en un 30 por 100, las doy 10 ó 12 puyazos, y lo mismo a los sementales. Para estos tengo muy en cuenta los antecedentes, que en mi ganadería responden en una proporción muy estimable. Los sementales los echo a las vacas a los tres años, y si me gustan los repito otro; más tiempo no los tengo con las vacas.
¿ Es verdad que se ha negado usted a dar toros para la plaza Monumental de Sevilla ?
Si, señor. Yo soy maestrante y no puedo contribuir a que se perjudique la plaza de la Maestranza, que es la Beneficencia de Sevilla. Gallito me pidió toros y le contesté : Están a tu disposición todos mis toros para que los mates tú solo, en cualquier plaza, menos en la Monumental de Sevilla.
Mientras el conde nos enseñaba su estupenda casa, entre una frase de elogio para un cuadro de Pantoja, una armadura milanesa o un tapiz flamenco, derivamos la conversación, del toro a los toreros. Admirados estábamos ante un biombo japonés, en el que se comenta nuestro Quijote, mueble curiosísimo de un raro mérito artístico, cuando saltó en la conversación el nombre de Rafael el Gallo. ¿ Por qué ? No lo sé. Acaso por asociación de ideas; que Rafael tiene mucho de Quijote taurino. Lo cierto es que el conde me refirió que una vez el Gallo le pidió una corrida para Barcelona. Se envió la corrida y al desencajonar los toros, uno se rompió un cuerno.
Telegrafiaron al conde dándole cuenta de ello y le preguntaban ¿qué hacemos ?. Cuando se recibió el telegrama, Rafael, de paso para Barcelona, visitaba al conde . Mira lo que me dicen, Rafael, dijo el conde, que un toro se ha roto un cuerno, y que qué hacen. Dígalos osté que a ve si puen haser que se rompan los cuernos los otros sinco.

( Continuará …).

 

Por D. Mariano Cifuentes