La Lepra, o enfermedad de Hansen es una pandemia infecciosa crónica, producida por la bacteria Mycobacterium Leprae, los leprosos fueron llamados » Los sepultados en vida» Las descripciones más antiguas de la lepra, corresponden al texto indio del siglo VI a.C. Sushuruta Samhita. En los Tratados hipocráticos, no se encuentra descripción sobre esta enfermedad. Las evidencias más antiguas corresponden a 4 cráneos del periodo ptolemáico egipcio, hallados por Dzierzykray-Rogalski, en 1980, en el oasis de Dakhleh, al occidente de Egipto.

Se sabe que en la cuarta centuria después de Cristo se construyeron hospitales para leprosos en Capadocia y otros lugares de Europa, nadie quedaba inmune a la pandemia, el mismo emperador Constantino sufrió esta enfermedad. A España, llega, con fenicios, romanos y árabes, asentándose en: Galicia, Levante-Centro, Andalucía y Canarias.

El retorno de los cruzados de Tierra Santa, hizo que esta enfermedad se propagara por todo el continente europeo. En el período tardo-medioeval, existieron 19.000 leprosorios. Aunque en muchos de ellos se asilaron personas con enfermedades diferentes a la lepra. Según estudios realizados por Moller-Christensen, en los cementerios de los lazaretos daneses, el 70% de los casos pertenecían a leprosos. A los leprosos se les «sepultaba en vida”, apartados de la comunidad, condenados a avisar de su presencia con una campanilla. Su única compañía era la de otros enfermos; su única ayuda,  prestada por las órdenes religiosas mendicantes, únicamente les podían ofrecer consuelo espiritual.

El despoblamiento de las leproserías europeas -a partir del siglo XIV- se debió la peste leprosaria unida a la tuberculosis. La primera conferencia internacional sobre lepra, se realiza en Berlín en 1897, presidida por Virchow. En ella se confirma la etiología descripta por Hansen, “aislar a los enfermos” con el confinamiento desapareció al cabo de unos años, unido a una higiene y mejora en condiciones de vida. El aislamiento, era una medida asociada al control de otras enfermedades infecciosas. Las cuarentenas se aplicaban a las infecciones agudas, a la vez que se protegía al resto de la población. La lepra causa discapacidad severa, visible exteriormente, llevando al descredito personal. En la primera parte (del resumen) sobre pandemias, he dicho que la literatura y las artes no fueron ciegas a estos procesos. Cito en primer lugar la Biblia y los acontecimientos prodigiosos de Jesús con leprosos, Shakespeare, Baudelaire, Henry Miller; La Familia de Pascual Duarte, obra literaria de Camilo .J. Cela…  y tantos otros escritores y pintores.

La mención a la lepra es algo horrendo, terrible, un castigo con rechazo social. No existía ningún tratamiento efectivo hasta la aparición de las sulfonas. En América la lepra llega después de la conquista. En Río de la Plata, empieza a ser reconocida como problema de salud pública hacia fines del siglo XVIII. Los primeros cuatro pacientes de lepra conocidos en Argentina fueron estudiados en Santa Fe, año 1792, por el protomédico Manuel Rodríguez.

A mediados del siglo XIX  la enfermedad aparece como un problema mayor. En 1882 se crea la casa de aislamiento en el actual hospital Muñiz. Años más tarde se construyen, otros similares, en Rosario, Córdoba y otras ciudades del interior del país. En 1942 el Dr. Faget en el sanatorio Carville, Luisiana, USA, descubre la acción beneficiosa de las sulfonas (grupo de fármacos que pueden actuar como antibióticos y como antiinflamatorios). Este hallazgo revoluciona el tratamiento contra la lepra. No obstante siguió siendo una enfermedad frecuente en el primer tercio del siglo XX, luego entró en progresivo declive. En 1995 se tenían registrados 406 casos; en 1998 se reconocían 186, y actualmente no se detectan al año más de una docena, de manera que no supone ya un problema alarmante y se la considera en fase de pre-erradicación.

 Escorbuto. Observado por primera vez por Plinio al hablar de los soldados de Germánico en Flandes y más tarde por Estrabón; es una enfermedad endémica, en la Edad Media era normal en los países del norte de Europa de donde viene su nombre “ácido ascórbico”( ocurre cuando se tiene una carencia grave de vitamina C contenida  en la alimentación fresca.

