Por Paula Mendieta

Había una vez decenas de soldaditos de plomo metidos en una caja de madera vestidos con un bonito uniforme de luces. Cada uno con distintos tonos de color, con alamares que adornaban sus vestidos bordados en oro. Con medias rosas y espigas dibujadas en la tela. Manoletinas finas las cuales decían que con ellas dibujarían cruces en la arena, y una montera que utilizarían en cada guerra para brindar la vida o la muerte.

Carlos De la Rosa había recibido esa cajita como regalo de Navidad. Abrió la caja y observó que todos los soldaditos eran iguales, menos uno, que destacaba del resto. Su mirada y sus muñecas decían y mostraban todo lo que había superado para llegar hasta esa cajita de madera en forma de regalo que finalmente, conseguiría unirlos: «La temporada pasada ha sido una temporada corta pero personalmente importante, ya que ha sido un prueba personal el ver que podía con todo tipo de animales y superar esa prueba me ha hecho madurar y crecer más como torero, el balance positivo no tanto en número de triunfos sino de satisfacción personal. Lo que más me ha marcado…no sé, cada tarde ha tenido sus momentos y de los cuales me quedo tanto los buenos como los mejorables.»

Pero este soldadito de plomo no se fijó en ninguna bailarina como narra el cuentecito de Andersen sino que su fijación fue hacia otro muñeco, negro y con pitones, que salió también de la caja sorpresa. Carlos observó que venía con un sigilo laborioso y ensimismado de su profesión, y decidió emprender junto a él un camino de ilusiones y sueños para transformar a este soldadito de plomo en un matador de toros de prestigio y hacer que todo el mundo conociera su historia: «Bueno, las expectativas con ellos son torear para seguir creciendo y poder ir haciéndome un hueco en la temporada. Aún el planteamiento es pronto para saberlo, también según esté yo a lo largo del invierno y de la temporada marcará un poco todo.»

Carlos de la Rosa no fue la salvación de este soldadito de plomo cuyo nombre es David Martín Escudero, pues él ya se había ganado el sitio del que disfruta cada vez que le tocaba luchar en los cuentos. Más bien se convirtió en su apoyo y conseguir transformar lo fantástico a lo real: «sobre todo me gusta el trato personal que tiene tanto Carlos con el resto de personas que integran el equipo, y luego la seriedad y la forma que tienen  de trabajar, creo que es esencial y también el  tener una estructura y esa disciplina de trabajo como la que tiene.»

Durante un tiempo el soldadito de plomo se había quedado a oscuras y en silencio en aquella caja de madera. No sabíamos dónde estaba pero aún teníamos la esperanza de que alguien apostara por él y por toda esa habilidad y magia que solía hacer a través de unas telas. La voz de Carlos y toda la empresa «Eventos Macondo Universal» hicieron renacer al soldadito de plomo pues cogió sus trastos misteriosos y prometió demostrar de qué pasta estaba hecho: «Mentor como tal no tengo,  es un equipo en el que nos apoyamos todos, si que es verdad que Carlos es la persona que va a estar conmigo y la persona que va a estar en los despachos y me va a gestionar. Pero por detrás es un equipo en el que cada uno tiene su trabajo y creo que es lo que necesito».

Desde ese momento solo quedaron los restos de su corazón de plomo ya que a día de hoy existe un hombre de carne y hueso merecedor de un próspero futuro, pues siempre creyó en la belleza de sus sueños: «cambios habrá muchos, empieza una nueva etapa tanto profesional como personal y creo que eso es importante para evolucionar y los cambios muchas veces son necesarios. Si Dios quiere torearé más».