Millones de veces, incluso he llorado, no de impotencia, sino de rabia, porque la tarde que triunfas todos son amigos; el hotel se llena de «admiradores», todos son abrazos, etc. Ahora, cuando no se triunfa desaparecen todos los amigos, ya no queda nadie y si alguien se acerca a la habitación del hotel, quizás lo hace por puro compromiso, pero sin sentir. Así es este mundo vil y traicionero.

Esta era la respuesta de José Mari Manzanares a la pregunta del periodista Luis Pla Ventura, acerca de la soledad del torero. En esa misma entrevista, datada en el año 1981, el torero alicantino considera que su gran ilusión era ser feliz con los suyos, y que añora tener un hijo varón; a lo que Pla Ventura inquiere:

-¿Para que sea torero?

Y Manzanares responde con suma complacencia:

-Si él quisiera, por mí encantado. Me haría mucha ilusión porque me iría a entrenar y lo llevaría conmigo, al tiempo que se lo daríamos a mi padre y él, le enseñaría todas las técnicas del toreo. Te he dicho un hijo varón, porque como sabes tengo dos niñas, pero para el toreo, a mi entender se tiene que ser varón.

Los anhelos del entonces llamado por algunos críticos como «fino torero alicantino» se hicieron realidad, y el matrimonio Dols-Samper pudo sentir la presencia del ansiado varón que llevaría el mismo nombre de su progenitor, quien años después diría que no se retiraría hasta darle la alternativa a su hijo José Mari. El hijo apenas tenía diez años cuando el maestro alicantino comentó aquello en un festejo televisado al periodista Fernando Fernández-Román.

Y el niño-adolescente prefirió irse a Cáceres para estudiar veterinaria. Años más tarde el joven Manzanares tomaría capotes y muletas para coquetear con ser torero. Y el padre de nuevo se pronunció, en medio de una cena entre aficionados en Badajoz:

-«Si mi hijo José Mari se deja el tabaco y se centra en el toreo, será alguien grande en esto»-.

Así fue, pero la alternativa no se la dio el padre; seria Enrique Ponce (el discípulo predilecto del maestro Manzanares) quien oficiara de padrino.

Entre ambos, padre e hijo, surgirían discrepancias acerca de la carrera artística de éste último, y eso los distanció. Vivieron crisis de egos y Manzanares junior siguió su camino en manos de apoderados que no eran del agrado del padre. Pasadas varias temporadas, el padre decidió volver a torear; -según él para explicar al hijo aquellas coordenadas taurinas que precisaba.

La carrera del hijo fue tomando vuelos después de atravesar un bache donde su futuro como torero estaba en el aire, y el padre decidió retirarse definitivamente a su finca extremeña; aunque antes invitó al hijo para que le cortase la coleta en su amada Maestranza, en una tarde gris, entre un mar de lágrimas que rompieron y acercaron emocionalmente a los dos.

El considerado como torero de toreros, vivía una existencia casi monacal entre recuerdos, trofeos y enseres de su vida como matador de toros en el pueblo cacereño de Campo Lugar; allí había comprado una enorme finca a sugerencia de los hermanos Lozano, quienes fueran sus apoderados. En el año 1993 adquirió al ganadero salmantino Juan Andrés Garzón toda su ganadería de procedencia Atanasio y Lisardo Sánchez,  pero el trabajo al frente de ésta no dio grandes resultados, ni tan siquiera medianos. Los toros bravos dejaron paso al vacuno y la finca donde trabajaron bastantes lugareños, apenas quedaron un par de ellos. Aquello iba a menos.

Las relaciones sociales del maestro Manzanares en Campo Lugar apenas existían; sus salidas eran escasas y entre ellas, las que cada mañana hacia para ir a una gasolinera cercana para comprar cigarrillos y prensa. La joven empleada apenas tenía conciencia del enorme prestigio que atesoraba su misterioso cliente. Eso sí, sabía que era padre del famoso torero Manzanares y le pedía fotos de él.

En octubre de 2010, el joven torero decidía casarse con la que fuera su novia de toda la vida, hija de un prestigioso cirujano plástico. Rocío Escalona y José María Manzanares fueron los máximos protagonistas de un evento con seiscientos invitados, pero donde brillaba con luz propia la ausencia del padre. Las justificaciones que dieron los familiares apenas convencieron a nadie. ¿Dónde se encontraba el maestro? Según el comunicado familiar, el maestro Manzanares estaba cuidando a su padre enfermo.

José María Dols Abellán «Manzanares», fue uno de los toreros mejor dotados de su época; en un tiempo donde cohabitaban hasta una decena de figuras: «Paquirri», Niño de la Capea, Curro Romero, Paula, Dámaso González, Julio Robles, Antoñete, Espartaco, Emilio Muñoz, Domínguez… La crítica siempre ponderó su talento torero como un artista de corte clasicista, de sabor rondeño, donde había estigmas de Ordóñez, pero también enfatizaba su escasa ambición, cuando pudo haber sido el gran «figurón» de varias décadas del toreo. La excesiva comodidad y protección que tuvo su carrera le impidieron acceder a cotas más altas. Se le achacaba cierta indolencia, aunque paradójicamente fue uno de los matadores de toros con mayor número de festejos toreados en el siglo veinte.

Ahora, cuando releo el libro «Las desgarradas entrevistas de Pla Ventura» me pregunto si este hombre enamorado del flamenco, de la belleza etérea, efímera, atormentado como todo gran artista, un bohemio al fin, fue feliz?; a pesar de toda la luz que derramó en los ruedos, de haber sido espejo de tantos compañeros, de fascinar con sus chicuelinas de manos bajas, donde la verdad del embarque y temple que llevaba el toro se unía a esa crispación casi mística que enamoraba a los aficionados.

Puede que él hubiese cambiado parte de la gloria que le dio un toro de Baltasar Ibán en Madrid en el 1977, o el buen toro «Clarín» de Manolo González del que cortaría las dos orejas un 22 de mayo de 1979 en Las Ventas, siendo ésta la faena que le encumbraría en el firmamento taurino; quizás, tal vez hubiese prescindido de todo aquello por huir de la atmósfera grisácea que envolvía los montes aledaños a su finca «Ronda ganadera»  y que en tiempos otoñales volvieron a teñir de profunda melancolía, entre los ecos lejanos de algún quebranto de fandango al hombre solo y desnudo de alamares y luces,  para sentir su última gran soledad en la noche del veintiocho de octubre de 2014…

Giovanni Tortosa

En la foto de la época vemos a Pla Ventura entrevistando a José María Manzanares en su casa de Alicante