Como se nota que ya estamos en fiestas. Las fallas llenan las calles de Valencia de belleza y visitantes. No puedes dar un paso sin encontrarte gente por todos los rincones de la ciudad, -ahora sé lo que sienten los indios-. Hoy me levante especialmente pronto para un sábado de fallas, no podía dormir, me notaba algo inquieto en la cama. Volvía al ruedo Paco Ureña, uno de los toreros que mayor sentido le dan a la palabra pureza. No solo esa palabra define a este torero, también se puede decir que tiene honradez, integridad, compromiso, valentía, superación, constancia y da sentido a los cánones del toreo.

El día se ha hecho largo, uno cree que va a correr el reloj, pero por más que lo mires los minutos siguen durando 60 segundos. La espera se hacía larga, matas la mañana como puedes, ocupando la mente con tus “quehaceres” cotidianos. Crees que cuando pasa la mascletá  y te vas a comer, el tiempo va a volar…Peroo ni mucho menos, se hace más largo, más agónico. Entonces emprendes camino a la plaza, sabes que allí por lo menos entre “parlao” y “parlao” mataras ese nerviosismo.

Llegaron las 17 de la tarde y después del acto conmemorativo, Paco Ureña sale a recibir el calor de las 16.000 mil personas que se dieron cita para estar a su lado en la reaparición. Una sonora ovación calentó los corazones de la afición valenciana.

Llego el toro artista a Valencia de la mano de Juan Pedro Domecq, el percusor de este nombre, y este tipo de toro. La verdad que dijeron poco en conjunto, en el caballo no se empleó ninguno, y los tres primeros iban justo de fuerzas y de presencia.  El 4 de Paco Ureña fuel el toro que más transmitió al tendido y al entendido. El 5 de Ponce fue de una condición mansa, -ninguno ha sido bravo-  que saco fondo, un chispazo de casta, nobleza y transmisión. Este es el toro moderno que se impone en detrimento del toro de antaño. La búsqueda de la eterna nobleza con recorrido, hace peligrar la bravura y la casta.

Enrique Ponce es una de los maestros más longevos de la historia del escalafón, entre temporadas de éxitos y otras de pitos, el maestro de Chiva ha ido creciendo como la espuma del mar, para convertirse en un icono de la tauromaquia actual. El maestro Ponce tiene un concepto de la tauromaquia algo particular, a estas alturas de su carrera ya se permite tirar de sentimiento más que de cánones, y defiende su estilo a capa y espada, nunca mejor dicho. Hoy no ha sido una tarde propicia para él, sus dos primeros oponentes apenas han transmitido y estaban justitos de fuerza, tiro de temple, y pico, y pudo sacarle una oreja a su segundo de la tarde. No fue la del segundo una faena de altos vuelos, toro sin transmisión, muy agarrado al suelo, noblote y sin derrochar ni casta ni fuerzas, “el manquito de Chivas” -como le conocen algunos aficionados-, le saco el temple, siempre en los terrenos de barrera.  Al quinto le saco una faena con algo más de transmisión, que fue jaleada en masa desde el tendido, una faena en la que baso su toreo en lo de siempre, el pico, -manía que no vamos a cambiar- lo templo con mucho gusto, y acabo haciendo las ya personales “poncinas”. La verdad que Ponce es un gran conocedor del toro bravo, y es único templando al toro en la muleta, lástima que no lo acompañe cruzándose alguna vez y no torear tanto al hilo de un pitón. La experiencia es un grado. No tuvo la tarde con la espada ni por asomo, mato mal, es una constante en esta feria.

Paco Ureña se ha convertido en un icono del aficionado. Es un ejemplo a seguir porque pisa “los terrenos de la muerte”, -ni más ni menos. Aguanto estoico en el quite por gaoneras, se lo paso muy cerca, llevando al toro muy metido en los vuelos. Primera muestra de verdad. Su concepto del toreo queda claro viendo al cuarto toro de la tarde. Un concepto basado en la pureza y la verdad, atornillado al albero, con las puntas de las zapatillas mirando a los pitones, frente a frente, citando de arriba abajo, de fuera a dentro, rematando en la cintura, cruzándose a pitón contrario cuando se salía de la suerte, y pasándose el toro muy cerca, “por la bragueta”, que se suele decir. Para muestra el estado de su traje –lleno de sangre-. Después de perder un ojo y torear así en una plaza de primera, es para quitarse el sombrero. En su primero estuvo algo “aturullado”, muy encima del toro, aunque le saco lances, y sirvió para probarse y quitarse los nervios. Al sexto que llego justito al tercio final, le ligo hasta que se acabó, y cuando se acabó se acercó,  hasta tocar el pitón con el muslo. Muy suelto estuvo toda la tarde, en una reaparición muy esperada. Si el escalafón tuviera 5 como el, cuanto cambiaría la cosa, y el concepto entre el toreo eterno y el toreo comercial. No tuvo la tarde con la espada, imagino que porque todavía no tiene cogida del todo la suerte, porque siempre fue un torero de tirarse de corto y por derecho. Lástima porque estaríamos hablando de una puerta grande, y un puñetazo a la tauromaquia 2.0. Recalco la sensibilidad que tiene Paco Ureña en todo lo que hace, me rindo a esta tauromaquia clásica, que hace ponerse a todo el mundo de acuerdo.

Un día menos para que acabe esta feria de fallas y tengo la sensación todavía que no hemos visto ni un solo tercio de varas en condiciones, creo que es hora de sacar los colores a unos cuantos picadores, porque si se le exige a un torero pureza y verdad, creo que es de recibo que se le exija también al varilarguero. Les falta mucha verdad, ni torean con el caballo, ni les dan los pechos a los toros. Ni tiran la vara al sitio ni se prevé que lo vuelven hacer. Triste realidad, que es el pan de cada día.

 

Por Raul Muñoz