El escorbuto causa debilidad general, anemia, gingivitis y hemorragias cutáneas. Es infrecuente en los Estados Unidos). Olao Magno refiere que aparecía con cierta frecuencia en las plazas sitiadas y la llama scorbok (significa úlceras en la boca) alemán Schürte (significado, arañar y escoriar). El escorbuto acompañó a los portugueses, españoles e ingleses durante siglos, en sus viajes a través del Nuevo Mundo.

Esta enfermedad era una incógnita para en esa época. En 1.498 Vasco de Gama, relata: una extraña enfermedad afectó a la mitad de sus hombres de los cuales 54 murieron después de grandes sufrimientos; fue conocida como “La Nao”, los portugueses la llamaban “Mal de Loanda” y los ingleses “Peste del mar”. Magallanes la sufrió en su vuelta alrededor del mundo. La primera vez que se habla de los síntomas -es en el segundo viaje de Vizcaíno al cabo Mendocino- y su tratamiento con xocohuitztles: «una frutilla con hechuras de nueces de ciprés y carne como una tuna blanca».

El misterio de la enfermedad queda reflejado en los comentarios de Eugaleno que en 1.607: «un mal tan irregular que constituye la más complicada enfermedad, azote de la justicia divina contra los pecados de los hombres, consecuencia del influjo del demonio«, otros decían que se debía «al desánimo e inacción de los hombres en las navegaciones largas» y otros que se debía a «miasmas, que emanan de diversos lugares, a través de podredumbres y focos de putrefacción«.

La más compartida fue la observada por Jacob Lind, en 1757, achacada a «la diferencia de había entre los ranchos mal ventilados de la marinería en comparación con los camarotes más desahogados de los oficiales”. En 1.740 la escuadra de lord Hanson sufrió unas terribles pérdidas por el escorbuto, y para poner remedio ordenó que se practicaran seis taladros en cada buque, para que se ventilasen, y un aseo general a base de vinagre.

Cuando fondearon en Santa Catalina, los galenos indicaron: las causas fueron el no haber cuidado la purificación de la atmósfera de los barcos, por lo que la carga de las exhalaciones de los cuerpos se convirtió en una masa acética de naturaleza debilitante».

Los que verdaderamente se dieron cuenta del origen de la enfermedad -sin que sirviera de mucho en su momento- fue Juan Federico Beachstrom que en el sitio de Thorn (1.743)  observó que tras una epidemia que produjo más de 5.000 víctimas, esta desapareció al rendirse la plaza-mercado, por lo que dedujo que era por falta de fruta y verduras, que era lo único que escaseaba. John Pringle en 1763 llegó a la misma conclusión tras observar el campo de prisioneros franceses de Sisinghusrt-Castle, en el condado de Kent.

Lo cierto es que el escorbuto fue tratado como una enfermedad contagiosa durante dos siglos y medio, se atajaba con remedios tan peregrinos como el comer luciérnagas, café concentrado (en Hamburgo se abrió el primer café público gracias esta creencia), comer culantrillo, algunos tipos de helechos, aire fijo (lo que hoy llamamos soda). Algunos de ellos contenían pequeñas cantidades de vitamina C.

El médico inglés, Jacob Lind, introdujo el jugo de limón, en la marina inglesa era obligatorio en todos los barcos del rey, fue motivo de burla por los marinos de otros países que les pusieron el mote de “limely” o bebedores de limón, se tomaba el zumo concentrado y con una pequeña cantidad de aguardiente. La conservación del limón era difícil para lo cual se dictó la siguiente receta: «Colóquese en una cazuela de barro nueva y bien vidriosa el jugo de los limones, bien amarillos, poniéndolos al baño María, con fuego claro, que haga hervir al líquido, manteniéndolo en este grado de calor hasta que el jugo adquiera la consistencia de jarabe, dejándolo enfriar y embotellándolo».

Según Lind sus propiedades se mantenían por 4 años, Mac Bride recomendaba cerveza escorbútica, más conocida como “drech” y que se elaboraba de la siguiente forma: se humedecía cebada hasta que se hinche y germine haciéndola secar entre dos lienzos y posteriormente se tuesta, se muele y se guarda en botes de lata, para tomarla posteriormente diluida o en infusión”.

