Tenía toda la razón Pablo Romero cuando en el sevillano  Círculo de Labradores unos cuantos ganaderos discutían sobre los nuevos tiempos del toreo y las nuevas exigencias de las figuras. En la tertulia también estaban voces tan autorizadas como la de Miura, Gamero Cívico y los herederos de Concha y Sierra, entre algunos otros, y mientras todos hablaban Urcola metió baza:

-Yo creo que nosotros, los criadores de reses bravas…

Quedando interrumpido por la secante de don Felipe:

-¿Le parece a usted que lo dejemos en toros de lidia?

La escena tuvo lugar a comienzos del siglo pasado en una fecha cercana a la fundación de la Unión de Criadores y miren si ha llovido y miren como parece que sigamos en el mismo sitio, teniendo totalmente en vilo la bravura como se intuye en la denominación de este medio de comunicación en el que hoy me presento montera en mano, respetuosamente.

Y es que el dichoso invierno, este que no llega más que para los toreros, supone un magnífico impasse para templar los ánimos, reflexionar sobre la temporada que se quedó atrás y las perspectivas con que se asoma la próxima, mejorando lo presente que vaya sucediendo en América.

Son muchos los aspectos que merecen ser objeto de un debate pausado, para lo que se hace necesario un concienzudo análisis previo y como el toreo nos muestra en sus valores, mejor ir despacio y de uno en uno.

¿Y a cuál le ponemos el uno? Pues veréis que son muchos los que se merecen ese primer lugar por su importancia, y por lo tanto empezaré por la preocupante aportación que está trayendo el indulto a la fiesta de los toros, una medida de gracia concebida con el objetivo de preservar la máxima pureza de la raza así como de perpetuar la casta de las reses, cuando se observe en ellas trapío sin parangón y un excelente comportamiento en todas las fases de la lidia, sin excepción. Como tal se ha tratado de regular en los diversos reglamentos y como premio de oro en paño se ha ido llevando a la práctica desde tiempo atrás, en cuentagotas de cara esencia. Sin embargo, en la actualidad se van indultando varios toros cada domingo bajo el pretexto de que un torero lo ha cuajado en la muleta y que el público lo ha pedido hasta el delirio, sin que se tenga en cuenta ni el trapío, ni la carencia de esas excelentes condiciones y se otorga aunque su comportamiento haya sido lejano a la excelencia, sobre todo en los dos primeros tercios de la lidia.

¿Tanta bravura hay en el campo? ¿Es verdaderamente un premio para el toro? ¿A quién beneficia ese tipo de indultos? ¿A la fiesta o a un tipo ganadero en particular?  ¿Acaso no estarán esos públicos queriendo premiar al diestro de manera extra? ¿Bajo qué criterios se manifiesta el respetable? ¿Es suficiente el hecho de que paga la entrada? ¿Se debería a retomar el premio de la pata para que los toreros gocen de un premio superior al rabo sin necesidad de indultar a los toros que no lo merecen? ¿Alguien se acuerda del pañuelo azul? ¿Sigue siendo un mérito la exigencia?

Porque si se continúa indultando toros con la única razón de que han repetido en la muleta y porque lo pide el público, nos veremos abocados a un abismo en el que ya se están situando algunos ganaderos que presumen de no tener en cuenta el caballo al seleccionar, algunos toreros que no quieren picar a los toros para poder torearlos en el último tercio y los comentaristas que les ríen las gracietas a los unos y a los otros.

José Luís Barrachina Susarte

Foto Jose Joaquín Diago

En la imagen, el único toro de Miura indultado en la historia de la ganadería, algo que sucedió esta temporada y que nadie discutió en lo más mínimo.