No corren buenos tiempos para el tercio de banderillas. Si nos fijamos en la última época dorada del torero, es decir, los años ochenta, comprenderemos la decadencia que vive esta apasionante suerte. Teruel, Paquirri, Alcalde, Nimeño II, El Soro, Esplá, Méndes, Palomar, Morenito de Maracay, Pedro Castillo, Ortega Cano, aparte de dos ilustres subalternos como lo fueron Martín Recio y el desaparecido Manolo Montoliu fueron rehileteros en esos años. ¿Qué queda de todo aquello?…Mas bien el vacío, la nada. Y entre esa nada, subyace la figura de Fernando Sánchez, para reivindicar las emociones que pueden desprender un buen par en todo lo alto; como siempre se dijo: «asomándose al balcón».

A los que nos apasiona el toreo antiguo, el de los llamados «viejos maestros», ese toreo que nunca vimos;  -salvo en imágenes de blanco, negro y sepia de algunos vídeos,-atisbar en una plaza el duende, la parsimonia y la bizarría que destila el toledano Fernando Sánchez nos hace soñar con una esencia de la tauromaquia añeja, la que hizo y marcó historia antes que Manolete la simplificara.

El último torero que nos hizo redimir aquellos sueños taurómacos fue Luis Francisco Esplá; un artista lleno de recursos y siempre preocupado por dignificar un espectáculo donde los actores no se precian por el bien común de una liturgia única que trasciende los siglos, más bien velan por sus intereses propios.

A Fernando Sánchez se le comenzó a ver en una cuadrilla que a la postre resultaría todo un éxito. Bajo las órdenes de Javier Castaño; David Adalid, Marco Galán y el propio Sánchez formaron una tripleta que rendía culto a la lidia clásica, sin prisas, con un alto concepto de la estética. Esto no era nada nuevo, en los setenta ya existía una cuadrilla denominada «del arte», que acompañaba al torero malagueño Miguel Márquez. Por ello, el público de Las Ventas supo valorar el singular caché torero de estos hombres de plata. Así como plazas francesas donde el tamaño y trapío de los toros hacen crujir. Porque estos toreros, el conocido encaste Domecq les quedaba un tanto lejos; suelen lidiar con lo más duro de las vacadas, los conocidos como encastes minoritarios. Claro, que lo de Sánchez no se queda en mera apostura y gallardía creando una «misse en scene» con la mayor plasticidad para llegar hasta la jurisdicción del toro. Siendo esto, de un gran interés, cuando saca los palos desde abajo, eleva los brazos y reúne en la misma cara, clavando en todo lo alto del morrillo, con precisión de relojero suizo, y sale airoso del trance; ahí es cuando Fernando se auto legítima como  banderillero de época.

Piel cetrina, cabellos intensamente negros junto a unas patillas en forma de hacha, a Fernando se le intuye como un torero clásico; y aunque pueda parecer extraño actúa como tercero en las cuadrillas donde se le contrata; pero él que se inició como auxiliar de un rejoneador pariente suyo, siempre quiso ser «tercero», lo tuvo muy claro, y luego está su forma de rematar los toros, como un cachetero casi siempre eficaz y certero. Sigue en la cuadrilla de Javier Castaño, alternando también junto a Antonio Ferrera y el mexicano Joselito Adame; aparte de participar en todos los festejos que es contratado tanto por matadores como novilleros. A Fernando se le considera un portento con las banderillas, pero sus compañeros David Adalid y el portugués Joao Ferreira también tienen lo suyo. Sin embargo, Fernando funciona con gran regularidad, siendo posiblemente uno de los subalternos con mayor número de actuaciones. ¿Será que ser un «puntillero» eficaz se valora por encima de ofrecer un brillante tercio de banderillas?

La Unión de Abonados y Aficionados Taurinos de Madrid le concedió el premio al mejor banderillero del San Isidro 2018 por sus actuaciones en la feria. También en 2019 fue premiado como mejor banderillero del serial isidril.

Fotografía: Paloma Aguilar.
Giovanni Tortosa.