Estos dos métodos antiescorbúticos, fueron los que salvaron la expedición del capitán James Cook en 1.755. Desde ese momento las marinas de todos los países tomaron buena nota y cada uno utilizó métodos parecidos para evitar la terrible enfermedad producida por la carencia de vitamina C.  En España tomaban quina con patata, los alemanes y escandinavos coles ácidas deshidratadas y en pastillas, en Finlandia, Suecia y Canadá jarabe de hojas de pino cocidas, los rusos tortas de harina de centeno.

Fiebre amarilla. La primera epidemia tuvo lugar en América, más concretamente en la Española (hoy Santo Domingo), en el año 1494, propagándose la enfermedad hasta la población indígena, su acción mortífera llega al año 1496, cebándose en los individuos que llegaban en nuevas expediciones.

Si aceptamos que los indios americanos no tenían inmunidad natural contra la fiebre amarilla, y que dicha enfermedad era desconocida por los europeos, es muy probable que hubiese focos endémicos, a este lado del Atlántico antes del descubrimiento, donde había condiciones climáticas apropiadas para el desarrollo del mosquito de la fiebre amarilla, transmisor de la enfermedad.

Por regla general, se producían los brotes fuertes  en los meses del verano, adormecía en meses fríos, para retornar con el calor. El dato más importante que se ha encontrado para relacionar las epidemias precolombinas sufrida por los aborígenes, con las que después atacaban a los conquistadores españoles, lo relata muy bien -Las crónicas- de Herrera.

En la guerra de 1898 estadounidenses, mambises y españoles, – final de nuestra colonización- sufrieron en Cuba, por igual, esta plaga que causó más muertes en sus respectivas filas que las balas enemigas. (13.313 militares españoles fallecieron directamente a causa de la fiebre, frente a 2.159 que lo hicieron en batalla o por heridas de guerra).

Al término de la contienda, el gobierno estadounidense saneó la Isla, y envió a La Habana una comisión médica presidida por el comandante Walter Reed, quien investigaría sobre la enfermedad. El 14 de Agosto de 1881, había emitió la tesis de que la fiebre se transmitía por un mosquito. En la rigurosa investigación, posterior, dos doctores de la comisión estadounidense, Carroll y Lazear contrajeron la enfermedad.

El primero se recuperó, Lazear murió. Probada la tesis del Dr.Finlay, fue tan eficaz,  que no se registró un nuevo caso a partir de Octubre de 1901. El virus no fue aislado en forma independiente hasta 1927 por dos equipos, la Fundación Rockefeller, y el Instituto Pasteur en Senegal, que aisló la cepa francesa.

Luego se distribuyó a varios grupos de investigación. En 1930, Max Theiler demostró que los ratones eran susceptibles a la inoculación intracerebral del virus de la fiebre amarilla. Siguiendo el ejemplo de Pasteur con la rabia. El resultado fue una vacuna viva, probada por primera vez en seres humanos en 1932 por Sellards (Universidad de Medicina de Harvard) y Jean Laigret (Instituto Pasteur, Senegal). La cepa de la vacuna salvó muchas vidas, en el África Occidental francesa, donde tuvo amplia aplicación.

La Rabia. Enfermedad que ataca el sistema nervioso y provoca encefalitis en los mamíferos. En los animales, existe de forma paralítica en los roedores y furiosa en los carnívoros. El cuadro clínico: Empieza con un dolor, angustia, mientras, el virus va escalando el sistema nervioso en dirección al cerebro. Empiezan las fiebres, el malestar, la garganta se inflama y se paraliza. Finalmente, el virus llega al cerebro y provoca la encefalitis.

Entonces se desarrolla la parálisis, los dolores y la agresividad consistente en  la necesidad de morder nuevas víctimas, se transmite por la saliva. Después de aparecer los primeros síntomas, la muerte ya es inevitable La rabia es una enfermedad tan vieja como la propia humanidad. Tres mil años antes de Jesucristo ya se encuentran el origen de la palabra «rabia» en la lengua sánscrita, donde «Rabhas» significa «agredir».

