Por Francisco Diaz, Fotografia Andrew Moore

Seguramente se registró la mejor entrada de la Feria de Otoño, en la última comparecencia de Alejandro Talavante. Esta vez se anunció con los toros de Adolfo Martín. Es evidente que esta ganadería necesita un descanso. Dio un buen festejo en mayo, pero el de ayer recuerda a los últimos: mansos, flojos y descastados. Ante semejante material, poco pudo hacer la terna, que demostró menos ambición. Además del extremeño, actuaron Álvaro Lorenzo y Luis David Adame.

Se fue Alejandro Talavante a chiqueros para recibir a “Chaparrito” a porta gayola. Desde el recibo, se venció por ambos pitones y no humilló. Salió suelto, y a partir de ahí, todo se hizo a contra estilo. Mala lidia y peor tercio de varas, en el que recibió tres largos puyazos mientras se le tapaba la salida indecorosamente. Resultó prendido Juan José Trujillo. El toro no tenía grandes posibilidades, pues estaba muy orientado y venía cruzado, en especial, por el pitón izquierdo. Exigía doblarse con él, el tan añorado macheteo y matarlo con dignidad. Mal con la espada e imposible toro.

De ilustre nombre el segundo: “Baratero”. Lo recibió bien Álvaro Lorenzo, que lo sacó a los medios por verónicas. El toro humilló y se desplazó con recorrido. El tercio de varas fue un trámite, especialmente el simulacro segundo. Gran tercio de banderillas de Sergio Aguilar con los palos y de Puchi con el capote. El toro desarrolló clase en la muleta, sobre todo por el pitón izquierdo. No fue ningún derroche de casta. Lorenzo se empeñó en torear fuera de sitio, desplazando el toro hacia fuera y sin mando. Más lograda fue la serie por el pitón izquierdo. Una isla en medio de nada. Mal con los aceros.

Toro sin poder ni raza el tercero, que recibió Luis David Adame por buenas y poderosas verónicas. Ganó terreno y remató en lo medios, aunque con la mentira del juego de piernas. Óscar Bernal cobró por no trabajar, dada la endeble condición del toro. Los hombres de plata brillaron otra vez, sobre todo el gran Miguel Martín. El toro llegó a la muleta con temple y humillación, pero acusando la nula raza y fuerza. Cada embestida era una prolongada agonía. Adame se colocó fuera de cacho y descargó la suerte, expulsando la embestida. De inmediato, le acortó terrenos y se cruzó en el primer muletazo, para quedarse a la altura de la oreja en los posteriores. No dijo nada. Mal con la espada.

Una verdadera pintura fue “Peluquero “, el último cartucho de la Feria de Talavante. Con el capote, el toro se le quedó corto y le apretó, por lo que tuvo que torearlo sobre las piernas. El albaserrada embistió bien en el caballo, sobre todo en el primer puyazo. Recibió leña y se le tapó la salida. Volvió a brillar un hombre de plata: Juan José Trujillo, que cojo dejó dos buenos pares. En la muleta, el animal fue una exhibición de poca fuerza y casta. Talavante le faltó mucha más ambición, igual que seguridad con el estoque. Cuarto animalucho sin tene nada que ver con el toro bravo.

El inválido e impresentable quinto fue devuelto a las mazmorras de Florito. Salió en su sustitución un torazo del Conde de Mayalde, que no invirtió el signo de la tarde. Apretó en el primer puyazo, aunque salió suelto, mientras se le pegaba duro y trasero. En el segundo puyazo, se le dio fuerte y mal, sin que el toro peleara. Anduvo bien con el percal Sergio Aguilar, a un toro que embistió con brio, pero echando las manos por delante. En la muleta, el toro rodó por el albero en cada serie. Los momentos más destacadas llegaron por el pitón zurdo, en que Lorenzo fue capaz de templarlo, porque antes no le dio el sitio que el toro necesitara, e hizo que se defendiera. Sainete bochornoso con la espada.

Cerró la tarde un asaltillado ejemplar, último del lote de Luis David Adame, que se lo sacó a los medios con toreras y poderosas verónicas con la rodilla genuflexa. Peleó con enorme categoría en el caballo, por su forma humillada y fija de empujar, sin ser una gran demostración de poder, en los dos encuentros, pero recibió un puyazo trasero, primero, y paletillero, segundo. Muy mala lidia de la cuadrilla, en los terrenos del cinco, tal vez lo acabara acusando el animal. A partir de ahi, cada embestida fue más sosa, dada la poca casta del animal. El trasteo del mexicano, desordenado y con menos transmisión aún que el toro. Sainete con los aceros.