Sospecho que la primera premisa de todo informador no debería ser otra que reconocer los méritos de cualquier compañero puesto que, aquello de hacer bueno el axioma que nos decía que si quieres encontrar un enemigo búscalo en tu profesión, eso debería formar parte del pasado de todo individuo, siempre y cuando queramos que se imparta justicia.

Y digo todo esto porque no me duelen prendas, es más, me siento honrado de que un compañero como Paco Cañamero haya editado TAUROMAQUIAS DE CASTILLA que es el título de su último libro. Convengamos que, desdeñar de un compañero que ha hecho una obra bella, ello es sinónimo de pobreza mental que, para desdicha del mundo es algo que sucede con demasiada asiduidad. Aquello de esconder lo que para muchos es grande, como explico, es la sinrazón del envidioso y, si se me apura, del cobarde. No hay nada más gratificante que nutrirse uno con la obra del compañero que ha sido capaz de llegar mucho más alto que tú, lo que me sucede con Cañamero y con otros informadores amigos que, como decía, no tengo recato en difundir sus obras.

En su momento, por ejemplo, ¿quiénes eran los detractores dentro de la propia prensa del gran Alfonso Navalón? La respuesta está clarísima; a Navalón lo odiaron los mediocres, los que jamás alcanzarían su rango y, por el contrario, Paco Cañamero escribió un libro contando los valores del que fuera su maestro y amigo. Eso se llama grandeza, sí señor. De Navalón aprendí muchas cosas, entre ellas el respeto que se le debe profesar a todo compañero y, ante todo, admirar al que más sabe, lo que hizo Cañamero con Navalón para aprender de su cultura y beber en la fuente de su sabiduría que, para mi suerte, algún sorbito me llevé de aquella agua pura y cristalina.

Al respecto de Paco Cañamero y sus letras taurinas, ante todo deberíamos de convenir que son palabras mayores puesto que, el narrador salmantino nos ha obsequiado con obras de distinto calado y de cualquier materia, todo ello al margen de los miles de artículos que ha escrito fuera de su bibliografía. Seguro que se me escaparán títulos de su autoría pero, me viene a la mente, hablando de toros, CURRO VÁZQUEZ “EL MAESTRO”, EL VITI “EL TOREO ETERNO”, JULIO ROBLES “MAESTRO”, ESTAMPAS DEL CAMPO CHARRO, ALFONSO NAVALÓN: ESCRIBIR Y TOREAR, S.M. EL VITI “LA LEYENDA”, ANDRÉS VÁZQUEZ “PASIÓN TORERA”, MI VERDAD DEL TOREO, JUAN MORA “MÁS QUE UN TORERO” y, como decía, TAUROMAQUIAS DE CASTILLA como último hijo de papel de este narrador excepcional; el epíteto no es mío, lo dicen sus obras que tanto calado han tenido entre los aficionados.

TAUROMAQUIAS DE CASTILLA no es otra cosa que la biografía de todos los toreros nacidos en Castilla-León, en los que Paco Cañamero analiza en profundidad los valores de tantos toreros de dicha tierra que, unos con más proyección que otros, tras leer este libro comprende uno que todos han sido importantes para la tierra que les vio nacer. A todos les ha entregado Cañamero la dosis de justicia que les correspondía, un acto hermoso digno de un salmantino apasionado por los toros y, como se demuestra, por la propia vida puesto que, alto honor que les concede a todos sus paisanos que, de otro modo hubieran quedado en el anonimato o, si se me apura, en las tenues reseñas de las revistas de la época.

Como digo, todos los toreros nacidos en Castilla-León en el siglo XX, tienen un lugar de privilegio en este libro citado y, lo mejor de todo es que Cañamero, con su sagacidad y talento habitual, saca de cada cual lo mejor de sí mismo. Lógicamente, todos tienen su historia; las figuras como tales y el resto, por aquello de repartir justicia pero todos, sin distinción, ufanamente podrán mostrar a sus allegados, a los aficionados, a sus nietos o a sus hijos, aquello que fueron y lograron en el toreo.

Vas leyendo el libro y todo es una enciclopedia del saber puesto que, en mi caso, jamás había reparado que el día que se suicidó Juan Belmonte en su finca de Gómez Cardeña donde residía, en esa misma fecha se doctoraba en Madrid uno de los toreros más grandes de Castilla-León, el irrepetible maestro Andrés Vázquez que, desde la fecha citada ya fue santo y seña referencial en la plaza de Madrid. Cañamero, al hablar de Andrés Vázquez, nos recuerda a Baratero, aquel toro de Victorino Martín en que el diestro de Zamora logró otro de sus mayores triunfos en Madrid y, para colmo, llenó de gloria al ganadero de Galapagar.

Podría contar miles de anécdotas narradas en este libro hermoso pero, aconsejo a todo el mundo que sean aficionados a los toros y que quieran saber y conocer la tauromaquia de todos los toreros nacidos en Castilla-León, con TAUROMAQUIAS DE CASTILLA tienen una oportunidad de oro para nutrirse de conocimientos puesto que, el volumen citado no es otra cosa que una fuente del saber.

Pla Ventura