La palabra griega «lyssa» viene de la raíz «lud»: «violento». La primera descripción de la enfermedad se remonta al siglo XXIII antes de Jesucristo, en el Código Eshuma en Babilonia. Desde la antigüedad ya se había establecido la relación entre la rabia humana y la rabia debida a mordeduras de los animales (especialmente perros). Girolamo Fracastoro, sabio italiano nacido en Verona, describió la enfermedad después de observar numerosos pacientes y condiciones higiénicas y hábitos.

El miedo a la rabia, debido a su modo de contaminación y a la ausencia de tratamiento eficaz, se había vuelto irracional. Las personas mordidas por un perro sospechoso de rabia se suicidaban o eran sacrificadas. Hasta un caluroso día de verano de 1885, ser mordido por un perro rabioso significaba por tanto morir a manos de la enfermedad más temidas desde tiempos remotos. El 7 de julio llegaba a las puertas del laboratorio de Luis Pasteur el pequeño Joseph Meister, de nueve años.

El día anterior había sido mordido por un perro rabioso en las manos, piernas y muslos. Desde 1880 era público y notorio que Pasteur estaba buscando una vacuna antirrábica, pero hasta entonces todos los experimentos se habían realizado en animales. La naturaleza de las heridas y la absoluta convicción de que el pequeño Meister acabaría contrayendo la rabia precipitaron la experimentación de la vacuna en humanos.

Durante nueve días se inocularon cantidades crecientes de virus. Joseph Meister no presentó ningún síntoma y pudo regresar sano a su hogar de Alsacia. Llegó a ser portero del Instituto Pasteur y en 1940, cincuenta y cinco años después del accidente que le hizo pasar a los anales de la historia de la medicina, se suicidó para evitar ser obligado a abrir la cripta donde estaba enterrado su salvador a los invasores alemanes.

Se abría así una nueva página en el desarrollo de la medicina: fracasaba el humoralismo y comenzaba la era de la microbiología. Pero la lucha contra la rabia tenía muchos siglos de antigüedad, a lo largo de los cuales fueron numerosos los métodos empleados. Frente a la impotencia de médicos, cirujanos y boticarios, acudieron a los saludadores aparecen en los tratados del franciscano fray Martín de Castañega (Tratado de supersticiones y hechicerías, 1529) y del catedrático de filosofía Pedro Ciruelo (Reprobación de supersticiones y hechicerías, 1556).

De extracción humilde, el saludador recibía sus poderes sobrenaturales desde el mismo momento de su concepción. Para nacer con la gracia de poder curar la rabia, un individuo debía ser el séptimo hijo de una familia compuesta exclusivamente por varones, nacer en la noche de Navidad o de Viernes Santo y poseer una cruz en la bóveda palatina, lo que confería a su saliva poder terapéutico. Atribuían sus poderes curativos a Santa Quitaría, virgen y mártir gallega del siglo I. Hija de un gobernador romano, fruto más joven de nueve niñas -de un solo parto-  huyó de su casa para evitar ser desposada, pues quería mantener intacta su virginidad.

El padre la hizo perseguir por el hombre que había sido destinado como su esposo quien, una vez la alcanzó, mandó decapitarla en la toledana localidad de Marjaliza. Pero aún decapitada, con su cabeza bajo el brazo, la santa caminó hasta el lugar que ella misma había elegido para su tumba. Desde el siglo II fue venerada como protectora de la rabia, pues se decía que infundía serenidad y dulzura a los atacados por esta enfermedad y en muchas regiones se tomó como costumbre lanzar a los perros rabiosos, pan empapado en el aceite de una lámpara que ardiese ante su imagen.

La Iglesia, que contemplaba estas prácticas como herejías tenía su propio ritual, consistía en llevar a la persona rabiosa ante el sacerdote, el cual, vestido con sobrepelliz y estola, pertrechado con cruz y agua bendita, la conjuraba con gran devoción, tras lo cual cogía un poco de aceite de una lámpara que ardiese ante el Santísimo Sacramento y hacía una cruz en la mordedura. Seguidamente recitaba otro conjuro y tomaba un poco de pan y sal. Conjuraba de nuevo, seguido de tres cruces sobre el pan y la sal hechas, con un cuchillo, y tres cruces sobre el pan con aceite.

