Por Joan Colomer

Uno de los diestros franceses más injustamente tratado por el sistema es Thomas Joubert. Resulta bastante inexplicable que un torero de su calidad y valor, no esté presente en las principales ferias taurinas. En sus contadas actuaciones, siempre ha dejado constancia de una acrisolada calidad, de un gran conocimiento de la técnica y de un desmedido y seco valor.

Desde niño sonó con ser torero. El mismo Thomas cuenta como se emocionaba con las corridas de toros que presenciaba en Arlés y Nimes. Acudió a la Escuela Taurina de Arles y en la temporada de 2007 ya se proclamó triunfador del «Rondón de Oro» (Colmenarejo) y ganador de los ciclos de novilladas sin varilargueros en Arles, Maubourguet y Vic Fezensac. Llegó a torear la nada despreciable cifra de cincuenta novilladas y consiguió, asimismo, ser finalista de los festejos novilleriles de Vista Alegre. Un gran inicio prometedor que, sin embargo, no se corresponde con su actual situación.

Thomas Joubert es un claro intérprete de la visión estoica del toreo. Joubert es un torero tocado por los oleajes del vivir, a quien la mutabilidad de los episodios en torno y la incisión de ellos en su interior, le han concedido una consciente serenidad. Su toreo es de una sosegada impavidez, vertical, senequista, amanoletado. A pesar de la gravísima cornada que le propinó un serio astado de Robert Margé, en Arles, hace dos temporadas, Joubert ha mantenido el sitio y la confianza.El año pasado le cortó un apéndice a un toro de El Torero en Arlés y firmó una gran tarde en la que solo el poco acierto con los aceros le privó de una sonada puerta grande.

Thomas Joubert pide paso desde hace muchas temporadas. Reivindicamos su torería y su valor frente a las injusticias de un sistema que planifica sus temporadas sin tener en cuenta a muchos toreros que se entregan cada tarde, ante el auténtico toro, sin trampa ni cartón.