Muy bien, podemos decirlo todos a coro. Por eso el toro en España no debería estar con la sensación de estar escuchando como las mulillas vienen para arrastrarnos al desolladero.

Es verdad que cuesta mantener alta la moral taurina con una perspectiva como la que se avecina a nivel político, por eso nada como un buen ataque como la mejor manera de articular nuestra defensa, lo cual es muy posible que ya se esté organizando desde los principales frentes. Pero puede que no…

Ahora que vienen los Reyes Magos, me decía un artista hace pocos días, te he guardado cuatro décimos para el Niño cuyo objetivo es ayudar en la reforma de la sede de mi asociación. Con el beneficio del recargo alicataremos los bajos y tú te pones a tiro de ser millonario.

¡Anda ya!, que con uno tengo más que suficiente, fue mi respuesta, pero con esa práctica entradilla a unos y otros el amigo consiguió  vender toda la pescadilla, porque se muerde la cola.

¿Qué hacemos cuando nos ofrecen medrosamente un solo décimo?

Pues comprar o no comprar casi en un cara y cruz. ¿Acaso no conlleva casi el mismo esfuerzo atacar a lo grande que vender papeletas a euro?

Como estamos acojonados por los derroteros con los que puedan salirnos estos demócratas de nueva planta, aquí nos vemos casi con miedo hasta de respirar por aquello de no alterarlos más de la cuenta, cuando lo que deberíamos hacer con naturalidad –al igual que deberíamos habernos dedicado a hacer cada vez que cambia el Consejo de Ministros- es reunirnos a la mayor brevedad con el de Cultura nos toque en suerte para cambiar impresiones y exponerle la preocupación que existe sobre los toros, pero no temor a las prohibiciones sino por la desuniformidad reglamentaria, por el hecho de que las Escuelas Taurinas todavía no gozan de la categoría de centros de Formación Profesional, para que se estudie un régimen fiscal especial que facilite la organización de novilladas, que se decidan a apoyar en Europa al sector ganadero de bravo y de una vez por todas pueda quedar este delimitado por sus particularidades intrínsecas y que no sea tratado injustamente como si fuera ganado común, para que veamos cómo se puede retomar la retransmisión de corridas de toros por el Ente Público, el desarrollo de una normativa para las subvenciones de las actividades culturales en las que también se encuentra la Tauromaquia, etc.

En esa reunión deberá estar Carmen Calvo como asesora de excepción porque, independientemente de la cartera que ella ostente, es una mujer que conoce bien los toros, desde dentro, porque en la UNED fue madrina de la primera promoción en Dirección de Espectáculos Taurinos, cuando afirmó dentro del corazón de Las Ventas que  «lo que quiero es que exista respeto a la legalidad vigente que considera a los toros un espectáculo legal en España y si algún día desaparecen que desaparezcan de muerte natural, pero no por prohibición de ninguna norma. Es lo único que me parece completamente razonable y ajustado a nuestro modelo de convivencia y de libertades»

 Vamos algo así como lo que todos nosotros deseamos, y aunque sean declaraciones de hace algunos años concuerdan con las de la pasada Feria de Otoño cuando declaró con orgullo en el callejón venteño que «los toros son de todos los que somos capaces de entenderlos y de respetar el espectáculo, y de la mucha gente que se compra su entrada para disfrutarlos. He venido con la modestia con la que voy siempre a las plazas».

 Como debe ser.

¿No decimos que los toros son cultura? ¿Es verdad que están protegidos por la Ley? ¿Acaso no forman parte de la esencia española? ¿A santo de qué tenemos miedo entonces?

Mostramos a Goya en la foto, el que fuera el precursor de la llamada Cultura Taurina