Finalmente recitaba un último conjuro y rociaba al enfermo con agua bendita. Pese a los procesos inquisitoriales contra los saludadores, hay constancia de su existencia hasta principios del siglo XX. Lo cierto es que la última víctima de la enfermedad en España fue un médico mordido por su propio perro en 1975. Gracias a la vacuna se salvó. La rabia endémica desapareció de España en los años sesenta a raíz del comienzo del control y vacunación obligatorios para todos los perros.

Sífilis. La maldición de Venus se remonta al Renacimiento. Si bien existen numerosas citas bibliográficas según las cuales el mercurio fue utilizado como tratamiento específico por primera vez en 1499, el doctor Francisco Villalobos, médico de Castilla, empleaba al “ungüento para las bubas”. La denominación de venérea le viene de Venus, la diosa griega del amor. El nombre de sífilis viene de un poema de Girolamo Fracastoro, inspirado en una historia de Ovidio en que aparece el nombre de Sipylus. Siguiendo la costumbre de los humanistas, Fracastoro alteró el nombre, y de ahí Syphilis. La Treponema pallidum, es un patógeno exclusivo del hombre.

Llegó a España oculta en los barcos de Colón, se extendió como la pólvora en Europa. A fines del siglo XV se propagó la sífilis por Europa las prostitutas y vivanderas francesas tomaron contacto con los soldados españoles, que luego transmitieron a los soldados franceses, éstos se retiraron, rápidamente, abatidos por una misteriosa epidemia; de ahí el nombre de morbo gallico. Se consideraba un mal innombrable, el estigma vergonzante que dejan en el cuerpo los placeres carnales. La Iglesia afirmó que la enfermedad era un castigo divino.

A comienzos del siglo XX, alrededor del 15% de la población europea la sufría. Otra vez me remito al arte: ¿Pudo ser el responsable de los acordes de la Novena Sinfonía de Beethoven? ¿Es El retrato de Dorian Gray? ¿Influyó la sífilis en el pensamiento del joven Hitler y en su odio hacia los judíos? Para la doctora estadounidense, Deborah Hayden, es , analiza la repercusión de esta plaga y critica a los biógrafos por haber subestimado su impacto en los grandes hombres de la Historia. Hayden aclara que la bacteria no justifica el genio de Beethoven, el arte de Van Gogh o la crueldad de Hitler, pero afirma que la sífilis acentúa y distorsiona sus talentos, que puede convertirse en un torrente de expansión mística en el caso de Nietzsche o megalomanía en el caso del Führer.

En las primeras fases aparece un grano en el área por la que llega la infección. La segunda, trae sarpullidos, cefaleas, vómitos, fiebres y caída del cabello. Si el mal no se trata, los síntomas externos desaparecen, pero el germen permanece latente. En la tercera y última estación, que puede durar décadas, la bacteria provoca problemas mentales, locura, ceguera, sordera, parálisis, daño cerebral y finalmente, la muerte.

En esta fase, los sifilíticos experimentan episodios de depresión, de ira y de paranoia que se alternan con momentos de euforia, felicidad y gran creatividad. Sus experiencias alucinógenas les hacen percibir la realidad como una explosión de luz y colores brillantes. Gracias a la correspondencia privada sabemos que CRISTOBAL COLON fue el primer europeo sifilítico. Se contagió al mantener relaciones con las nativas. Durante su tercer viaje, Colón se sintió aquejado de dolores terribles, fiebre, insomnio…Afirmó que escuchaba voces en sueños, que se sentía el enviado de Dios. ¿Fue la venganza de las Américas a los excesos de los españoles? LUDWIG VAN BEETHOVEN Compositor alemán (1770-1827). Un análisis de pelo revela la existencia de restos de mercurio, uno de los remedios contra la sífilis. Sus cartas privadas muestran relaciones con prostitutas.

Atacado por fiebres, sordera y una euforia salvaje provocada por sífilis terciaria que él llamaba su monstruo verde, compuso el Himno de la alegría, su obra más famosa. FRANZ SCHUBERT nunca reconoció su enfermedad en público, pero la sífilis terminó con su vida a los 31 años, tras seis primaveras de agonía. Se infectó en los últimos meses de 1822 y alternó momentos de depresión suicida con otros de buena salud.

