Alejandro Marcos ya es matador de toros, palabras mayores en el sagrado arte del toreo. Sello que marca, distingue y queda herrado en su ADN artístico de manera perpetua para engrandecer a quien se ha ganado ese legado con la identidad de su torería y el esfuerzo de la superación. Ayer, la coqueta plaza de Cuatro Caminos volvió a ser escenario de un acontecimiento con otro salmantino de protagonista para sellar con mas fuerza esa alianza taurina entre Santander y Salamanca nacida a mediados de los 80 cuando de la mano del empresario Paco Gil volvió a resplandecer el ciclo de Santiago. Desde entonces, con la llegada de una nueva ‘semanuca’, el paseo por Santander es encontrar a cada paso infinidad de paisanos.

En esta ocasión uno no pudo acudir al acontecimiento, aunque sí estuve pendiente desde el primer momento para ver qué deparaba la tarde y daba de sí Alejandro Marcos. El mismo que nos ilusionó tantas veces desde el comienzo de su carrera y una tarde agosteña en Villavieja de Yeltes destapó sus esencias de la ilusión. O más tarde, ya con picadores, en Zamora –frente a un novillo de Zacarías Moreno-; o en Tamames –con uno del Pilar-; también en su presentación madrileña o varias veces más que logró captar la atención gracias a un concepto clásico que fue sumando nuevos adeptos.

Hoy, Alejandro Marcos, es portada de los periódicos con su salida en hombros gracias ese momento vivido en la plácida plaza de Cuatro Caminos, con su afición torerista y generosa, pero con un Alejandro Marcos que se destapó como exquisito intérprete del capote y, después, con la muleta buscó el éxito regalando gotas de la esencia, porque la esencia es lo que separa la grandeza de la cotidiano. Y Alejandro tiene ese esencia, aunque queda largo camino por recorrer y tantas cosas por descubrir para desembocar en ese gran torero que se espera y lleva ilusionando desde hace tiempo.

Ahora queda por delante una larga carrera que a veces se hará tan dura que hasta tendrá la sensación de ser infranqueable, tardes alejadas del ambiente tan agradable de ayer, pero él tiene correas para tratar de aupar su nombre al de los toreros de culto. Aprendizaje aún queda, pero uno se ‘hace’ toreando y desarrollando su concepto y personalidad, dos cosas que Alejandro Marcos atesora, junto al ‘don’ especial de torería y con eso se nace.

Ahora hay que saberlo llevar. Tener tino para dirigir la carrera y saber hacerse esperar lejos de las prisas -muy malas compañeras en el toreo-. No quemarlo en villorrios en festivales sin picadores -el 15 de agosto en Cantalpino no sumará nada-, sino saber dónde está el momento para enseñar el tesoro de su torería y que la gente espere cada tarde. Porque tiene novedad y eso hay que saber guárdalo para sorprender en grandes acontecimientos, que es el camino con el que deben velar su trayectoria para alcanzar la meta de ser un gran torero.

COLETILLA FINAL: Ayer hubo una ‘nota’ de Julio Robles en su segunda faena. Fue al iniciar la faena de muleta y recibirlo con un afarolado de rodillas. Ahí hubo sabor ‘roblista’ y hurgó en la nostalgia de quienes aún seguimos huérfanos del genial torero. Del desaparecido maestro que hace unos días me contaba Alejandro Marcos que la admiración hacia él aumenta cada día. Alejandro, en su alternativa, se sintió Julio Robles al comenzar la faena de muleta a su segundo y recibirlo con un afarolado de rodillas. En esos momentos el recuerdo voló treinta años atrás para revivir aquella feria de San Isidro de 1987 al interpretarlo por primera vez frente a un toro de Felipe Bartolomé y poniendo la plaza en pie. Ese mismo año volvió a deleitarnos con ello, fue a un ‘buendía’ en Salamanca –estrenaba el precioso corinto y azabache que ahora se encuentra en una estantería del restaurante Pacheco, de Vecino-. Además me encantó que Alejandro lo hiciera en su alternativa y concretamente en esta plaza donde tanto se reverenció al desaparecido maestro salmantino.

 

Por Paco Cañamero

Agradecimiento a Glorieta Digital