Recóndito lugar de los Pirineos Orientales franceses. De misterio y mística singular. Punto de encuentro, convivencia y tolerancia de distintas culturas: desde una «collara castellera» a una extraordinaria Feria Taurina, pasando por torneos camarguesas y mujeres luciendo su belleza con atuendos flamencos. Sí, ese lugar no puede ser otro que Céret: una villa de no más 8.000 habitantes y muchas culturas. Rinconcito donde un nombre tiene especial admiración: José Escolar. Fama y caché que él mismo se ha ganado, con toros que honran a la casta brava, como Cortesano.

De hermosas hechuras, trapío acorde a la plaza de mayor rigor posible, salió de toriles Cortesano dando trabajo a los carpinteros. Remató en tablas, cierto es que ninguna vez humilló, a su altura. Se emplazó, y a por él fue su matador: Javier Castaño, aquel hombre que venció un toro mucho peor, el cáncer, y revalorizó el papel de la cuadrilla. Toro de escaso recorrido, revolviéndose en una losa; adelantando excesivamente las manos. Además, con un incómodo e inapropiado frenazo entre verónica y verónica.

Llegó el tercio de varas, santo y seña de la afición ceretana. En el «bunijol», Paco María. Se arrancó largo y alegre en el primero, cayendo la puya trasera. Feo comportamiento: embistiendo con un solo pitón y recostándose en el peto. Se volvió a colocar el toro, de más largo aún. Echó bien el palo el piquero, con el delito de no dar el pecho con el jaco, tomándose la ventaja… Cayó en el sitio la puya, empujando Cortesano con fijeza en el peto. Tercer puyazo, en la querencia. El toro tardó y el matador tiene el feo detalle de lanzar la montera. Se arranca el toro, pero pierde la rectitud de su acometida distrayéndose con la pieza. Una suerte de tanta belleza como es la de varas, merece que su ejecutor también toree, y una prenda del traje de luces, que tanta sangre ha derramado, no debe arrojarse como si una piedra se tratara. Se vuelve a colocar el caballo de modo que se le da el pecho a las tablas, y no a quien se le debe dar…

Faena sólida y seria de Castaño. Medio pecho por delante, compás abierto y muleta muy adelantada. Sorprendió lo plano de la muleta, llevándose el toro hasta el final de la cadera, partiéndola. Humillación y ritmo por el derecho, peores condiciones por el zurdo: sale con la cara por encima del estaquillador. Toque fuerte en cada cite, que evita que el toro pierda la fijeza en ningún momento, y evitando lo que en el tercer encuentro con el piquero demostró.

Estocada recibiendo: dos orejas para el de la castañeta; vuelta al ruedo para el de Escolar.

Autor: Francisco Diaz