En el momento de su muerte había compuesto más de mil obras. En sus últimos días escribió: “Cuando me marche a dormir, espero no levantarme jamás”. Su médico, que también trató a Beethoven, declaró que la muerte del joven compositor se debió a la descomposición de su sangre, provocada por una sífilis terciaria o final. CHARLES BAUDELAIRE «El vuelo de las alas de la locura». Su enfermedad le impidió tener relaciones sexuales con su pareja, Jeanne Duval. Se contagió, visitando prostíbulos desde  muy joven. LINCOLN Y MARY TODD Presidente de EEUU y Primera Dama (1809-1865) y (1818-1882).

En 1882, los médicos enviaron una carta al Congreso que informaba sobre el precario estado de salud de Mary Todd, la viuda del presidente. No podía mover las piernas y se comportaba como una demente. Nunca reconocieron en público el nombre del mal para salvar la reputación de Lincoln, pero Hayden afirma que los síntomas de Todd eran los de una sífilis muy avanzada. Lincoln reconoció a un amigo que una chica se la contagió a los 26 años.

Y fue él quien se la transmitió a su mujer y a sus tres hijos, que murieron prematuramente. Las personas que estuvieron cercanas a Lincoln declararon que se medicaba con una especie de píldoras azules que contenían agua de rosas, miel, azúcar y 65 gramos de mercurio. Pasaba de la melancolía a la hipocondría, de los silencios a los enfados más salvajes. Algunos lo comparaban con Lucifer. VINCENT VAN GOGH El pelirrojo suicida. FRIEDRICH NIETZSCHE Los nazis limpiaron las huellas del filósofo alemán (1844-1900). Nietzsche vio con estupor cómo un cochero golpeaba a su caballo con una fusta en Turín. Se agarró al cuello del animal y trató de consolarlo. En un ataque de locura perdió la consciencia. Hayden se vale de esta escena para realizarle un retrato mental.

Se le diagnosticó la enfermedad a los 23 años. OSCAR WILDE, KAREN BLIXEN. Cuando contaba con 28 años viajó al este de África, se casó con su primo Bror von Blixen y ambos plantaron 1500 acres de café cerca de Nairobi. Sus experiencias en el continente negro las plasmó en Memorias de África. Y fue allí mismo donde su marido, infectado en sus infidelidades con mujeres de la comunidad Masai, le contagió la sífilis.

Para Hayden, su enfermizo secreto y los celos marcaron el resto de su vida. Los ataques de fiebre, una úlcera en el estómago, el insomnio y la pérdida continua de peso se hicieron constantes. JAMES JOYCE visitó los burdeles de Nighttown. La sífilis hizo estragos en su estómago y en sus ojos. En uno de ellos le provocó un glaucoma y le obligó a llevar un parche con el que aparece en muchas fotografías. Pero, para Hayden, los problemas de Joyce sólo habían empezado.

El escritor contagió el mal a su mujer y a su hija, que estaba aún en el vientre de su madre. Desde niña padeció desequilibrios mentales. Joyce no se libró de padecerlos y los alternó con fiebres, depresión y ataques de paranoia. Hayden asegura que su obra más inmortal, Ulises, representa la mejor parábola sobre la sífilis y su tragedia personal.

Poliomielitis se conoce hace 3000 años (su poder para inmovilizar a sus víctimas fue descrito en un antiguo grabado egipcio). En su época, paralizó o mató a alrededor de medio millón de personas cada año, antes, del descubrimiento de una vacuna de 1955. Una estela egipcia fechada entre el 1580 y el 1350 a.C muestra un sacerdote con una pierna atrofiada, probablemente debido a la poliomielitis, siendo este posiblemente la huella más antigua de la enfermedad.

En 1954 se pone a prueba entre la población la primera vacuna contra la poliomielitis, creada por el científico Jonas Salk. Denominada vacuna anti poliomielítica inactiva y basada en una cepa muerta del virus, su aparición tuvo una extraordinaria acogida en los países afectados por la epidemia. En 1957, in investigador estadounidense, el Dr. Albert Sabin, en la imagen, creó la vacuna anti poliomielítica oral, derivada de un virus vivo debilitado. A mediados de los años 1960, la vacuna oral sustituirá a la vacuna de Salk debido a que proporciona una inmunidad completa, más fácil administrarla y es menos costosa de fabricar. En 1988 se convertirá en la vacuna preferida para la erradicación mundial… La «peste blanca»

Tuberculosis es una enfermedad muy antigua, habiéndose encontrado lesiones de posible etiología tuberculosa en huesos de momias egipcias que datan de 3.700 años a.C. Sin embargo no puede ser considerada como una enfermedad del pasado, ya que mata actualmente a tres millones de personas por año en el mundo. Antes de afectar al hombre la tuberculosis fue una enfermedad endémica en los animales del período paleolítico.

La poca atención que se le dio en testimonios escritos, hace pensar que la tuberculosis humana tuvo poca importancia en la antigüedad. Es posible que el primer agente causal haya sido Mycobacterium Bovis, contrayendo el hombre la enfermedad al consumir carne o leche de animales enfermos. Se cree que Mycobacterium tuberculosis haya surgido posteriormente, como una mutante de M. Bovis. Cuando el hombre pasó a vivir en aldeas y a domesticar animales, era frecuente que éstos ocuparan la planta baja de las viviendas, como fuente de calor, mientras la familia habitaba la planta superior. Así se crearon las condiciones favorables para la transmisión de la enfermedad por vía aérea.

Al aumentar la densidad de los poblados la transmisión de la tuberculosis se hizo interhumana. La creación de populosas ciudades y la extensa pobreza de la Europa feudal fueron los factores que favorecieron el desarrollo de la epidemia conocida como la «gran peste blanca, llegó a ser la causa de 25% de las muertes. A comienzos del siglo XX era casi desconocida en África subsahariana y rara en regiones del norte. A mediados del siglo XX no era conocida en Nueva Guinea, Papúa e Indonesia. La tuberculosis es una de las enfermedades que mayor número de muertes ha ocasionado en toda la historia de la humanidad, y continúa causando estragos, a pesar de encontrarnos en el siglo XXI.

En la actualidad sigue siendo una de las enfermedades infecciosas más importantes. Se calcula que en el mundo están infectados por la bacteria causante de la tuberculosis, el Mycobaterium tuberculosis o bacilo de Koch, unos 1.700 millones de habitantes, tiene un nuevo aliado, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), va a dificultar aún más su erradicación. Este virus ha interferido en el curso que desde hace más de 100 años había tomado la tuberculosis hacia su autoeliminación.

SIDA Se han hecho toda clase de hipótesis: podía haber existido desde hace largo tiempo en África, pero también en América y en Europa. Pero, ¿en qué sentido se ha disparado su diseminación? Nadie lo puede decir con certeza. Existen varias hipótesis sobre el origen del SIDA, desde quienes piensan en «castigos divinos», hasta quienes apoyan la tesis de la creación de laboratorio. Sin embargo, como estamos viendo en esta serie de artículos monográficos, a lo largo de la Historia ha habido un sin número de enfermedades que atacaron de forma masiva a la raza humana, y que, ante el desconocimiento de su origen y curación, producían las mismas reacciones en la psicología.

Neumonía Asiática. Corría mediados del mes de marzo de 2003 cuando saltaron las primeras alarmas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzaba una alerta mundial advirtiendo sobre un contagioso tipo de neumonía detectado en Asia. Desde entonces, los científicos comenzaron a trabajar contrarreloj para identificar al virus causante de esta plaga extremadamente contagiosa.

Llegamos  a lo que considero el final, nos quedan muchas  por definir y datos e historias de cada una, solo he intentado hacer un vuela pluma histórico.

Hoy  una nueva pandemia ataca el mundo, un virus llamado coronavirus. Nada sabemos de él, todo son especulaciones… esperemos que el confinamiento -como ocurrió con otras pandemias- ponga fin al terror del siglo XXI, sea producto de azar, de un amala manipulación en laboratorio, cambio de sistema.  Sea como fuera, pongan fin a la  pandemia que vuelve a resucitar a los cuatro jinetes de apocalipsis.

Isaura Díaz Figueiredo